Venezuela: De la derrota en el referéndum a la nueva ofensiva imperialista

La revolución venezolana, en un momento decisivo

En los tres primeros meses de 2008 hemos visto intensificarse la ofensiva imperialista contra la revolución venezolana. En paralelo a la huelga de inversiones, sabotaje económico, desabastecimiento, etc., que minan la economía venezolana; por primera vez, Bush acusa directamente a Chávez y al gobieno venezolano de "apoyar a los terroristas". Antes, la multinacional Exxon Mobil exigía la congelación de todas las cuentas internacionales de la petrolera estatal venezolana (PDVSA) en represalia por la nacionalizaciones de hace un año. Y hace pocas semanas, el imperialismo estadounidense utilizaba a la oligarquía colombiana y su lacayo Uribe para invadir territorio ecuatoriano y provocar un conflicto con los gobiernos de Ecuador y Venezuela.

En el campo revolucionario, el efecto más destacable de la derrota en el referéndum del 2 de diciembre de 2007 ha sido agudizar la lucha entre reforma y revolución dentro del movimiento bolivariano. Las bases, en lugar de bajar la cabeza, han apretado los puños. Existe una indignación creciente contra la burocracia reformista y una voluntad decidida de seguir luchando por completar la revolución. Este ambiente se ha reflejado en el Congreso Fundacional del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que nace haciendo historia: con más de cinco millones de personas inscritas como aspirantes a militantes y 80.000 portavoces elegidos (y revocables) por las asambleas de base.

El sabotaje de los capitalistas y la burocracia

El apoyo masivo a Chávez en las elecciones de diciembre de 2006, con más de 7 millones de votos, un 63%, fue el mejor resultado jamás alcanzado por presidente venezolano alguno. Como dijo él mismo entonces correctamente, las masas votaron no sólo por él sino por ir hacia el socialismo. Pero socialismo para las masas significa algo muy concreto: acabar con las lacras que ha creado el capitalismo: pobreza, desempleo, precariedad laboral, déficit habitacional, inseguridad, corrupción, etc. y tener una vida digna. Tras casi diez años de revolución y más de dos oyendo hablar de construcción del socialismo bolivariano ese objetivo está lejos de haberse alcanzado.

Los problemas mencionados permanecen y algunos, incluso, se han intensificado como resultado del saboteo económico de los capitalistas y el freno absoluto a toda iniciativa revolucionaria que supone la burocracia. La inflación supera el 20% y representa una bomba de relojería para la revolución. Las concesiones del gobierno bolivariano durante los últimos meses a los empresarios: la flexibilización de los controles de precios para varios productos, ha significado que éstos aparecen con más frecuencia en las estanterías de los supermercados pero al doble de precio.

El Estado intenta paliar el sabotaje capitalista importando productos y en algunos casos creando empresas públicas pero sin tocar la propiedad privada de los medios de producción; mediante la compra de éstas a los empresarios privados o reflotando factorías abandonadas. Pero estas medidas que se quedan a medio camino nunca podrán resolver los problemas de las masas. Como reconoce uno de los principales periódicos burgueses venezolanos, El Universal, "al país cada vez le cuesta más recursos importar alimentos para paliar el insuficiente crecimiento del sector productivo". A causa del incremento mundial de los precios, la Misión Alimentación -que intenta combatir el desabastecimiento sin expropiar a los capitalistas- incrementó un 44% el dinero dedicado a importaciones pero sólo pudo distribuir un 1,8% más de productos.

La razón de la huelga de inversiones productivas que sufre la economía venezolana, además de por la tendencia mundial de los capitalistas hacia el capital especulativo, es la existencia de la propia revolución. ¡Los capitalistas no invierten en las revoluciones, intentan estrangularlas!

Los capitalistas venezolanos ya no invertían con un gobierno que respondía a sus intereses, menos van a hacerlo con un movimiento obrero y popular movilizados y que pelean sus derechos y bajo un gobierno que intenta ponerles todo tipo de controles y exigencias. La inversión en creación de nuevas plantas y maquinaria brilla por su ausencia y la que se ha producido ha corrido a cargo fundamentalmente del estado. Los bancos privados destinan a créditos sólo un 50% del dinero que captan, cuando lo normal en otros países es entre un 75-80%.

Unido al sabotaje económico, la principal amenaza a la revolución es el freno absoluto a cualquier iniciativa revolucionaria que representa la quinta columna burocrática. Tras las sucesivas derrotas contrarrevolucionarias, buena parte de la vieja burocracia del estado burgués (posiblemente la mayoría) fue desalojada, pero al no ser destruido el aparato estatal y sustituido por un genuino estado revolucionario, y seguir la economía en manos capitalistas, se ha desarrollado una nueva burocracia que se dice bolivariana pero tiende a fusionar, cada vez más, sus intereses con los de la burguesía. Las masas están dispuestas a hacer enormes sacrificios. Lo demostraron en abril y diciembre de 2002. Pero si ven que hay dirigentes que, mientras ellas se sacrifican, se enriquecen (legal e ilegalmente) cunde el desánimo y la decepción. Es imprescindible desmantelar el actual estado y unificar los consejos obreros, comunales y estudiantiles a nivel local, estadal y nacional construyendo con ellos un verdadero Estado revolucionario, u Estado obrero, que sustituya al actual. Si esto no se hace del modo más rápido posible, será el Estado burgués el que elimine cualquier elemento de poder obrero.

El error fundamental que llevó a la derrota en el referéndum constitucional del 2 de diciembre de 2007 fue precisamente no haber tomado antes de la votación medidas que resolviesen estos problemas. Si Chávez hubiese aprobado una Ley para expropiar a los capitalistas responsables del desabastecimiento o a los bancos (como de hecho amenazó a ambos), esto habría permitido empezar a llevar adelante planes concretos para abaratar los precios, garantizar el suministro de productos básicos, generar empleo estable y con salarios y condiciones dignas, e incluso empezar a abordar seriamente problemas como el del déficit de viviendas.

El conflicto con Colombia y la ofensiva imperialista

El saboteo capitalista y burocrático son el ariete de la estrategia imperialista contra la revolución bolivariana. Vinculado estrechamente a ellos está la ofensiva mediática y diplomática. El imperialismo está intensificando la campaña nacional e internacional de terrorismo mediático y la escalada de agresiones contra la revolución. Intentan convertir a Colombia en el Israel de América Latina. Es decir, una base desde la que intervenir contra cualquier proceso revolucionario en el continente, y particularmente en este momento contra la revolución venezolana.

Pero la correlación de fuerzas actual en Venezuela, en la propia Colombia y en el resto de América Latina, les puede dar bastantes sorpresas. En Venezuela viven, según algunos datos, 5 millones de personas de origen colombiano, la mayoría apoyan la revolución. En la propia Colombia, el movimiento obrero y campesino está protagonizando movilizaciones masivas y resistiendo heroicamente. En el seno de las masas crece un profundo malestar social. El intento de utilizar al régimen contrarrevolucionario colombiano contra la revolución venezolana podría tener el efecto de abrir la puerta a la revolución en Colombia y en toda Latinoamérica.

Para ello, como en todo lo demás, el punto clave es qué política defiende la dirigencia de la revolución venezolana, así como la propia izquierda colombiana: los sindicatos, los sectores más a la izquierda del Polo Democrático y los propios dirigentes guerrilleros. La lucha por la paz en Colombia y en toda la región va unida de manera indisoluble a la lucha por resolver los problemas de las masas: reforma agraria, acabar con las privatizaciones, ofrecer empleo y salarios dignos, etc. Ambas luchas pasan, además, inevitablemente por acabar con el capitalismo. La única garantía de defensa de la revolución bolivariana frente al imperialismo está en su avance y extensión a otros países. Si Venezuela, expropiando a los capitalistas e instaurando una economía planificada, resolviese problemas como el desempleo, desabastecimiento, vivienda, etc. se convertiría en un imán para los pueblos de América, empezando por el propio pueblo hermano de Colombia. La Federación Socialista de los pueblos latinoamericanos sería no una consigna sino una posibilidad real.

La clave de la revolución es el movimiento obrero

Un problema que ha enfrentado la revolución bolivariana desde su inicio es que su dirección carecía, y lamentablemente sigue careciendo, de un plan concreto para construir el socialismo y una concepción clara de qué socialismo es el que se quiere construir. Chávez, como hemos explicado en muchas ocasiones, es un dirigente honesto pero no es un marxista. No tiene un método, un programa y una perspectiva basada en el socialismo científico. Como resultado, se ve sometido a la presión de las masas por un lado y, por el otro a la burguesía (a través de la burocracia reformista), oscilando entre ambas. Pero, a medida que la revolución alcanza su punto álgido, más imprescindible resulta que la dirección comprenda científicamente las leyes de la lucha de clases y presente un plan consciente para llevar la revolución hasta el final. Si esto no ocurre, serán ine-vitables zigzags y vacilaciones. Muchas revoluciones -como decía Lenin- han sido derrotadas por dudar y no ser capaces de transformar los discursos y proyectos en acciones concretas. Más aún, por no lograr hacerlo en el momento que necesitan las masas y del modo que sea más comprensible para ellas y logre entusiasmarlas y movilizarlas.

La solución a la contradicción antes comentada, como explicaba Trotsky en los años 30 (años de revolución y contrarrevolución), no está en la cabeza de éste o aquel dirigente sino en la lucha entre las clases. Fundamentalmente, en que la clase obrera encuentre la dirección que le permita ponerse al frente de la revolución y los cuadros revolucionarios sepan ligarse a las masas que siguen a los dirigentes reformistas o centristas (así definía Trotsky a dirigentes que oscilan entre una versión más a la izquierda del reformismo y el marxismo) y dar la batalla con un método correcto en el seno de los partidos, organizaciones y movimientos de masas para ganar a los mejores activistas -y a través de ellos a las masas- para una política marxista.

Si los dirigentes de la UNT (central sindical revolucionaria venezolana), especialmente los del ala izquierda, hubiesen tenido una política genuinamente marxista habrían ganado al grueso del movimiento chavista para la misma. Incluso es posible que el propio Chávez hubiese sido ganado o al menos influido de manera decisiva. Pero los dirigentes de las distintas corrientes de la UNT han desaprovechado, a causa de su oportunismo o ultraizquierdismo, todas las oportunidades de poner a la clase obrera al frente de la revolución y marcar el camino a Chávez y al conjunto del movimiento revolucionario. Al desaprovechar los dirigentes de la clase obrera venezolana su oportunidad de convertirse en un punto de referencia para las masas chavistas, han facilitado los planes de la burocracia reformista, los autodenominados empresarios bolivarianos y, en general, de los sectores procapitalistas para mantenerse en la dirección tanto del movimiento bolivariano como del estado.

Las perspectivas

No obstante, sería un gravísimo error creer -como muchos reformistas y no pocos sectarios- que todo está decidido. Las perspectivas están muy abiertas. Un sector de la burguesía apuesta por seguir desgastando al gobierno al mismo tiempo que se apoya en los reformistas con el objetivo de forzar un giro a la derecha (como lograron en Nicaragua de 1988 a 1990). Esto sólo sería un paso intermedio para, en un determinado momento, sacar a Chávez del gobierno. Este sector comprende que actualmente no tienen fuerza para aplastar a la revolución y un intento prematuro podría convertirse en su contrario, como en abril y diciembre de 2002. Por el momento se centran en el terreno electoral pero mantienen abiertas todas las opciones. De hecho, si el gobierno no toma medidas decisivas antes, es bastante probable que en las elecciones regionales y municipales de noviembre de este año la contrarrevolución gane espacios desde los que poder intensificar su ofensiva.

En un determinado momento, bajo la presión de todas las contradicciones comentadas, incluso es posible un nuevo giro a la izquierda de Chávez, tras el parón y cierto giro a la derecha producido tras el referéndum. Pero el problema, como demostró la reforma constitucional, es que no basta con girar a la izquierda, la cuestión del momento y las propuestas programáticas con que se hace es clave. Cuanto más tiempo se prolonguen las vacilaciones y bandazos actuales más complicada será la situación si intenta girar a la izquierda.

Un punto central es la cuestión del ejército. Si Chávez sigue vacilando, una buena parte de la oficialidad, incluso muchos de los que se dicen amigos de Chávez, tenderá a pasarse a la contrarrevolución. Antes o después, saldrán nuevos Baduel (ex ministro de Defensa y supuesto amigo de Chávez que se ha pasado a la contrarrevolución). La única manera de derrotar a estos sectores es politizando el ejército, construyendo batallones del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en los cuarteles, organizando Consejos revolucionarios de soldados y oficiales en el seno de la Fuerza Armada Nacional (FAN) vinculados a los Consejos de Trabajadores y Comunales, al conjunto de la clase obrera y al movimiento revolucionario, así como basándose en la reserva para crear milicias obreras y populares en los barrios y centros de trabajo.

Si Chávez sigue manteniendo a los sectores reformistas y burocráticos en la dirección del movimiento, acabará atando su destino a éstos y perdiendo apoyo y autoridad entre sectores crecientes de las masas. Pero antes de que la correlación de fuerzas entre las clases cambie y la contrarrevolución encuentre la oportunidad para lanzar una ofensiva abierta, las masas intentarán una y otra vez llevar la revolución hasta el final. Las masas, especialmente la clase obrera, no están agotadas. Hay un cansancio superficial, pero es el cansancio de oír discursos y no ver acciones decisivas. Un acontecimiento importante en la escena nacional e internacional que golpee la conciencia de las masas, un nuevo choque entre revolución y contrarrevolución, agudizará nuevamente la lucha de clases y empujará a la masas a la lucha. Este acontecimiento podría ser precisamente el de un nuevo revés electoral y una intensificación de la ofensiva contrarrevolucionaria. Unido a ello, la inestabilidad -que crece en todo el mundo- y la perspectiva de recesión y decadencia del sistema lejos de favorecer la desmovilización de las masas echa más leña al fuego de la revolución.

Las luchas obreras de Sanitarios Maracay y SIDOR

La lucha de Sanitarios Maracay o, en estos mismos momentos, la de la principal empresa siderúrgica venezolana, SIDOR, muestran el potencial revolucionario que existe en el seno de la clase obrera y los riesgos que existen si ese potencial no encuentra dirección. En Sanitarios, los camaradas de la Corriente Marxista Revolucionaria -que jugamos un papel decisivo en impulsar la toma y puesta en funcionamiento bajo control obrero de la empresa- defendimos que la clave para la victoria era extender la lucha a otras empresas y ganar el apoyo de las bases del movimiento bolivariano, como consiguieron en su día Inveval e Invepal (empresas expropiadas por Chávez). Tras las declaraciones del ministro de Trabajo oponiéndose a expropiar la empresa (que cayeron como un jarro de agua fría sobre los trabajadores) los dirigentes de la UNT de Aragua influidos por las tesis ultraizquierdistas de aquellos que caracterizan a Chávez y al PSUV como burgueses, en lugar de organizar una campaña dirigiéndose al propio ministro, a Chávez y, sobre todo, a las bases del PSUV con un método correcto que permitiese extender la lucha, se limitaron a denunciar públicamente al ministro e incluso algunos al PSUV y a Chávez, sin más. Esto facilitó los planes de la burocracia reformista de aislarles.

Lo ocurrido en Sanitarios contiene valiosas lecciones para una empresa clave como SIDOR, empresa de propiedad privada, que agrupa a miles de trabajadores y está en lucha en este momento. Los trabajadores de SIDOR sólo podrán romper el cerco que intenta establecer a su alrededor tanto la burguesía como la burocracia reformista si adoptan como eje central de su lucha la nacionalización de la empresa bajo control obrero, vinculan esta consigna a la defensa y profundización de la revolución y se dirigen a la dirección y las bases del PSUV y del movimiento bolivariano, así como al conjunto del movimiento obrero y popular (organizando asambleas en los barrios, centros de estudio, con los Consejos Comunales, en otras empresas) con un método correcto que deje claro ante el conjunto del movimiento que la nacionalización bajo control obrero haría avanzar la revolución frente a la nefasta política del ministro de Trabajo y la burocracia del estado que están apoyando a la multinacional argentina Ternium, y que sólo contribuye a minar el apoyo a la revolución.

El Congreso Fundacional del PSUV

El acontecimiento político más importante se estos tres primeros meses de 2008 ha sido sin duda el Congreso del PSUV. Frente a todos los sectarios que decían que el Congreso del PSUV estaría totalmente controlado por la burocracia, en noviembre de 2007 escribíamos: "Todas las contradicciones de la revolución se expresarán en el PSUV. Las masas lucharán por intentar convertir a éste en el instrumento que necesitan para completar la revolución y chocarán inevitablemente con la burocracia reformista en el interior del partido". Esto es lo que hemos visto en el Congreso Fundacional del partido y lo que veremos en los próximos meses.

Cada vez que la burocracia reformista intentó controlar el Congreso, chocó con la respuesta indignada de los delegados, que en muchos casos se reunían con las asambleas de base que les habían elegido para discutir qué propuestas apoyar.

Los documentos inicialmente presentados, que planteaban que el PSUV era un partido interclasista, antimperialista pero no anticapitalista, fueron modificados por la intervención de los propios delegados a lo largo de las seis semanas que duraron los trabajos del congreso. Finalmente, el PSUV se declara un partido de clase y anticapitalista basado en el socialismo científico y el pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Trotsky es considerado un componente fundamental de la ideología del partido junto con el pensamiento bolivariano.

La propia elección de la dirección nacional del partido, a pesar de que la izquierda llegó al Congreso totalmente desorganizada y de que se adoptó un método de elección que favorecía la presencia de los dirigentes del aparato o más conocidos mediáticamente, reflejó el ansia de renovación y la búsqueda de alternativas por la izquierda. Varios gobernadores y alcaldes quedaron fuera de los elegidos, dirigentes identificados con las posiciones más a la derecha recibieron un claro voto de castigo y la gran mayoría de los 80.000 portavoces elegidos por la bases que tenían derecho a voto apoyaron a los candidatos que aparecían más a la izquierda o menos vinculados a la burocracia.

Es significativo lo ocurrido con el camarada Freddy Acevedo, dirigente estudiantil del Estado Táchira, en la frontera con Colombia, y colaborador de la Corriente Marxista Revolucionaria agrupada en torno al periódico El Militante (Vocero Marxista del PSUV). Freddy llegó al congreso como un delegado más y su defensa pública de la ideas del marxismo y de propuestas como luchar contra el saboteo económico expropiando y estatizando la banca, los monopolios y los latifundios bajo control obrero, le valieron el apoyo masivo de su delegación y de muchos delegados de otras zonas para ser incluido entre los 69 candidatos a la dirección nacional propuestos por Chávez, de entre los cuales las bases debían elegir a los 15 titulares y 15 suplentes que integran la dirección. Finalmente, a pesar de no tener casi medios ni tiempo para hacer campaña, logró 9.000 votos, alrededor del 10% del total, quedando en la posición 43 a nivel nacional y siendo el cuarto candidato más votado en la capital de Táchira, San Cristóbal. Dirigentes archiconocidos del ala derecha del movimiento como Diosdado Cabello rondaron los 15.000 votos y el último de los treinta que entró en la dirección tuvo 12.000 votos. Esto refleja el potencial que hay para las ideas del marxismo.

La revolución venezolana, que se ha extendido ya casi diez años, puede prolongarse todavía algún tiempo más. Esto refleja lo enormemente favorable que es la correlación de fuerzas. La burguesía y el imperialismo no son suficientemente fuertes para derrotar la revolución. Pero la clase obrera -que es la única que puede acabar con el capitalismo- no termina de hacerlo a causa de la ausencia de una dirección con un plan consciente que le permita desplegar toda su fuerza y ponerse al frente del conjunto de los oprimidos. La clave de la revolución está en las masas, y muy especialmente en la clase trabajadora. Sólo la construcción de una corriente marxista de masas en el seno del PSUV y del movimiento revolucionario, basada en la clase obrera y que gane a los mejores activistas obreros y juveniles y, a través de ellos, a las masas para los métodos y el programa del marxismo puede garantizar que la revolución no sólo no sea derrotada, sino que triunfe definitivamente.