Golpe de estado en venezuela

A las 9’30 de la noche de este 12 de abril, la cúpula militar venezolana se ha opuesto con las armas al proceso abierto en este país tras el triunfo electoral de Hugo Chávez con el 60% de los votos, el pasado 6 de diciembre de 1998.

Nuevamente la burguesía ha demostrado estar dispuesta a llegar hasta el final a la hora de defender sus intereses y privilegios. Se ha iniciado ya una espiral de represión con registros y detenciones de diputados, concejales, alcaldes y activistas bolivarianos.

Desde su llegada a la presidencia de Venezuela, el movimiento encabezado por Chávez fue visto como un peligro para los intereses de la burguesía y el imperialismo que durante décadas habían esquilmado los recursos económicos de este país, sumiendo a la inmensa mayoría de la población en la pobreza. Pero fue a partir de noviembre, con la aprobación de la Ley de Tierras, la Ley de Hidrocarburos y la Ley de Pesca cuando la campaña de acoso y derribo al gobierno tomó un cariz violento e imparable, con el apoyo activo de la burguesía internacional y sus medios de comunicación, como se ha puesto de manifiesto en la postura pro golpista de todos los periódicos, radios y televisiones del mundo “civilizado”.

Estos “demócratas” y “progresistas” de pacotilla no dudan en apoyar un golpe de estado que llevará a cabo una brutal represión -si los trabajadores y jóvenes no lo impiden- contra todo opositor al nuevo orden establecido y que no sería de extrañar que superase el baño de sangre orquestado por el corrupto ex presidente demócrata Carlos Andrés Perez durante el caracazo de 1989, con más de 3.000 muertos y cientos de heridos. A la hora de la verdad estos plumíferos a sueldo, que se llenan la boca de palabras como democracia, justicia y progreso, demuestran en que lado de la barricada están y dan su apoyo sin fisuras a la reacción. Con la desvergüenza que les caracteriza hablan del “fin de la dictadura chavista” sin querer recordar que, hasta este momento, Chávez es el presidente elegido democráticamente en las urnas y legitimizado con el 90% de los votos en el referéndum de diciembre de 1999, mientras que políticos que están intentando aparecer como los “demócratas que vuelven a Venezuela tras una dictadura”, como Carlos Andrés Pérez fueron condenados por el Tribunal Supremo, antes incluso de que Chávez ganara las elecciones, por corrupción y tuvieron que salir huyendo a un exilio dorado en Miami, siendo barridos del panorama político como demostró el colapso de Acción Democrática y el Copei. El cinismo de estos burgueses corruptos llega a límites insultantes cuando presentan la detención de Chávez como una “renuncia” voluntaria... ¡renuncia de las armas apuntando al Palacio de Miraflores! y cuando culpan de los muertos en la manifestación a francotiradores chavistas, mientras que según las últimas informaciones parece ser que esto no es así, ya que la mayoría de estos muertos son seguidores chavistas, como reconoce la propia BBC de América Latina en Internet.

El gobierno de Chávez

Como hemos explicado en anteriores análisis, la victoria de Chávez fue el resultado del descontento y el malestar social que existía en una gran mayoría de la población venezolana, que veía como la miseria se generalizaba en Venezuela. No hay que olvidar que a pesar de que Venezuela es el sexto país productor de petróleo de la OPEP y el octavo en reservas mundiales de crudo, el 60% de su población vive bajo el umbral de pobreza.

Por desdicha, en lugar de basarse en ese inmenso apoyo que le demostraron los trabajadores y los pobres de Venezuela para llevar a cabo un programa socialista de expropiación de la burguesía y la instauración de un régimen de economía planificada bajo el control de los trabajadores, que hubiera podido colmar las aspiraciones reflejadas en su triunfo, Chávez intentó reconciliar lo irreconciliable: intereses de clase absolutamente opuestos y antagónicos. Así, mientras utilizaba un lenguaje populista y radical, la realidad era que hacia constantes llamamientos a los empresarios para invertir y garantizar sus beneficios en la “República Boliviariana de todos los venezolanos”. Es tristemente irónico que, como explicaba un profesor de la Universidad Autónoma de Madrid en la Cadena SER, “las empresas norteamericanas del petróleo en estos tres años han aumentado un 20% sus beneficios en Venezuela”.

Chávez confiaba en que, efectivamente, la riqueza generada por el petróleo daba de sí lo suficiente como para hacer un “reparto” de la misma más justo y equitativo, sin romper necesariamente con el capitalismo, y que así sería más fácil y menos traumático acabar con la pobreza en Venezuela. Creía que era posible aplicar una serie de leyes que pusieran freno al caciquismo y la rapiña tradicional de la oligarquía venezolana, para construir una República Bolivariana donde todos juntos, trabajadores y empresarios, vivieran en paz y armonía; es decir, un capitalismo “nacional venezolano de rostro humano”.

La realidad, desgraciadamente, pone de manifiesto una vez más cómo las alternativas que, a priori, parecen más “fáciles” y menos “radicales” suelen acabar aplastadas por golpes de estado, en los que la mayoría de la población paga un precio demasiado alto por la confusión y la debilidad política de sus dirigentes. Nuevamente se demuestra que no hay “terceras vías” para acabar con los horrores del capitalismo.

La reacción toma la ofensiva

Tres años son muchos años sobre todo para los pobres de Venezuela que viven en condiciones infrahumanas y que tienen que buscarse el pan diariamente en la calle.

Las necesidades de acabar con la pobreza son urgentes desde que se eligió a Chávez como presidente. Estos años de oscilaciones y dudas sobre el camino a seguir por el gobierno, han provocado confusión y desgaste en sectores de las masas que apoyaron el proceso “bolivariano”, permitiendo a la reacción recomponer una base de masas, sobre la que se han apoyado todos los sectores oposicionistas para organizar el movimiento contrarrervolucionario.

Por otro lado, el Movimiento V República jamás hizo un llamamiento serio a la clase obrera a organizarse y tomar el control y las riendas del proceso en sus manos, ya que las riendas estaban en manos del presidente que contaba con el supuesto apoyo del ejército y, por lo tanto, la tarea del movimiento obrero se limitaba simplemente a apoyar las medidas tomadas. Y aún así, durante todo este tiempo que la reacción aprovechó para reaorganizar sus fuerzas, cientos de miles de pobres y trabajadores participaban en las manifestaciones y marchas de apoyo al gobierno contra el movimiento contrarrevolucionario de los escualidos.

El mejor momento de golpear a la reacción para evitar lo que está ocurriendo ahora, fue desde diciembre del 98 a diciembre del 99. En esos momentos, Chávez hubiera podido dirigir una auténtica revolución contra el capitalismo, basándose en la fuerza, la organización y la confianza de la clase obrera, los campesinos y los pobres de Venezuela.

El problema central es que Chávez, a pesar de todos los acontecimientos desarrollados en los últimos meses, no ha sido tan consecuente y decidido como sus enemigos.

La realidad es que mientras utilizaba un lenguaje populista y radical, permitía a la burguesía organizarse con la inestimable colaboración de la Iglesia Católica y los corruptos líderes sindicales de la CTV. De esta manera, la reacción tomó la iniciativa con la convocatoria de un cierre patronal el 10 de diciembre y la organización de diferentes manifestaciones y marchas contra el gobierno durante los meses de enero, febrero y marzo de este año.

En esos momentos Chávez debería haber optado por llevar hasta sus últimas consecuencias las promesas que le conquistaron el apoyo del 90% de la población en 1999.

Sin embargo prefirió tomar una actitud defensiva. En lugar de ser absolutamente beligerante contra la reacción, dejó que ésta se recuperase del golpe recibido en las elecciones y reorganizara sus fuerzas. En vez de hacer un llamamiento a los trabajadores para que tomasen el control de las empresas, los bancos y la tierra con el fin de evitar el boicot a las leyes aprobadas y llevar éstas hasta el final, intentó contentar al FMI cuando en enero aprobó un recorte presupuestario del 22%. En lugar de buscar la solidaridad de los trabajadores y jóvenes en América Latina y el resto del mundo, que veían con enormes simpatías el proceso abierto en Venezuela, buscó apoyos en las burguesías de las “democracias occidentales” (incluyendo EEUU) que nunca encontraría. Cuando la contrarrevolución organizaba las marchas y manifestaciones contra el gobierno, en vez de tener una actitud decidida y sin reservas en la lucha contra la reacción, se limitaba a convocar manifestaciones y marchas de apoyo al gobierno, con llamados constantes a la calma y a “no caer en provocaciones”.

¡La reacción nunca precisa de “provocaciones” para actuar! Simplemente le basta otear el peligro de un proceso revolucionario para que lo haga.

De otro lado, Chávez había confiado demasiado en la supuesta lealtad personal de los oficiales del ejército, sin tener en cuenta que, precisamente, el ejército es el arma que reserva la burguesía para utilizar en momentos en los que ve peligrar su posición de clase dominante en la sociedad. La confianza de Chávez ha permitido que durante estos años, en especial durante los últimos meses, la burguesía recompusiera el control sobre la cúpula militar que hasta cierto punto había perdido al principio del proceso. Como decía Engels, y la amarga experiencia del movimiento obrero internacional conoce, “el Estado son grupos de hombres armados en defensa de unos intereses”.

No entender esto, llevó a Chávez a supeditar la organización de base del movimiento al papel de los militares, con declaraciones constantes como que “los garantes de la democracia” eran las Fuerzas Armadas, “leales al movimiento bolivariano” e incluso cuando la reacción lanzó la ofensiva en diciembre con manifestaciones, llegó a declarar que a sél no le sucedería como Allende ya que “tenemos los F-18”.

¿Qué va a pasar en Venezuela?

Aunque en estos momentos todavía existe una gran confusión en la información que están transmitiendo todas las cadenas “democráticas” parece ser que el golpe ha triunfado en Cáracas aunque todavía no conocemos si está habiendo algún tipo de oposición en sectores de la población, los trabajadores e incluso del ejército. Parece ser que el gobernador de un estado fronterizo con Colombia se ha declarado en rebeldía y no reconoce a la junta golpista.

La Junta Militar presidida, nada más ni nada menos, por el jefe de la patronal, Pedro Carmona, ya ha anunciado que celebrá nuevas elecciones el próximo 8 de diciembre, como se han encargado de remarcar todas las “democracias occidentales”.

Pero, ¿ante qué estamos realmente?

No hay ninguna duda. Estamos ante un golpe de estado reaccionario al frente del cual están los enemigos de la clase obrera y sectores oprimidos de la población y que, como suelen hacer, prometen que traeran la democracia que ellos mismos acaban de derrocar en unas “futuras” elecciones.

Pero la realidad será que este gobierno doblegará por la fuerza cualquier oposición a sus planes que no son otros que garantizar la estabilidad y el mantenimiento del capitalismo en Venezuela, que, como la experiencia demuestra, es el único capitalismo que hay: un capitalismo basado en la opresión, la explotación y el empobrecimiento de la mayoría de la población.

Derogarán todas las leyes aprobadas por el gobierno anterior y que podrían poner en entredicho la sacrosanta propiedad privada de los medios de producción, de los latifundios y los recursos económicos.

Esta Junta militar sólo permitirá la democracia formal en Venezuela siempre y cuando no se pongan en peligro sus intereses de clase.

La única manera de que estos planes de la burguesía y el imperialismo no se lleven a efecto, dependerá de la capacidad que tenga el movimiento para oponerse en las próximas horas, organizando una huelga general contra los golpistas.

Los golpistas harán pagar caro al pueblo venezolano el apoyo dado a Chávez. Ya han empezado. Ahora tenemos que pararles.

En estos últimos meses ha sido la patronal la que ha paralizado la economía ahogando las iniciativas del gobierno. ¡Es hora de que los trabajadores actuemos! Si nosotros lo decidimos la Junta Militar no podrá hacer nada. Sin nuestro permiso no funcionan los teléfonos, no funciona la electricidad, no funcionan los transportes, no funcionan las transacciones bancarias, no hay producción industrial, en definitiva, sin nosotros no funciona nada.

Un movimiento de este tipo que lanzara un llamamiento internacional de solidaridad al resto de los trabajadores, encontraría un eco inmediato en las masas de Argentina y en el resto de América Latina y desenmascararía ante los trabajadores en Europa la posición seguidista del imperialismo que están manteniendo en toda la escena internacional la mayoría de los dirigentes de las organizaciones tradicionales políticas y sindicales de la izquierda al identificar un golpe reaccionario como el que acaba de tener lugar en Venezuela con un “movimiento democrático de liberación popular”.

13 de abril, 2002