Huelga general masiva en Bélgica: nada se movía, ni por el aire, ni por carretera, ni por el agua.

“Es la huelga más potente que haya tenido lugar jamás” comentó Marie-Hélène Ska, secretaria general del sindicato cristiano CSC. Y tiene razón. El paro nacional del lunes 15 de diciembre fue sin duda la más “general” de todas las huelgas generales de 24 horas en la rica historia huelguística de Bélgica.

Con esta huelga culminaban seis semanas de lucha intensa que comenzaron con una manifestación masiva de 120.000 trabajadores en Bruselas, seguida por tres huelgas regionales. Los trabajadores se oponen a la política reaccionaria del gobierno federal, el más a la derecha desde la Segunda Guerra Mundial.

Dicho gobierno está compuesto por los nacionalistas de derecha flamencos del N-VA, los partidos liberales de las dos regiones lingüísticas y por el partido demócrata – cristiano de Flandes. Su programa se inspira en el thatcherismo, y se muestra claramente decidido a entrar en confrontación abierta con el movimiento obrero.

Los dos partidos socialistas – el SP.a flamenco y el PS francófono – en el poder desde hace un cuarto de siglo, han sido desplazados del gobierno federal. Las medidas gubernamentales incluyen el retraso de la edad de jubilación a los 67 años, el fin de las jubilaciones anticipadas, la no aplicación de la escala móvil de salarios, la congelación salarial y numerosos otros ataques que se convierten en dinamita en el sistema social belga.

Por si sola, la no aplicación de la escala móvil de salarios le costaría a un trabajador con 30 años de edad a día de hoy, una cuantía acumulada de aproximadamente 30.000 € al final de su carrera. El nuevo sistema de pensiones para los trabajadores de la función pública conllevaría una pérdida neta mensual de entre 100 y 200 € aunque algunos perderían hasta 450 € netos cada mes. Los desempleados enfermos perderán hasta 269 € mensuales. Estos ataques no son nuevos. El gobierno anterior, presidido por el Primer Ministro socialista Elio Di Rupo ya había llevado una política de austeridad a gran escala. Sin embargo, la política del primer gobierno de derecha homogéneo de los últimos 25 años ha acelerado de forma brutal el ritmo y el alcance del programa a favor de la patronal.

La más “general” de las huelgas generales.

El día 15 de diciembre, nada se movía, fuese por el aire, por la carretera o por el agua. Los pilotos de los puertos se cruzaron de brazos desde las cinco de la tarde del domingo, imposibilitando todo movimiento dentro o fuera de los puertos. Unas horas antes, las autoridades holandesas de la navegación habían interrumpido todo el tráfico hacia el puerto de Amberes por “razones de seguridad”, ampliando de facto la huelga de 24 horas a una de 48.

También se detuvo el tráfico en los canales. Luego, los 10.000 estibadores de los puertos de Gante, Zeebrugge y Amberes pararon el trabajo. Nadie trabajó. A las diez de la noche los controladores aéreos cerraron el espacio aéreo de Bélgica a todos los transportes civiles. Al mismo tiempo, todo el tráfico ferroviario quedó paralizado durante un día entero. Ninguno de los 3.800 trenes, que transportan 750.000 viajeros cada día, llegó a circular.

El lunes por la mañana, todos los transportes públicos, es decir los tranvías, autobuses y el metro, se quedaron en sus hangares. Los sindicatos de camioneros también habían llamado a la huelga general y tuvieron éxito: muy pocos camiones fueron vistos por las carreteras. Todos los sectores económicos quedaron paralizados o trabajaron al mínimo. El mayor complejo petroquímico de Europa, situado en el puerto de Amberes, quedó herméticamente clausurado por los piquetes sindicales. Lo mismo ocurrió en los servicios públicos, los colegios, las grandes superficies y los bancos más importantes.

Hasta el Banco Nacional de Bélgica estaba en huelga. Algunas ciudades parecían desiertas. La circulación general en el país era similar a la de un domingo a las siete de la mañana. El frente común de los tres sindicatos – la FGTB/ABVV socialista, la CSC/ACV cristiana y la CGSL/ACLVB liberal – también colocó controles de carreteras en todos los polígonos industriales y principales vías de acceso a los mismos. Esta es una táctica necesaria para permitirles a los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas sin presencia sindical el poder participar a la huelga.

Otro aspecto importante es el desarrollo de un movimiento que une a los trabajadores del mundo de la cultura, artistas, etc. y los sindicatos en un frente llamado “Hart Boven Hard / Tout Autre Chose”.  Por iniciativa suya, se organizaron piquetes volantes en bicicleta. En Amberes, unas 1.000 personas participaron a estos piquetes ciclistas. Muchos artistas y cantantes no solo expresaron su solidaridad sino que también compusieron canciones, recuperando así una tradición que se remonta a los primeros años del movimiento obrero y a los momentos más fuertes de la lucha de clases en el pasado.

Sintomático es también el hecho de que distintas escuelas, como las que forman a los futuros trabajadores sociales, hayan organizado reuniones durante la huelga, para tratar de temas sociales y políticos más amplios.

La unidad de clase sesga la hierba bajo los pies del nacionalismo

No menos importante es el hecho de que la extensión e intensidad de la huelga fueron muy similares de los dos lados de la frontera lingüística. La tesis de los nacionalistas flamencos de derecha, que presenta Bélgica como un país formado por dos democracias diferentes – una democracia flamenca y otra francófona – se ve rechazada por el movimiento de los trabajadores.

En realidad, este movimiento de la clase trabajadora, lo que revela es la existencia de otras dos “democracias” en Bélgica, concretamente la de los ricos y la de los trabajadores y pobres. A lo largo de las tres jornadas de huelga regional que precedieron la huelga nacional del 15D, dos provincias flamencas y dos provincias francófonas estuvieron cada vez en paro el mismo día.

En Amberes, ciudad gobernada por un alcalde reaccionario, el también presidente del N-VA, Bart De Wever, la huelga regional fue impresionante. Amberes volvió a ser una “union town”, como en la canción de Tom Morello (https://www.youtube.com/watch?v=a5ZT71DxLuM).

En otra provincia flamenca, Flandes Oriental, unos 500 piquetes se formaron delante de las fábricas, movilizando a unos 8.000 trabajadores. Nunca antes una huelga había afectado a tantas fábricas en esta provincia.

Los estudiantes también apoyaron la huelga de los trabajadores, sobre todo desde que el gobierno ha subido los gastos de escolarización en un 50%. De hecho, eran los estudiantes los primeros en protestar por las calles. La lucha de clases ha claramente sesgado la hierba bajos los pies del nacionalismo y sus muchos años de propaganda de división. Mediante este movimiento, la clase trabajadora vuelve a ser consciente de su existencia en tanto que clase social distinta con intereses comunes, independientemente de la lengua o el origen nacional.

El alcance de la huelga general ha mostrado que, a pesar del desempleo masivo, el trabajo precario, la subcontratación, etc, la clase trabajadora sigue desarrollándose como una fuerza poderosa, una vez que empieza a ponerse en movimiento.

Sin embargo, el movimiento real es mucho más que un movimiento sindical en contra de los recortes presupuestarios y la austeridad. En los piquetes, los trabajadores empiezan por quejarse de las condiciones generales de trabajo antes de hablar de las medidas gubernamentales. Un cuestionamiento más general de la sociedad capitalista impregna el movimiento de huelga.

Al mismo tiempo, la huelga es una reacción contra todas las concesiones y retrocesos que les fueron impuestos por la patronal y que fueron aceptados por los dirigentes sindicales así como por numerosos delegados. “No vamos a seguir pagando por su crisis”, esta es una reacción cada vez más común entre los trabajadores. No por casualidad, la reivindicación de un “impuesto sobre la fortuna” recibe el apoyo del 85% de la población flamenca. Y lo que es más significativo aún: más del 70% de los electores del N-VA están a favor de esta reivindicación. En un país en el que 12.000 nuevos millonarios se han añadido a la lista el año pasado, donde los CEOs y empresarios pagan literalmente menos impuestos que sus chóferes y sus criadas, esta reivindicación ha alcanzado un alto nivel de popularidad.

Esta es también la principal demanda programática del Partido del Trabajo de Bélgica (PTB), un partido de izquierda todavía pequeño pero en pleno crecimiento. Aunque en si mismo, un impuesto sobre la fortuna no acabará, evidentemente, con la austeridad y la crisis del capitalismo. Por su parte, los partidos socialistas (flamenco y francófono) tienen muchas dificultades para adaptarse a la oposición. Aunque apoyen oficialmente a los sindicatos, carecen de legitimidad – especialmente a los ojos de los trabajadores más avanzados – debido a que el gobierno regional valón, dirigido por el Partido Socialista, se halla implicado en políticas similares.

¿”Tan poco belga”?

El gobierno intentó intimidar a los trabajadores movilizando la totalidad de las fuerzas policiales, unos 12.000 agentes, de los que unos 500 eran aún estudiantes en formación. En Amberes, el Estado llegó a pedirle ayuda a la policía holandesa, que le prestó 17 furgones policiales, en una emotiva muestra de solidaridad entre aparatos represivos.

De hecho, el lenguaje bélico de Jan Jambon, el ministro de Interior del N-VA, contra los sindicatos ha tenido un efecto boomerang y ha contribuido a fortalecer la determinación de los trabajadores. Al mismo tiempo, está llevando a los trabajadores a reflexionar acerca del tan alabado modelo belga de concertación y consenso social y en qué se ha convertido.

Para mucha gente, la fuerte polarización social y política, la negativa del gobierno a negociar con los sindicatos y la fuerte movilización de la policía eran algo ¡“muy poco belga”! En realidad, esta idea de que una lucha de clases aguda es “poco belga” se basa en la ignorancia de la historia del movimiento obrero. Desde el siglo XIX, el país vio numerosas huelgas generales, la más famosa siendo la larga huelga general de 35 días durante el invierno de 1960/61 (ver video Video)

De hecho, esta tendencia al endurecimiento de las relaciones sociales, la política de confrontación deliberada con los trabajadores y los sindicatos, particularmente en el lugar de trabajo, el abandono de facto de las políticas de consenso social, ha comenzado hace ya muchos años. La base material de esta tendencia es, por supuesto, la crisis del capitalismo.

La dependencia de la economía belga de las exportaciones no hace sino profundizar esta evolución. Los trabajadores necesitan tiempo para analizar la situación y sacar todas las conclusiones políticas necesarias. Quienes más dificultades muestran para comprender este proceso son, por supuesto, los dirigentes sindicales. Siguen agarrándose desesperadamente a los mecanismos de negociación, esperando ilusorias soluciones beneficiosas para las dos partes. En realidad, viven en el pasado.

El gobierno y la patronal  no tienen intención de ceder, sin embargo querrían neutralizar a los dirigentes sindicales mediante una parodia de negociaciones, una especie de juego de sombras del diálogo social. Pero muchos de los trabajadores que estuvieron en los piquetes, incluidos algunos dirigentes sindicales, no se hacen ilusiones con este “diálogo social”. Saben que es una trampa y quieren continuar la lucha hasta el final, hasta la caída del gobierno.

Varias centrales sindicales han llamado ya a continuar con las huelgas y manifestaciones. Una nueva huelga general podría estar a la orden del día para enero o febrero de 2015. Este armisticio social tácito será de corta duración.

Las seis semanas de crisis social también han tenido un efecto político espectacular. Solo el 20% de la población apoya al gobierno federal, el nivel más bajo para un gobierno desde que este tipo de sondeos existe en Bélgica. En Flandes los partidos en el gobierno han perdido el 11% de su apoyo. El partido demócrata-cristiano flamenco, el único partido miembro del gobierno que mantiene lazos con el movimiento obrero a través del sindicato cristiano, se encuentra sometido a una fuerte presión. Una quinta parte de sus electores dicen lamentar su voto.

Las opiniones y actitudes políticas están cambiando rápidamente en las condiciones actuales, lo que convierte la situación en Bélgica en muy explosiva.