23 de febrero, una jornada de provocaciones imperialistas

El golpe de Estado en Venezuela se ha seguido desarrollando conforme al plan trazado por el imperialismo norteamericano, y esto no debe sorprendernos, pues siguen un manual preestablecido y aplicado con anterioridad en distintas partes del mundo.

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La primera fase, consistía en fabricar a un líder para la oposición venezolana. Esto, lo han conseguido con dificultad pues el estado en el que se encontraba la derecha hace solo semanas era deplorable. Dividida sobre casi todos los temas nacionales, y acosada por una minoría de radicales seguidores de María Corina Machado, la oposición no conseguía movilizar siquiera a las doñas del cafetal, quienes veían a todos los dirigentes como colaboracionistas o agentes del gobierno. Sin embargo, el imperialismo logró convertir la propia debilidad de la oposición (que no se presentó unificada a las elecciones presidenciales) en un argumento para promover su golpe de estado.

Así, el que un sector importante de la oposición jugara a la abstención y al desconocimiento del arbitro electoral (aunque tuvieron la oportunidad de cambiarlo en 2016), fue la clave para que el 23 de enero un diputado poco conocido de la derecha se autoproclamara Presidente Encargado de Venezuela, siendo reconocido inmediatamente por el gobierno de Trump y sus satélites en el mundo.

Guaidó autoprocamándose el 23 de eneroGuaidó autoprocamándose el 23 de enero.

En varios de nuestros artículos anteriores hemos ido explicando la evolución de este golpe imperialista. En una primera instancia, la Asamblea Nacional (AN) proimperialista dictó una serie de acuerdos con la finalidad de promover un quiebre de la institución castrense, llamando a los militares a deponer al gobierno de Maduro, cosa que hasta ahora no ha ocurrido. Además de llamar al congelamiento de cuentas y activos venezolanos en el extranjero. Hasta ahora, el plan imperialista, seguramente vendido en Washington por la oposición como un plan de acción rápida, ha venido fracasando. Así, en vez de tener victorias tempranas, el imperialismo se ha quedado con un títere al que sólo reconocen los sátrapas de Trump, por lo que la mayor fortaleza del gobierno paralelo ha sido el que las potencias imperialistas hayan congelado las cuentas del país, para así tratar de agravar la crisis económica de Venezuela. Por su parte, el gobierno de Maduro ha tratado de sortear los efectos de las brutales sanciones norteamericanas recientes comercializando el petróleo que antes compraba EEUU (al rededor de 600.000 barriles diarios) a la India, a cambio de medicamentos y productos de primera necesidad.

La “ayuda humanitaria”

La administración de Trump ha intentado dar a la injerencia imperialista una fachada democrática cubriéndola con algunos apoyos de miembros de la Unión Europea. Entre ellos, destaca el expirado ultimátum hecho por Pedro Sánchez a Maduro de 8 días para que éste último pusiese fecha a las elecciones. Sin embargo, curiosamente ha sido el líder del PSOE quien ha terminado convocando a a nuevas elecciones.

Fracasado también en este intento (pues hasta un niño puede darse cuenta de las verdaderas intenciones del golpe y de su promotor), Trump ahora intenta arremeter con el viejo truco de la “ayuda humanitaria”, y para ello, designó a un viejo perro de guerra: Elliott Abrams. Lo primero que hay que señalar de esta maniobra es el alto grado de cinismo con el que se ejecuta, pues se coloca como responsable de “ayudar”, a quien había sido ya juzgado y condenado por enviar armas a los Contras en Nicaragua en cargamentos de supuesta ayuda humanitaria y dirigir a los escuadrones de la muerte en El Salvador y Guatemala. Cabe recordar que este personaje fue indultado por el gobierno de George W. Bush.

El criminal de Guerra Elliot AbramsEl criminal de Guerra Elliot Abrams.

Por otro lado, cuando de ayuda humanitaria se trata, los norteamericanos tienen un historial bastante largo. Las invasiones a Irak, Afganistán, y recientemente Libia y las diversas formas de intervención directa e indirecta a Siria apenas son la punta del iceberg. Sin embargo, y para entrar ya en otros temas, baste decir que, si los yankees quisieran de verdad portarse humanitarios, deberían cesar los bloqueos económicos contra Cuba y Venezuela, y proponer a sus democráticos socios europeos parar la asistencia y el apoyo conjunto al reaccionario régimen saudi, quien actualmente lleva a cabo un genocidio en Yemen con el silencio de la “comunidad internacional”, de la que tanto habla la oposición venezolana.

En el caso específico venezolano, denunciamos que esta supuesta ayuda sería un intento de generar caos en la frontera colombo-venezolana y una provocación al gobierno nacional para así justificar una escalada en las agresiones, como en efecto ocurrió durante la jornada del 23.

El 23 de febrero, otra fecha límite para la caída de Maduro

Si en algo la oposición venezolana se ha vuelto experta ha sido en ponerle fecha a la caía de Maduro. Para cada gran movilización o festividad nacional, la oposición tiene su héroe, su plan y su día para augurar el “quiebre” y la salida del “régimen”, y como no podía ser de otra manera, el 23 de febrero fue vendido como un día histórico en el que su héroe (Guaidó), ejecutaría su plan maestro (introducir la “ayuda humanitaria”) y así harían huir al dictador. Veamos cómo transcurrió la jornada:

Desde la mañana, las tensiones en la frontera se hicieron sentir con grupos que intentaban retirar las barricadas de seguridad en los pasos fronterizos y el establecimiento de guarimbas en ciudades y poblados tachirenses como Ureña. Aproximadamente a las 9:00 de la mañana, tres guardias nacionales desertaron y se dirigieron a la frontera colombo-venezolana donde rindieron las armas y se entregaron a la migración colombiana. El hecho, inmediatamente tuvo una repercusión mundial, pues, aunque se trataba de apenas tres funcionarios de bajo rango, la oposición lo vendía como si se tratase de tres regimientos.

A propósito de estas deserciones, Freddy Bernal, quien funge como protector gubernamental del Estado Táchira, señaló que los funcionarios habrían lesionado a una reportera chilena y a una funcionaria de la Policía Nacional Bolivariana en su huida, siendo recibidos por el diputado opositor José Manuel Olivares del lado colombiano, quien en medio de la confusión gritaba “son de nosotros”.

Las deserciones, para frustración de la oposición, apenas alcanzaron a 60 funcionarios (según reportes de migración colombiana), produciéndose de forma aislada en distintos puntos de la frontera, 52 en el departamento del Norte de Santander y 8 en el departamento de Arauca. Esto, mientras el grueso de las fuerzas armadas permanece firme en apoyo al gobierno de Maduro y resguardaba la frontera.

Es importante señalar que, para la ejecución del plan imperialista, la oposición debía generar un quiebre en la oficialidad de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. A ello iba específicamente dirigida la Ley de Amnistía y por ello los voceros norteamericanos, incluido el propio Trump, han dirigido una gran cantidad de amenazas a los militares para que depongan a Maduro. El propio Guaidó hizo del 23 de febrero una fecha tope para que el ejército lo reconociera. Ahora, tras lo acontecido, sigue hundiéndose en el descrédito al no poder ejecutar ninguna orden dentro del país hasta ahora.

Una vez producidas las deserciones, Guaidó señaló a través de su cuenta de Twitter que “En mi condición de Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional, dadas las circunstancias excepcionales que vive la República, dejó sin efecto la calificación de Traidores a la Patria, para efectivos militares que crucen la frontera”

Un falso positivo

Aproximadamente a las 2:00 pm, los opositores comenzaron la movilización de los camiones con la supuesta “ayuda humanitaria” a través del puente Francisco de Paula Santander, en el que se generaron disturbios y enfrentamientos entre “brigadistas” opositores del lado colombiano y la Guardia Nacional venezolana. Durante los disturbios, Guaidó señaló que ya uno de los camiones había cruzado al lado venezolano. En realidad, sólo quería responsabilizar a la Guardia Nacional de la quema del mismo por parte de los “brigadistas”, montando así un falso positivo.

En otro de sus tuits, Guaidó hizo alusión al protocolo de Ginebra, en el cual se señala como crimen de lesa humanidad la destrucción de ayuda humanitaria.

Aquí es importante señalar que incluso la Cruz Roja ha acotado en varias oportunidades que la supuesta ayuda norteamericana no podía considerarse como tal por no cumplir los tres supuestos definidos por la institución: imparcialidad, neutralidad e independencia, es decir, que no se use con fines políticos como claramente ocurre con los cargamentos que se intentan introducir en Venezuela. Así mismo, durante la jornada voceros de este organismo señalaron que se estaban usando sus símbolos y logotipos en las fronteras de Brasil y Colombia con Venezuela.

Por su parte, el senador Marco Rubio, jefe de la mafia anticomunista de Miami, intentaba fabricar su propio casus belli al señalar que “Las naves de combate de Maduro amenazan con disparar a un barco que navega desde #PuertoRico, que se encuentra en aguas internacionales con 300 toneladas de alimentos y medicinas y al menos 6 ciudadanos estadounidenses a bordo”. Haciendo referencia al intento de una embarcación de ingresar a aguas territoriales venezolanas.

Como vemos, la jornada del 23 de febrero estuvo llena de provocaciones con el pretexto de la ayuda humanitaria. El imperialismo, contaba con la desintegración de la FANB con un aumento de las tensiones, pero hasta ahora, el tan anhelado y prometido “quiebre” no se ha producido, ni por las amenazas, ni por el ofrecimiento de amnistía. Sin embargo, la arremetida no ha cesado. La continuación y profundización de la ofensiva imperialista puede transformar las cosas en su contrario. La única fuerza que puede defender al país de las amenazas externas es el pueblo trabajador organizado en los barrios y fábricas y comunas, a quien hay que armar de inmediato mediante el fortalecimiento y despliegue de las milicias bolivarianas.

Movilizaciones en Caracas

La capital no estuvo exenta de movilizaciones. Guaidó, días antes había convocado a los opositores a dirigirse a los comandos de las fuerzas armadas el 23 de febrero para hacerles nuevamente llamados a rendir las armas y a que reconocieran su falsa autoridad. Mientras, el gobierno invitaba a una marcha por la paz y la defensa de la soberanía en Caracas.

La manifestación opositora, lejos de ser una movilización a todos los comandos, fue una concentración frente a la base aérea de la Carlota. La misma, tenía como objetivo convencer a los oficiales para que reconocieran a Guaidó y desde allí hacer llamados para que fuese violado el espacio aéreo venezolano con el envío de la “ayuda” a la base. Este objetivo no fue alcanzado. Sin embargo, los que sí hicieron acto de presencia en la manifestación fueron unos manifestantes con disfraces de los Advengers, demostrando el grado de alienación de los seguidores de Guaidó.

Maduro por su parte, durante la marcha convocada por el gobierno, anunciaría el cierre total de la frontera colombiana, además de romper relaciones con Colombia y dar un plazo de 24 horas para que los funcionarios diplomáticos de ese país se retirasen de Venezuela.

Balance y amenazas de nuevas agresiones

La jornada del 23 de febrero ha dejado un amargo sabor de boca para la oposición. Las expectativas generadas por sus dirigentes han vuelto a ser defraudadas. El gobierno de Maduro sabe que el tiempo juega a su favor, ya que desmoraliza a las masas opositoras, pero eso no quiere decir que le garantice la victoria finalmente.

Elliot Abrams, en sus declaraciones del día, señalaba que seguirían intentando violentar las fronteras con el pretexto de la ayuda humanitaria y que seguirían presionando con más sanciones económicas. Guaidó por su parte, señaló que el lunes se reuniría con los miembros del grupo de Lima y con el vicepresidente de los EE.UU, Mike Pence, para discutir más sanciones. Además, pide que se mantengan todas las cartas sobre la mesa, como una clara amenaza de llamar a una intervención contra el país.

Ante estas amenazas, los marxistas venezolanos hemos venido agitando con un programa claro para combatir el golpe de Estado promovido por el imperialismo. Exigimos: Cárcel a Guaidó y a los golpistas, como también la disolución de la Asamblea Nacional proimperialista. De haberse ejecutado esta acción, el conflicto no hubiese escalado hasta el punto en el que se encuentra hoy día. Sin embargo, el haber retrasado estas acciones “por no ser el momento” o “porque eso es lo que quiere el imperio” han dado más fuerzas a los golpistas para actuar con total impunidad, promoviendo una intervención extranjera libremente.

Agitación de distintas fuerzas revolucionarias exigiendo medidas contundentes para detener el golpe de Estado imperialistaAgitación de distintas fuerzas revolucionarias exigiendo medidas contundentes para detener el golpe de Estado imperialista.

Así mismo, exigimos que sean confiscados inmediatamente los bienes de las multinacionales y de los burgueses implicados en el golpe, poniéndose los mismos bajo control obrero y democrático de los trabajadores. Mientras el imperialismo congela cuentas y activos venezolanos en el extranjero, el gobierno debe actuar recíprocamente y confiscar los bienes imperialistas en el país.

Por otro lado, señalamos que no se debe colocar la confianza en otras potencias imperialistas como Rusia o China, quienes en última instancia defenderán sus propios intereses; o en las fuerzas armadas, cuyos dirigentes han recibido innumerables prebendas y puestos de dirección en empresas del Estado, sino que la confianza debe estar sobre los trabajadores y campesinos, ampliándose y armándose a los cuerpos combatientes de la milicia bolivariana, única garantía de defensa de la soberanía.

Por último, deben tomarse medidas económicas para hacer pagar la crisis capitalista a los capitalistas y no a los trabajadores, como ha venido ocurriendo. Es necesario expropiar la propiedad burguesa y planificar la economía en favor de los trabajadores, así como entregar la tierra a los campesinos, hoy asesinados impunemente por los terratenientes.

La revolución bolivariana ha sido duramente golpeada por el flagelo de la corrupción y el burocratismo que son inseparables del reformismo. En este sentido, solo medidas revolucionarias, que eleven a la moral del pueblo, pueden garantizar el triunfo definitivo de la revolución, lo contrario: el dialogo y la conciliación con los imperialistas y la oligarquía, son una sentencia de muerte para el proceso.

Fabricio Ojeda, haciendo referencia a la revolución cubana señaló que “La transición del gobierno democrático-burgués al régimen socialista fue consecuencia directa de la radicalización popular frente a la agresión imperialista y producto de la firmeza de los nuevos gobernantes encabezados por Fidel Castro”. Esa radicalización, es la misma que se hizo sentir en la marcha convocada por el gobierno de Maduro cuando el pueblo gritaba ¡Cárcel a Guaidó!, demostrando lo acertada de nuestras consignas y nuestra línea política. Sin embargo, a diferencia de la revolución cubana, la radicalidad de las masas choca en Venezuela un muro de contención de reformistas y conciliadores.

Es hora ya de construir una alternativa revolucionaria, una dirección que sea capaz de retomar el rumbo perdido y luche con un claro programa revolucionario. Esto no será fácil, pero ya hemos comenzado.

¡Combatir al imperialismo con medidas revolucionarias!

¡Cárcel para Guaidó y sus cómplices!

¡No más impunidad para los golpistas!

¡Disolución de Asamblea Nacional pro-imperialista!

¡Armamento y despliegue de las milicias bolivarianas!

¡Confiscación de las multinacionales imperialistas y monopolios nacionales implicados en el Golpe!

¡No más concesiones a la burguesía parásita!

¡Que la crisis la paguen los capitalistas!