Elecciones legislativas argentinas: El malestar social busca una expresión política

Las elecciones legislativas argentinas del 14 de octubre han puesto de manifiesto varias cosas: en primer lugar, el enorme descontento acumulado en la sociedad, en segundo lugar la crisis y divisiones existentes en el seno de la clase dominante y, por último, pero lo más importante de todo, la búsqueda por parte de cientos de miles de jóvenes y trabajadores (así como de sectores de las capas medias) de una alternativa de izquierdas frente a la crisis económica, social y política que atenaza al país.

Hace dos años, cuando analizábamos en El Militante la amplia victoria electoral obtenida por Fernando De la Rúa, candidato de la Alianza (coalición electoral entre la burguesa Unión Cívica Radical &endash;UCR- y el FREPASO (heterogéneo frente formado por socialistas y peronistas de izquierda al que se unieron grupúsculos demócrata-cristianos), afirmábamos que este apoyo se resquebrajaría muy rapidamente. Llegados al poder en un contexto de crisis y con un programa capitalista, los dirigentes de la Alianza se enfrentarían a una respuesta masiva del movimiento obrero en la calle que provocaría divisiones y rupturas en ambas organizaciones, así como en la propia oposición, el peronista Partido Justicialista (PJ), incapaz también de ofrecer una alternativa coherente a la crisis. El pronóstico de los marxistas se ha visto totalmente confirmado: tan sólo dos años después, cinco huelgas generales en doce meses y divisiones en todos estos partidos es el escenario que encontramos.

Voto masivo de castigo contra el gobierno

Los principales derrotados el 14 de octubre han sido el presidente De la Rúa y su ministro de Economía, Domingo Cavallo. De la Rúa ha pasado en dos años de obtener un respaldo masivo (alrededor del 50%de los votos) a presentar los índices de popularidad más bajos que se le recuerdan a un presidente del país; Cavallo ve como su partido Acción por la República , que recogía un apoyo de más del 10% en las últimas elecciones, fundamentalmente entre las capas medias urbanas, desaparece practicamente del mapa.

El gran beneficiado por el desplome electoral aliancista ha sido el PJ, que aumenta sus escaños y consigue la mayoría en ambas cámaras (es la primer vez que un gobierno argentino está en minoría tanto en el Congreso como en el Senado). No obstante, este avance parlamentario no puede ocultar el hecho de que el PJ también se ve castigado por una parte del electorado (pierde 800.000 votos respecto a anteriores elecciones) y, desde luego, no consigue recoger el grueso del voto de descontento con el gobierno, que se va hacia el llamado "voto bronca" (abstención más nulos) y en parte hacia las opciones de izquierda. Los diez años de gobierno del PJ, con Menema a la cabeza, caracterizados por un ajuste brutal contra los trabajadores y los sectores más pobres de la sociedad, por la extensión del paro y las desigualdades, por las privatizaciones a precio de saldo y la corrupción, están frescos todavía en la conciencia de muchos argentinos.

Divisiones en el gobierno... y en la oposición

Por otra parte, aunque los dirigentes actuales del justicialismo han intentando marcar distancias respecto al ex-presidente (hoy procesado por corrupción y vínculos con el tráfico de armas), su oposición al gobierno brilla por su ausencia. El débil gobierno De la Rúa no habría podido aprobar y aplicar buena parte de su política reaccionaria sin la anuencia más o menos explícita de los senadores, congresistas y gobernadores regionales del PJ, que ya contaban con mayoría en el Senado y han apoyado mayoritariamente medidas como la reforma laboral y otros ataques parecidos.

A pesar del éxito que supone para el PJ disponer de una mayoría tan holgada, el partido está recorrido por profundas divisiones y con mayoría en ambas cámaras ,y en un escenario de mayor agudización de la lucha de clases (la crisis económica obligará a nuevos ataques por parte de la burguesía y nuevas movilizaciones de los trabajadores), estas se profundizarán. Hasta cuatro líderes se disputan la nominación presidencial para el 2003. Alguno de ellos, como Duhalde, ya ha empezado a desempolvar un discurso más cercano al populismo peronista clásico que al liberalismo a ultranza de los últimos años y cuenta con el apoyo de la CGT (sindicato peronista) rebelde, mientras que la CGT oficial parece apoyar al gobernador de Córdoba, De la Sota.

Estas divisiones son aún más profundas en los partidos de la Alianza y la debacle electoral las profundizará. Sectores de la UCR, presionados por la situación social, han criticado muy duramente al propio gobierno y defendido un giro hacia un mayor proteccionismo hacia la industria nacional y un ajuste menos traumático. Uno de los líderes radicales, Terragno, ha salvado su escaño orientando su campaña como si se tratase de un miembro de la oposición al gobierno; el propio Alfonsín, líder de la UCR, ha sido acusado de estar preparando un giro hacia un programa y un discurso populistas para combatir el desgaste del gobierno. En el FREPASO ha habido algunos sectores que se han escindido y la mayoría sigue en la Alianza pero sin participar en el gobierno y a menudo votando contra él.

Crecimiento de la izquierda

Pero uno de los aspectos más destacables de estas elecciones es el crecimiento experimentado por todas las opciones que se declaraban de izquierdas.

Si en la última convocatoria electoral la tercera fuerza, tras la Alianza y el PJ, era el partido abiertamente neoliberal de Cavallo, hoy este lugar lo ocupa &endash;con casi 20 diputados- la candidatura (Alternativa por una República de Iguales) ARI, una escisión de la Alianza formada hace tan sólo unos meses por los diputados de la UCR que votaron contra la reforma laboral y denunciaron la corrupción parlamentaria. En las listas de ARI figuraban igualmente en puestos destacados sectores procedentes del FREPASO como los socialistas de Alfredo Bravo e incluso dirigentes sindicales de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). ARI se declara de "centroizquierda", ha centrado su campaña en la denuncia del llamado neoliberalismo, la corrupción y el parasistismo del capital financiero y defiende más proteccionismo e intervención estatal para construir un capitalismo "nacional", "honrado" y "más justo socialmente".

Otra agrupación de parecidas características que obtiene un buen resultado (y que podría acabar fusionándose con ARI) es el Polo Social, liderado por un cura de una barriada popular de Buenos Aires, y en cuyas listas se han presentado peronistas de izquierdas, algunos activistas de la CTA e incluso un dirigente del movimiento piquetero como Luis D´Elia.

Junto a estas alternativas con un discurso radical pero un programa y origen de clase confusos y contradictorios (tanto los dirigentes de ARI como la mayoría de los del Polo Social proceden de la pequeña-burguesía y han criticado en distintas ocasiones lo que ellos consideran excesivo radicalismo del movimiento obrero piquetero), todos los grupos y partidos pertenecientes a la muy fragmentada izquierda y extrema-izquierda argentina ven aumentar su apoyo, obteniendo el mejor resultado de su historia. Incluso dos de ellos (IU &endash;Izquierda Unida- y la lista impulsada por el ex diputado del MAS, Luis Zamora) logran una representación en el Congreso de la que carecían. El crecimiento de la izquierda se da más claramente en los núcleos urbanos y en especial en la ciudad de Buenos Aires dónde los votos de todas las opciones de izquierda superan el 25%.

El "voto bronca"

La otra "opción electoral" que mas crece es el llamado "voto bronca". En Argentina el voto es obligatorio, sin embargo la abstención, unida al espectacular porcentaje de votos nulos (14%) y a los votos en blanco, se acerca a nada más y nada menos que el 45% del censo electoral. Según el periódico Página 12, el 30% de los jóvenes se inclinaron por mostrar su protesta de este modo. Por otra parte, un estudio sobre la extracción de clase de este voto lleva, además, (según los diferentes analistas que han estudiado los datos) a la conclusión de que, en el caso de la abstención, procede mayoritariamente de los sectores más empobrecidos y golpeados por la crisis, y en el del voto nulo de sectores de las capas medias (profesiones liberales, intelectuales, técnicos,etc) que a los efectos ruinosos de la crisis unen una visión muy crítica de la política oficial burguesa.

Este voto de protesta , unido al crecimiento de la izquierda y al hecho de que la gran mayoría de la base social peronista (y, por extensión, de los votos del PJ) es también de extracción obrera, muestra el potencial que existe en estos momentos para el surgimiento de un referente politico de masas basado en la clase obrera y dotado de un programa que rompa con la burguesía y proponga una transformación profunda de la sociedad. Pero, al tiempo, la abstención y los votos nulos también reflejan la ausencia de una alternativa que ilusione a muchos sectores de la población y transmita la sensación de que puede cambiar las cosas, así como la necesidad imperiosa de que la clase obrera construya esa alternativa y pueda ganar a las capas medias (hartas de la crisis y golpeadas por la sensación de decadencia nacional y la profundidad de la corrupción) para su causa y evitar que puedan servir de base social en un futuro a la reacción.

Divisiones en la clase dominante

Si los dirigentes de la CTA y de las centrales peronistas ofreciesen un cauce político al movimiento ascendente de los trabajadores (que en poco más de un año ha protagonizado más de 5 huelgas generales)la clase obrera podría tomar el poder en poco tiempo. A través de la creación de comités populares elegibles y revocables democráticamente en cada barrio, fábrica, etc y con la coordinación estatal de estos sería posible forjar la unidad en la lucha de los trabajadores contra los planes reaccionarios del imperialismo y la burguesía y construir un poder representativo y democrático alternativo a las corrompidas y desprestigiadas instituciones estatales burguesas. Esto es lo que deberían estar defendiendo los dirigentes obreros y no los pactos con polítcos burgueses que ,una vez sí y otra también, acaban traicionando al pueblo.

Sin embargo, tras cada huelga general, estos dirigentes se han dedicado a frenar la lucha, dando oxígeno al gobierno e intentando llegar a acuerdos con él. La aceptación del capitalismo por parte de estos dirigentes y su negativa a extender las luchas del frente sindical al político es el factor decisivo que permite por el momento a la burguesía seguir manteniendo el control de la situación.

Pero el problema fundamental es que la burguesía argentina no puede acceder a ninguna de las concesiones que desean los dirigentes sindicales. En medio de una crisis económica profunda y prolongada, los capitalistas argentinos están divididos sobre el modo de actuar a corto y medio plazo.

Un sector de la clase dominante plantea la posibilidad de abandonar la paridad con el dólar (que está diezmando a la industria argentina, incapaz de competir con las exportaciones brasileñas beneficiadas por las devaluaciones del real) y devaluar el peso. Otros ven enormes peligros en esa opción (riesgo de que se agraven los problemas para hacer frente al pago de la deuda externa, miedo al aumento de la inflación y a una huida de las inversiones) y plantean mantener la paridad e incluso hay quienes piden la desaparición del peso y la dolarización total de la economía argentina. Esta receta conllevaría un ajuste aún más brutal de los sufridos durante los últimos años y tendría efectos dramáticos sobre los gastos sociales, el empleo y la competitividad de la industria. En el contexto de desconfianza en la economía nacional e internacional,esto incluso podría tener el efecto contrario al buscado y provocar una retirada masiva de dólares de los bancos y colapsar todo el sistema crediticio. Dada la dependencia creciente de la burguesía argentina del imperialismo, el elevadísimo volumen de la deuda externa y la presión de los propios organismos imperialistas y del capital financiero, el sector que de momento se impone (y parece tener el control) es este último.

Sea cual sea el camino a seguir a corto plazo, en lo que todos los capitalistas argentinos coinciden es en el objetivo de mantener sus beneficios y privilegios a toda costa; y para hacerlo necesitan aumentar la explotación y la represión de los trabajadores y los demás sectores oprimidos.

Hacia un mayor enfrentamiento entre las clases

Página 12 anunciaba como, justo después de las elecciones, Cavallo ya ha presentado un plan para reducir los salarios y pensiones entre un 13 y un 20% y lanzar una nueva batería de ataques contra la educación y sanidad públicas. También informaba de una reunión entre De la Rúa, Cavallo y los líderes peronistas Ruckauf y Duhalde para alcanzar un pacto de gobernabilidad que permita llevar a cabo las medidas fundamentales que necesita el capital. La burguesía está presionando a todos los dirigentes políticos para que acepten estas medidas, pues necesita llevarlas a cabo urgentemente..

Sin embargo, todos los planes elaborados por la burguesía durante el último período se han encontrado con una durísima respuesta social que ha obligado a dimisiones de ministros, cambios tácticos e incluso retiradas y ha provocado, así mismo, las divisiones a las que nos referíamos al principio de este artículo tanto en la Alianza como en el PJ.

Algunos sectores de la burguesía ya han alertado del riesgo de un estallido social y se están preparando para esa perspectiva. La clase obrera argentina debe estar igualmente preparada para una intensificación sin precedentes en el enfrentamiento entre las clases.

Un nuevo ajuste brutal, como el que provocó la caída de López Murphy, anterior ministro de economía, podría desatar una auténtica explosión social. Ya antes del verano asistimos a movilizaciones masivas de los piqueteros y a la convocatoria de una demostración de masas en la plaza de mayo por parte de las dos CGTs. En algunos puntos del país, como Tartagal y General Mosconi, se producían levantamientos populares semiinsurreccionales, las autoridades eran expulsadas y se creaban comités populares que asumían tareas de administración. Estamos hablando todavía de un fenómeno aislado pero que tiene un gran valor sintomático.

Aún en el caso de que la respuesta popular obligase aplazar nuevos ataques o de que forzase la llegada al gobierno de algún tipo de opción con un contenido populista o reformista (ambas opciones no pueden ser descartadas), en la situación crítica que viven el capitalismo argentino e internacional, no podría resolvería nada y sólo pospondría una confrontación (probablemente más aguda) entre las clases. La burguesía argentina ya ha recurrido a algunas medidas bonapartistas o semibonapartistas. Por el momento, la fuerza mostrada por la clase obrera y la memoria reciente de lo que supuso la dictadura bloquean la busqueda de una solución represiva al impasse actual. Antes ensayarán todas las combinaciones posibles (gobiernos de unidad nacional, pactos sociales más o menos explícitos, etc.) pero antes o después la burguesía recurrirá a la represión abierta contra el movimiento obrero. La muerte de Aníbal Verón y otros luchadores, la violenta represión en Salta, el encarcelamiento de varios líderes piqueteros, son un aviso para el proletariado argentino.

Construir una dirección marxista

La clase obrera argentina ha mostrado, a pesar de los altos índices de paro, la precarioedad y desestructuración laboral o la economía sumergida, un creciente nivel de conciencia, organización y combatividad y está forjando una nueva vanguardia (toda una respuesta para los que hablan de la desaparición de la clase obrera o de su imposibilidad de vencer debido a su supuesta desestructuración). El factor clave para que pueda imponerse en la lucha que se avecina es el de que los jóvenes y trabajadores más avanzados del movimiento piquetero y de los sindicatos logren construir una dirección revolucionaria marxista que gane el apoyo no sólo de la vanguardia sino de las más amplias masas obreras para un programa y unos métodos de clase.

El único programa que puede hacer frente a las propuestas burguesas (y también a las contradicciones y limitaciones del populismo y el reformismo) debe pasar ineludiblemente por la nacionalización de las palancas económicas fundamentales del país bajo control de los trabajadores para poner en marcha un plan de inversiones sociales que satisfaga las ncesidades existentes y acabe con la desocupación, así como por la negativa a pagar la deuda externa, resultado de la expoliación del imperialismo y el parasitismo de la burguesía nacional.

Una de las lecciones que nos proporciona la historia es que esta dirección revolucionaria no se puede improvisar ni ser proclamada por un pequeño grupo al margen de las organizaciones de masas de la clase. En Argentina, además, por toda una serie de de factores políticos, sociales e históricos la clase obrera se encuentra dividida entre muchas y muy diversas organizaciones (por sus tradiciones, orígenes,etc); desde partidos de izquierda y extrema-izquierda que agrupan a un sector de los trabajadores avanzados hasta partidos de raíz populista como el PJ o el FREPASO que cuentan con miles de obreros que les siguen o miran hacia ellos; desde el movimiento piquetero (uno de los fenómenos mas interesantes de radicalización y creación por parte de los trabajadores de un movimiento propio- fuera del control de los aparatos burocráticos- basado en las asambleas y la unidad en la lucha de trabajadores cualificados y en precario, de asalariados y desocupados) hasta las bases obreras encuadradas en las centrales peronistas tradicionales.

Esta dispersión ha sido el resultado de la ausencia de una política de independencia de clase por parte de los principales dirigentes obreros a lo largo de décadas. Esa tendencia a sustituir la organización política independiente de los trabajadores en sus propias organizaciones y con sus propios objetivos por el apoyo y los pactos con dirigentes burgueses o pequeño-burgueses populistas todavía continúa hoy.

Sin embargo, en una situación de agudización de la lucha de clases (y esa es la perspectiva para Argentina y para todo el mundo en los próximos años) se crearán las condiciones para un reagrupamiento en líneas de clase, todas las organizaciones se verán recorridas por escisiones a derecha e izquierda. Las divisiones que ya hemos comentado en este artículo son sólo el inicio. Si los jóvenes y trabajadores más a la izquierda del movimiento piquetero y de las organizaciones obreras tradicionales se arman con los métodos y análisis del marxismo y construyen una corriente marxista dentro del movimiento obrero, combinando la defensa irrenunciable de un programa inequívocamente proletario y revolucionario con la flexibilidad táctica necesaria para poder llegar con esas alternativas a la mayoría de la clase obrera que todavía confía en los dirigentes populistas y reformistas tradicionales, encontrarán el camino para ganar la dirección del movimiento obrero y llevar a cabo la transformación revolucionaria de la sociedad.