África

Hay muchas personas sinceras en occidente que se orientan hacia la campaña BDS (Boicot, Desinversión Sanciones) como una manera ‘práctica’ de mostrar solidaridad con Palestina. BDS exige el aislamiento cultural y económico de Israel para atacar los bolsillos de los sionistas. Sus activistas suelen usar el ejemplo del régimen racista del Apartheid en Sudáfrica, el cual, ellos dicen, fue derrocado en gran parte por las sanciones y la presión por parte de la ‘comunidad internacional’. Pero, ¿es realmente el caso?

En todo el supuesto 'civilizado' mundo occidental, las clases dominantes se han unido para denunciar el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre y se han reunido detrás del 'derecho a defenderse' de Israel mientras bombardea Gaza hasta dejarla hecha escombros. Pero esta no es la primera vez que se nos dice que aceptemos una sangrienta guerra contra un pueblo oprimido en nombre de la 'defensa propia' de la nación opresora.

En las primeras horas de la mañana del miércoles 29 de agosto, 12 oficiales militares aparecieron en la televisión nacional de Gabón para anunciar que habían cancelado los resultados de las últimas elecciones, disuelto todas las instituciones estatales y cerrado las fronteras del país. Este último golpe militar contra un títere del imperialismo francés continúa un proceso que ya ha visto tomas del poder en varios países africanos, incluidos Níger, Malí y Burkina Faso.

La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS, por sus siglas en inglés) se reunió el pasado jueves en Abuja, capital de Nigeria, para debatir cómo responder al reciente golpe de Estado en Níger. El plazo fijado por la ECOWAS para que los golpistas se hicieran a un lado y restablecieran en el poder al presidente Mohamed Bazum expiró el domingo anterior sin que se produjera la intervención militar con la que países como Nigeria habían amenazado.

El establecimiento del gobierno militar en Níger representa un punto de inflexión en el Sahel. Considerado un importante bastión de estabilidad por las potencias occidentales, la rápida caída del gobierno de Niamey, respaldado por Francia, es solo el último de una serie de golpes anti-franceses en una región acosada por la inestabilidad y la interferencia imperialista.

Un enfrentamiento abierto en el seno de la contrarrevolución sudanesa ha sumido al país en la violencia, que ha matado ya a un centenar de personas y herido a cientos más. Esta batalla largamente esperada para determinar qué camarilla de gángsters asesinos se queda con el botín de Sudán es una trágica consecuencia del fracaso de las masas a la hora de tomar el poder tras la revolución de 2018-9.

La revolución sudanesa se encuentra en una encrucijada crítica. Las fuerzas de seguridad están asesinando, violando y atacando a las masas con impunidad. La revolución ha respondido lanzando nuevas protestas, bloqueando barrios y realizando una huelga general de dos días, aunque esta última se vio debilitada por la falta de organización. Debemos ser claros: el tiempo se agota.

La revolución sudanesa ha dado un nuevo giro. 28 días después del golpe de Estado que le apartó del poder, Abdalla Hamdock fue restituido como Primer Ministro por la Junta Militar. Las calles, que han luchado y derramado sangre durante un mes para conseguir un gobierno civil, han recibido esta noticia, no con júbilo, sino con rabia.

Se suponía que el golpe lanzado el lunes pasado por el general Abdel Fattah al-Burhan sería una rápida y decisiva toma del poder por parte del Consejo Militar de Transición (TMC). Pero los golpistas no contaron con la fuerza del pueblo revolucionario, que se ha levantado por centenares de miles, lanzando protestas y huelgas en todo el país para oponerse a cualquier retorno al régimen militar.

Cuatro millones de personas salieron el sábado a las calles de Sudán en una manifestación nacional contra el golpe militar del lunes. Al mismo tiempo, una huelga general paralizó todo el país, ya que decenas de sindicatos y organizaciones profesionales se manifestaron en solidaridad. La contrarrevolución se enfrentó a esto con una violencia despiadada, lo que provocó un gran número de bajas y obligó a las masas a retirarse.

Una década después de que la revolución de 2010/11 echara al odiado dictador Ben Alí, una ola de protestas antigubernamentales ha sacudido Túnez. El gobierno ha sido derrocado en un golpe de Estado, pero no se puede confiar en ninguna facción burguesa. Las masas sólo pueden confiar en su propia fuerza. Es necesario un nuevo estallido revolucionario de los trabajadores y la juventud para conquistar un verdadero futuro.

En los últimos días, una erupción social ha sacudido Senegal. El movimiento, surgido aparentemente de la nada, ha adquirido rápidamente rasgos insurreccionales y el Estado ha perdido por completo el control de grandes zonas de la capital, Dakar, a manos de los manifestantes.

La juventud de Nigeria se ha rebelado contra la brutalidad de la odiada unidad de policía del SARS. Ni las concesiones ni el látigo de la reacción han hecho retroceder al movimiento #EndSARS, solo lo han impulsado hacia adelante. Este torrente espontáneo de ira debe colocarse sobre una base política organizada, dirigida directamente al putrefacto régimen capitalista.

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La agitación en el país africano de Malí se profundizó esta semana después de que un grupo de soldados y oficiales subalternos con base en la capital, Bamako, detuviera al presidente Ibrahim Boubacar Keita, al primer ministro Boubou Cissé y a otros altos funcionarios del gobierno y los obligaran a renunciar.