México: Las pasadas elecciones del 5 de julio - Malas noticias para Calderón

El pasado domingo 5 de julio se desarrollaron las elecciones federales intermedias para elegir diputados federales, además de que de manera paralela se realizaron los sufragios locales en 11 Estados para renovar 6 gubernaturas, 11 Congresos Locales y los Ayuntamientos del mismo número de entidades federativas, incluidas las 16 delegaciones del Distrito Federal (DF).

El asenso del PRI

De acuerdo a los datos preliminares en el caso de las elecciones federales el partido con mejores resultados alcanzados ha sido el PRI al lograr un votación que le otorgará 241 curules de los 500 que integran la Cámara de Diputados, mientras que para el PAN este número se ubica en las 147 diputaciones y para el caso del PRD la cifra se eleva a los 72 diputados; el PT y Convergencia, gracias a los 3 distritos federales electorales que ganaron en Iztapalapa y la votación que alcanzaron a nivel nacional el primero tendrá 9 diputados y el segundo, 6.

La significativa recuperación en las elecciones federales por parte del PRI, el cual había logrado en la contienda del 2006 tan sólo 102 diputados, va acompañada de marcado desplome de las preferencias electorales para el PAN y el PRD, los cuales lograron hace tres años 206 y 127 diputaciones respectivamente.

Estos resultados además de marcar un profundo cambio en la composición de Cámara de Diputados, reflejan las tendencias que de manera general se expresaron en las once diferentes entidades en las que se desarrollaron de forma paralela sufragios locales: el singular repunte electoral del PRI. Sólo un par de casos marcaron la excepción: el estado de Sonora en el que en una contienda muy cerrada el PAN le arrebató la gubernatura al PRI y el DF en el cual el PRD sigue siendo favorecido de manera abrumadora por los votantes.

Para el PRI es un hecho doloroso el haber perdido la gubernatura de Sonora, pero lo es más para el gobernador priista saliente de este Estado, Eduardo Bours, y sus aspiraciones presidenciales, sin embargo este partido tiene razones importante para festejar pues un hecho que ratifica la magnitud de su recuperación electoral es no sólo que haya ganado cinco de las seis gubernaturas en disputa, sino que además dos de ellas, Querétaro y San Luis Potosí, le hayan sido arrebatados al PAN. Mismo destino tuvieron ayuntamientos que por su peso electoral dada su importante número de habitantes y su localización geográfica, son clave para los comicios federales: Netzahualcóyotl y Ecatepec arrebatados al PRD, además de Naucalpan, Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli y Atizapán perdidos por el PAN, todos ellos pertenecientes al Estado de México. Así, tras este 5 de julio, de los 125 municipios que integran dicha entidad, 17 serán gobernados por el PAN (actualmente gobierna 24) 8 por el PRD (de 23 que administraba gracias a las elecciones de hace tres años) y 94 por el PRI (cuando en el 2006 gano sólo 54 ayuntamientos) Las restantes alcaldías se reparten entre el los demás partidos políticos. Este ascenso del PRI en el Estado de México dista de ser un acontecimiento electoral secundario, pues en esta entidad se concentra el padrón electoral más grande de todo México sumando 10 millones 15 mil 979 electores.

Midiendo los avances del PRI en términos del voto por alcaldías, el PRI llega a las elecciones del pasado domingo con el control de 217 ayuntamientos de entre los 565 en disputa de los 10 estados, sin contar al DF, que contendieron el pasado 5 de julio. Tras estos sufragios el PRI paso de ese número de ayuntamientos bajo su poder a la cantidad de 259 significando ello que este partido, en el caso de esos 10 estados, ha pasado de gobernar un número total de municipios habitado por 10 millones 20 mil 887 personas a otra cantidad que aloja 24 millones 180 mil 98 habitantes. Por su parte el PAN, tras la caída del 5 de julio, pasará a gobernar ayuntamientos habitados por 12 millones 273 mil 567 personas, y para el caso del PRD esa cantidad caerá hasta los 7 millones 489 mil 89 habitantes.

La combinación de todos los elementos antes mencionados, hace que ahora los priistas se sientan muy confiados en sus intenciones de regresar a la presidencia de la República en el 2012. No obstante, en esta situación está muy lejos de decirse la última palabra de cara a las próximas elecciones presidenciales; la enorme polarización social que existe en México y la descomposición del régimen pueden provocar todo tipo de transformaciones alternado o modificando cualquier perspectiva electoral.

El descalabro del PAN

Los resultados desfavorables del pasado domingo 5 de julio ratificaron pero de forma mucho más aguda, una tendencia electoral que ya se venía desarrollando desde el 2007 y 2008: a lo largo de esos años el PAN cosechó sendas derrotas en los diferentes sufragios que se desarrollaron en esos años. Para llegar a la presidencia, Calderón se basó en el fraude electoral del 2006 y en una frenética y cínica demagogia que le allegó el voto de un poco más de 15 millones de mexicanos. En su campaña Calderón se autocalificó como el presidente del empleo, también prometió que las tarifas de gas y electricidad serían abaratadas con más y mejores subsidios, etcétera, etcétera; pero nada de eso ha sucedido y desde que arrancó la actual administración lo único que ha pasado es la repetición de la misma historia ya conocida desde los gobiernos del PRI y el de Fox: un mayor deterioro de los niveles de vida de la inmensa mayoría de mexicanos, entre ellos millones de personas que votaron por el PAN en 2006. Todo esto al mismo tiempo que la descomposición social llegaba a niveles inéditos en nuestra historia teniendo como principal expresión al narco y derivando ello en una política pública, la guerra contra las drogas, que ha arrojado hasta el momento más de 10 mil muertos y que, cuestión más trágica aún, puso en la línea de fuego a la población. Por si fuera poco, a partir de 2008, todo este panorama sigue complicándose por una crisis económica que se agudiza cada día más y que a estas alturas ya da serios visos de que se puede profundizar tanto o más todavíaque la de 1995.

La frustración y el descontento social le han cobrado fuertemente la factura al PAN. Las circunstancias están provocando un firme y acelerado desgaste del partido en el gobierno y en apenas 9 años en el poder este instituto político ya está experimentando un nivel de desgate similar al que el PRI ya tenía en la segunda mitad de los años 90, pero tras más de 7 décadas en el poder.

Después de estas elecciones, Calderón tiene una situación más complicada frente a sí, pues la nueva composición de la Cámara de Diputados en la que el PRI será la mayoría aplastante obligará al presidente espurio a hacer importantes concesiones y a aceptar un montón de condiciones de los priístas si es que quiere gobernar. Cualquier iniciativa de Calderón y del PAN para ser avalada en la Cámara de Diputados estará condenada si no cuenta con el beneplácito de los priístas. Si bien no hay diferencias fundamentales entre PRI y PAN, ambos son partidos burgueses que defienden el mismo programa, es un hecho que la prioridad de los priístas será su regreso a la presidencia de la república en el 2012. En adelante a este último objetivo estarán subordinados todos los esfuerzos del PRI, particularmente los que tienen que ver con su relación con Calderón. Un ejemplo de esto último son las recientes declaraciones de los aún coordinadores del PRI en las Cámaras de Senadores y Diputados, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, respectivamente, quienes, confiados por el éxito priista, ratifican su deseo de seguir “acompañando” a Calderón pero haciendo énfasis en la necesidad, de acuerdo a ellos, de que el presidente cambie a la mayor parte de su gabinete.

Lamentablemente para el presidente espurio no habrá otro camino mas que el de otorgar muchas concesiones al PRI; esa fue la realidad de los tres primeros años del gobierno de Calderón cuando el PRI con 103 diputados era la tercera fuerza en la Cámara de Diputados después del PAN y del PRD, en ese orden. Y ahora que el añejo partido institucional representará a la mayoría abrumadora en el parlamento, dicha realidad para Calderón será doble. El PRI venderá muy caro su amor y los favores a Calderón, entrando esto en contradicción con los planes de Fox y el ex presiente nacional del PAN Manuel Espino (ambos ninguneados y marginados por Germán Martínez, pues encabezan un poderosa ala de panistas hostiles a Calderón) los cuales son particularmente conscientes de los privilegios que otorga el poder y que por consecuencia se oponen totalmente a cualquier medida que le pueda facilitar el regreso al PRI a la residencia presidencial de Los Pinos. Todo esto agudizará la crisis interna del PAN, la cual ya dejó como primer saldo tras las elecciones la renuncia de Germán Martínez a la dirección nacional de ese partido. Tras esta renuncia inmediatamente los panistas adversarios a Calderón han salido de su guarida, factor que irremediablemente tendrá trascendentes consecuencias al interior de la administración del gobierno federal.

Además de un PAN más dividido y debilitado, con menores posiciones de poder y un presidente cercado por el PRI, las elecciones arrojaron como otro resultado una relación muy lastimada entre panistas y priístas; la guerra de guerrillas lanzada por Germán Martínez contra el PRI durante el periodo de campañas políticas en la que este partido en pocas palabras era acusado de ser un nido de criminales (no dejes a México en manos de la delincuencia, rezaba el slogan de la campaña panista) dejó un saldo rojo para Calderón quien ahora tendrá que hacer un esfuerzo muy grande y pagar caro si es que quiere contar con el apoyo de un PRI mayoritario y muy resentido. La afrenta de Sonora (caso en el cual el PAN puso toda la leña al fuego para responsabilizar al gobierno priista del Estado por la tragedia del 5 de junio en la que murieron más de 40 niños al incendiarse una guardería infantil) le saldrá muy cara al panismo y su gobierno.

Uno de los rasgos que más han caracterizado a la actual administración panista es la de representar un gobierno débil, dividido y en crisis, desafortunadamente para Calderón esta problemática se verá significativamente agudizada a consecuencia de la recomposición de las fuerzas políticas tras las recientes elecciones y las contradicciones que de ello deriven, en medio de un contexto social cada vez más convulsionado. El estado en que queda el gobierno de Calderón es uno de los elementos más destacados, producto de la contienda de este 5 de julio, cuyas repercusiones serán trascendentes respecto a los derroteros que adquiera la lucha de clases en México.

El PRD retrocede

La evolución de las diferentes fracciones parlamentarias del PRD a lo largo de lo que va de la presente década demuestra una tendencia a la recuperación de terreno electoral tras la recaída en las elecciones del 2000. Limitada aún, pero finalmente hacia el alza, esta tendencia fue cortada de tajo este pasado 5 de julio. De mediados de la década pasada hasta la actual legislatura la composición de la fracción parlamentaria del PRD ha estado integrada de la siguiente forma:

Elecciones

Diputados

1994

71

1997

125

2000

53

2003

97

2006

127

 

Y ahora esa cantidad ha caído estrepitosamente: el voto logrado por el PRD y los distritos ganados le alcanza solamente para 72 diputaciones, incluidas las plurinominales. Se trata de un retroceso electoral significativo que arroja muchas luces sobre lo que está pasando al interior del principal partido de izquierda y sus implicaciones en la lucha de clases.

El PRD llega a este proceso electoral tras haberse transformado en la segunda fuerza política parlamentaria (el PRI sólo tenía 102 diputados) y tras ser derrotado en las presidenciales del 2006 sólo mediante el fraude electoral más monstruoso en toda la historia de México. Formalmente esta situación habría implicado situar a este partido como un serio contendiente y aspirante no sólo para mejorar sus posiciones, sino que incluso para igualar o de plano disputarle la supremacía parlamentaria al PAN, entonces primer fuerza política. Pero nada de esto sucedió, sino todo lo contrario, el PRD fue desplazado del segundo al tercer lugar en las preferencias electorales y por consecuencia también de su sitio en la cámara baja.

Otro atenuante más y que resulta contradictorio con el resultado electoral de la pasada contienda es la actual crisis económica; aquí, nuevamente de manera formal, los efectos de ésta tendrían que traducirse en una tendencia que naturalmente volcara la desesperación de las masas, favoreciendo electoralmente al PRD en tano partido mayoritario de izquierdas en detrimento de los partidos burgueses, el PAN y el PRI, responsables de la crisis. Sin embargo, tampoco esto sucedió.

El PRD no ha sido capaz de capitalizar en su beneficio las posiciones logradas tras el proceso del 2006 ni de sacarle provecho al enorme resentimiento social exacerbado ahora por una crisis económica cada vez más lacerante. El costo ante esta incapacidad ha sido muy alto, pues si bien estas elecciones han representado un serio descalabro para el PAN, otro factor que no podemos dejar de mencionar es el de que ahora ambos partidos burgueses cuentan con una representación sumada de 388 diputados (241 por el PRI y 147 por el PAN) cuando este número era, producto de las elecciones del 2006, de 308 diputaciones (102 por el PRI y 206 por el PAN) Los restantes curules de los 500 en disputa se dividen entre el PRD y los partidos pequeños. Desde un punto de vista electoral está claro que la derecha ha avanzado significativamente. Se trata de una ventaja que la burguesía tratará de usar para, ahora sí, intentar de sacar adelante una serie de contrarreformas pendientes que de acuerdo a sus intereses se hacen cada vez más urgentes conforme la crisis económica se extiende y profundiza; tales son los casos, por ejemplo, de la eliminación de las conquistas laborales restantes en la Ley Federal del Trabajo y la extensión del IVA a alimentos y medicamentos, además de más recortes para educación y salud, etcétera.

Son varios los factores que explican el retroceso electoral del PRD, entre ellos el tradicional perfil electorero de dicho partido; perfil compartido y ejercido sin distingos por todas las corrientes más importantes que lo integran y que lo divorcia de las luchas cotidianas de los trabajadores del campo y la ciudad en sus centros de trabajo, barrios y comunidades. Un resultado más de este perfil es el de que, si la única preocupación son las elecciones, los comités de militantes de base del PRD estables y con vida propia salen sobrando a ojos de la burocracia partidaria para la cual en todo caso lo única participación de la base apoyo del PRD tiene sentido de manera ocasional y siempre y cuando se trate solamente del apoyo a las actividades de las campañas electorales. Pensando solamente en las coyunturas electorales, la ausencia de la actividad estable de los comités de base (los cuales durante esas coyunturas serían los principales organizadores del voto hacia el PRD) no puede ser compensada por medidas organizativas improvisadas y coyunturales que en la inmensa mayoría de los casos tienen que empezar de cero en los barrios y comunidades a escasas semanas de las elecciones.

Otro elemento de debilidad, y que es en buena medida la principal explicación sobre los pasados resultados electorales, es la política de colaboración con el régimen de la derecha perredista, cuyos principales exponentes son Jesús Ortega y demás integrantes Nueva Izquierda (NI). Estos dirigentes son un obstáculo objetivo para que el PRD se desarrolle y sea capaz de aprovechar mejor las diferentes oportunidades. Además de reconocer a Calderón a pesar del frade electoral, NI fue pieza clave para que haya sido aprobada la contrarreforma petrolera del 2008. Siendo así un par de premios de Calderón al recato y docilidad ante el régimen por parte de esta corriente llena de corruptos y traidores han sido el desconocimiento de las elecciones internas de marzo del 2008 que le dieron a Alejandro Encinas la presidencia nacional del PRD sobre el candidato de NI, Jesús Ortega, y la reciente aplicación de una medida similar a favor de Silvia Oliva de NI y en contra de Clara Brugada, para impedirle contender a esta última por el PRD por la jefatura de la Delegación Iztapalapa. Por medio de la intervención de Calderón a través de los tribunales electorales, fue impuesto Jesús Ortega en la dirección nacional del PRD y Silvia Oliva como candidata a la jefatura delegacional de Iztapalapa.

El descarado apoyo de NI a Calderón, además de la descarada traición de esta corriente hacia el movimiento de masas, han tenido un costo muy alto pues han sido un factores de confusión y falta de certeza ante importantes sectores de las masas que se han quedado estupefactos por esta clase de política, la cual ha inhibido el voto a favor del PRD y siendo un importante estímulo para el abstencionismo. Pero más aún, bajo esa dirección y la política que defiende resulta verdaderamente fácil entender por qué esta coyuntura de enorme polarización social y crisis económica no ha sido aprovechada adecuadamente por el PRD: el proyecto de PRD deseable para Jesús Ortega y NI es el de una oposición de terciopelo, que cohabite con el régimen y que trate de llegar a acuerdos con el gobierno “en beneficio de México” basándose en la “institucionalidad” y el “diálogo”. En la idea de partido deseable por parte de Jesús Ortega, lejos está un PRD que verdaderamente se ponga al frente de las luchas de los explotados y oprimidos recogiendo sus demandas más sentidas, que desarrolle movilizaciones de masas, que convoque y organice huelgas generales, que llame e impulse un Frente Único con los sindicatos y demás organizaciones de los pobres y desheredados de este país. Una política de esta naturaleza, es decir un importante giro hacia la izquierda y bajo las condiciones actuales harían del PRD en un abrir y cerrar de ojos en una verdadera aplanadora electoral y una fuerza organizada jamás vista en la historia de este país. Sin embargo está demostrado que NI y Jesús Ortega son un obstáculo objetivo para una política de esas características. Reconociendo esta realidad, por consecuencia es justo señalar que Jesús Ortega y NI son los principales responsables del fracaso electoral del PRD de este pasado 5 de julio. ¡Que se vayan!

La política de derecha de los chuchos está provocando serios estragos en todos los terrenos de la vida interna y externa del PRD, en este caso por medio de las elecciones, y ha sido un fuerte estímulo para el abstencionismo el cual ha caído sobre el PRD como una loza de mil toneladas. Con respecto al 2006 en lo que se refiere a los sufragios por diputados el PRD, en alianza con el PT y Convergencia, alcanzó los 12 millones 403 mil 241, lo cual quiere decir que el pasado 5 de julio la principal fuerza de la izquierda mexicana sufrió una merma de aproximadamente 5 millones de votos. La mayoría de esos votos para diputados federales no pararon en el PRI o en el PAN, sino entre los 43 millones de mexicanos (el 55% del padrón electoral) que no acudió a las urnas. Otro tanto seguramente fue hacia los casi 2 millones (5.9% del padrón) de votos nulos. No óbstate ello, otra taja de los votos del PRD sí pararon en el PRI. Esta cuestión se puede dilucidar tomando en cuenta que del total de los ayuntamientos perdidos por el PRD el pasado 5 de julio, 51 de ellos, con una población total de 6.3 millones de habitantes, fueron ganados por el PRI.

¡¡¡¿En dónde quedaron los casi 15 millones de votos logrados por AMLO en las elecciones del 2006?!!! Fueron dilapidados por Jesús Ortega y sus secuaces.

Si bien lo anterior es el principal factor de peso para entender lo ocurrido el pasado 5 de julio, esto no quiere decir que sea el único. El PRD también está pagando su indecisión por no llevar hasta las últimas consecuencias la lucha contra Calderón: tanto en 2006 como en 2008 una huelga general convocada por AMLO habría sido suficiente para impedir la imposición de Calderón y después para frenar de un solo golpe la contrarreforma petrolera. En ninguno de estos casos se convocó a una lucha decidida y finalmente Calderón se impuso en el poder y la contrarreforma petrolera, aunque ya no bajo la versión original propuesta por el PAN y el presidente, prosperó. La indecisión y titubeos en momentos decisivos también confunden a las masas, provocando escepticismo entre un sector de éstas. Siendo así miles y miles que han acudido a las decenas de asambleas informativas convocadas por AMLO del 2006 a la fecha, ante la falta de un llamado firme para ir más allá ante un gobierno débil como el de Calderón y que sin embargo continúa lanzando ataques, han caído en el escepticismo, afectando también este fenómeno las intenciones de voto del PRD.

Lamentablemente los errores han sido alimentados por más errores. En esto se ha traducido en contra de su voluntad la política de AMLO de llamar al apoyo diferenciado del voto para los tres partidos que forman (o formaron) el FAP: PRD, PT y Convergencia. Con este llamado irremediablemente se dispersó y dividió el voto del movimiento social en lugar de focalizarlo en aquel punto de ataque que le permitiera concentrarse y fortalecerse electoralmente para que esta medida, acompañado una decida campaña de agitación para forzar un verdadero giro a la izquierda por parte del PRD, se tradujera en un serio revés contra el PRI, el PAN y NI durante la pasada jornada del 5 de julio.

Lo inadecuado de dicha táctica ha quedado demostrado en los resultados electorales: una tarea de primer orden en esta coyuntura electoral era la de frenar a la derecha, sin embargo a pesar del descalabro del PAN, el retroceso de éste a nivel nacional no sólo fue compensado por el terreno recuperado por el PRI sino además superado. Incluso a nivel local, en el DF el PAN ganó más espacios. Tras las elecciones de este 5 de julio, ahora con 388 diputados el parlamento está bajo el dominio prácticamente absoluto de los partidos de derecha, el PAN y el PRI. Más arriba hemos subrayado la enorme responsabilidad que tienen en todo ello Jesús Ortega y su NI, sin embargo sobre la táctica de apoyar diferenciadamente el voto de los partidos del FAP vale la pena preguntarse si esta medida fue útil o no en la importantísima tarea de frenar a los partidos de derecha. Lamentablemente los resultados demuestran que no, pues desafortunadamente el llamado al voto diferenciado tenía como principal propósito asegurar que el PT y Convergencia no perdieran su registro electoral. A este objetivo fue subordinada la importante tarea de organizar al movimiento de masas para transformar las elecciones del pasado 5 de julio en un duro revés para la burguesía y sus partidos.

En los sufragios federales el PRD logró el 12.2% del total de los votos, tras el 28.99% alcanzado en 2006. Este último dato fue logrado en coalición con el PT y Convergencia, los cuales oscilan tradicionalmente en una votación del 2 al 2.5% como partidos individuales. Pero si esto último no fuera suficiente para sopesar el peso electoral de cada partido del FAP en lo individual podemos recurrir, para tener otro parámetro, a las elecciones intermedias del 2003 también por diputaciones federales y en las que cada uno de estos partidos contendió con candidatos propios. En dichos sufragios los resultados se manifestaron de esta manera: PRD, 17.6%; PT, 2.4% y Convergencia, 2.2%.

El voto diferenciado no significó un radical traslado de sufragios del PRD al PRI. De hecho otro fenómeno expresado en estas elecciones en todo caso ha sido la mudanza de votos del PAN al PRI. Los votos alcanzados por este último partido (15 millones 518 mil) reflejan un avance de 3 millones 870 mil 3003 sufragios respecto a su resultado de las elecciones por diputados federales del 2006, siendo esta última cantidad próxima al volumen de votos perdidos por el PAN en la pasada contienda de este 5 de julio y que llegó a los 4 millones 235 mil 935. Sin embargo la orientación trazada por AMLO sí jugó un papel dividiendo el voto del PRD para favorecer al PT y Convergencia a costa de restarle posibilidades al principal partido de izquierda ante la derecha. Para el caso de las lecciones por diputados federales, la siguiente tabla ilustra gráficamente esta situación comparando el número de votos logrados por PRD, PT y Convergencia el pasado domingo con los alcanzados en las anteriores e inmediatas elecciones intermedias:

Partido/Votos elecciones

2003

2009

PRD

4, 694 365

4,164 000

PT

640 724

1, 216 237

Convergencia

602 392

808 764

En lo concreto, esto es especialmente un asunto que quedó totalmente demostrado en el DF y su área conurbada. En Ecatepec y en Netzahualcóyotl, ayuntamientos del Estado de México y vecinos del DF en los que los partidos de derecha desde hace años no eran más que un amargo recuerdo en la historia de las familias trabajadoras que los habitan, ahora están bajo el control del PRI.

En el caso del DF, las consecuencias han sido mayores. En cierto que la mayoría de la votación sigue siendo perredista, pero a diferencia de la trayectoria que ha tenido este partido desde 1997, año en el que por primera vez se puso a elección el gobierno local, ahora las cosas muestran algunos cambios sobre los cuales resulta necesario hacer un paréntesis: la mayor parte del voto y la fortaleza del PRD a nivel nacional emanan y dependen de la clase trabajadora del DF y el área conurbada del Estado de México. Ante esta realidad, la burguesía y sus partidos siempre han hecho todo a su alcance para arrebatarles estos bastiones al PRD, especialmente el DF. Durante años cada intento ha fracasado, sin embargo ahora vemos algunos cambios en esta situación, nos referimos al caso del PAN que gracias a las reciente elecciones locales del DF elevó su control de 2 a 3 de las 16 delegaciones políticas de esta entidad (Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Cuajimalpa) y logrando de paso 9 diputaciones locales cuando sólo tenía 4. “El PAN ha egresado en el DF”, gritó a los cuatro vientos la dirigencia local de este partido tras esos resultados.

Para el PRD se quedaron 12 delegaciones, dos menos que las alcanzadas hace tres años, y una se quedó en manos del PT, Iztapalapa. En cuanto a su representación en la Asamblea legislativa del DF, el principal partido de izquierda se quedo con 30 de los 66 escaños en disputa, 4 menos que los alcanzados en el 2006.

Por supuesto, reiteramos, los principales culpables del reciente retroceso electoral del PRD son los chuchos y su política de colaboración con Calderón. Ellos debilitaron el voto del PRD y ellos le allanaron el camino al PRI. Sin embargo la estrategia del voto diferenciado promovida por AMLO no funcionó en sentido opuesto, no fortaleció el voto de la izquierda en su conjunto, pero sí dispersó el debilitado voto de ésta. Por supuesto que sumados los votos alcanzados por los partidos del FAP (PRD, PT y Convergencia) aún quedan aproximadamente unos 9 millones por debajo de los alcanzados por el PRI. Es mucha la diferencia y una mirada apresurada podría hacernos pensar de que se trata de una cantidad si no imposible, sí prácticamente imposible de remontar.

Pero los votos logrados esta vez por el PRI son una cantidad similar a los alcanzados el PRD en alianza con el PT y Convergencia, con AMLO como candidato a las presidenciales del 2006 y 3 millones más que los sufragados a favor de los candidatos a diputados federales de dicha alianza durante los comicios de ese mismo año. Considerando esos elementos, es necesario reconocer que el PRD salió muy bien posicionado de las elecciones de 2006 como para contender con serias oportunidades e imprimirle un duro revés a los partidos de derecha tres años después. Además no sólo esos resultados estaban del lado del PRD, sino también un movimiento obrero y social en ascenso, respondiendo entusiastamente a cuanta convocatoria de movilización lanzada por AMLO, llenado plazas por diferentes protestas a lo largo del país, enfrentando a Calderón y dando muestras del camino que se debe seguir en la defensa de sus intereses: los mineros haciendo huelgas, por ejemplo, y los trabajadores autónomos y pequeños productores, pescadores y transportistas, haciendo paros nacionales de su sector. Todo ello coronado por un enorme descontento social por una crisis económica que ya dejó en la calle a cuando menos un millón de trabajadores.

Una táctica adecuada habría capitalizado todo este ambiente, fraguando lo que podría haber sido la derrota más grave de la derecha. Mínimamente el pasado 5 de julio pudo haber significado un descalabro para la burguesía y sus partidos, similar al de las elecciones de 1997 en las que el PRD pasó de 71 a 125 diputados federales y Cárdenas ganó por el PRD arrolladoramente el primer gobierno del DF emanado de elecciones populares. Está por descartado que esa táctica adecuada fuera implementada por voluntad propia por los chuchos, convocar a las masas trabajadoras para la lucha va contra la naturaleza de este tipo de dirigentes. Por ello, para obligar al PRD y a su dirección a movilizarse pasaba por ejercer la presión necesaria la cual obligaría a toda clase de obstáculos a hacerse a un lado. Los chuchos son un obstáculo objetivo para que el movimiento se exprese mejor por medio del PRD, pero no se trata de un obstáculo inamovible. Todo lo contrario, se trata de una burocracia débil que no ha enfrentado un movimiento mínimamente serio en su contra y que debido a ello se mantiene en el control de aparato del PRD.

En el PRD quien representa la fuerza es AMLO, por medio de él y su movimiento se expresan las expectativas de cambio de millones de mexicanos, por consecuencia en manos de este dirigente está la tarea de organizar toda esa fuerza para eliminar el obstáculo que representan los chuchos e imponerles los intereses del movimiento y una genuina política combativa. Por ejemplo, una acción decida de AMLO apoyado en las masas para imponerles a los chuchos candidatos comunes del FAP para, al igual que en 2006, contender en alianza en las elecciones pasadas habría transformando esta demanda en toda una realidad. Pero AMLO optó por no luchar y no emplear su enorme apoyo, dejándoles en consecuencia, en contra de su voluntad, las manos libres a los chuchos para que hicieran lo que se les antojara del PRD sin casi ninguna clase de resistencia, traduciéndose esto último en un costo muy elevado para el partido.

Una nueva oportunidad se presentó en marzo de este año en el contexto de las elecciones internas del PRD para seleccionar candidatos a cargos de elección popular, sin embargo nuevamente AMLO no empleó su enorme apoyo entre las masas para asegurar una derrota aplastante sobre los candidatos de NI. La falta de una intervención organizada y bien orientada por AMLO impidió que la mayor parte de estas candidaturas quedaran en manos de candidatos vinculados al movimiento de masas y a la corriente de Izquierda Unidad cuya cabeza visible es Alejandro Encinas, viéndose beneficiados los chuchos.

No obstante ello, y a pesar de una prácticamente nula convocatoria por parte del ala de izquierda, la base de apoyo del PRD en el DF se movilizó conscientemente ese 15 de marzo con la intención de aprovechar esa oportunidad para replegar a los chuchos, derivando esto en una aplastante derrota para la derecha perredista y un significativo triunfo de los candidatos de Izquierda Unida en la capital del país. Las consecuencias para los mezquinos intereses de los chuchos a raíz de esa intervención de la base de apoyo del PRD en el DF con el objetivo de poner en orden la casa, ya se están dejando sentir. Por ejemplo, en lo que corresponde a la Asamblea Legislativa del DF y su integración de la fracción parlamentaria del PRD producto de las recientes elecciones, esta última quedará conformada de la siguiente manera: la orteguista Nueva Izquierda pasará de tener 17 diputados de mayoría a solamente 7, por su parte la obradorista Izquierda Unidad irá de 17 a 23 diputaciones ganadas por mayoría. La dependencia de la derecha perredista hacia los cargos es determinante para mantener su poder y control sobre el partido, en el DF (pero también en otras regiones del país) la militancia de base ha dicho ¡ya basta! y han provocado que el reloj para los chuchos comience a caminar en contra de éstos. En marzo el perredismo de base del DF, que refleja el espíritu y el deseo del perredismo nacional de transformar a su partido de pies a cabeza, demostró el camino a seguir para eliminar el obstáculo que significan los chuchos para la lucha social, sin embargo esta lección y esta experiencia no fue claramente entendida por Izquierda Unidad y ni por el propio AMLO, los cuales nuevamente desaprovecharon la oportunidad de lanzar una lucha mejor organizada para arrebatar a los chuchos el control sobre el PRD.

En lugar de lanzar esa lucha para que el movimiento social y la izquierda del PRD pudieran capitalizar mejor las oportunidades de cara a las elecciones, AMLO decidió lanzar el llamado del voto diferenciado en una asamblea informativa desarrollada en el Zócalo capitalino realizada contradictoriamente una semana después del magnífico ejemplo que la base de apoyo del PRD capitalino había dado respecto al hecho de que los chuchos son perfectamente derrotables.

Otras oportunidades desperdiciadas fueron los casos de las elecciones internas de marzo de 2008 por la dirección nacional del Partido y la posterior intervención del Tribunal Electoral para desconocer el triunfo de Alejandro Encinas e imponer a Jesús Ortega. En ambos casos, no hubo un llamado serio para hacer sentir el peso de la base de apoyo del PRD y obligar con ello a la derecha a retroceder.

Así tras ir de oportunidad en oportunidad desperdiciadas, AMLO llega a un punto en el que el control del aparato del partido por los chuchos ya se presenta como un obstáculo más fuerte que en el pasado para su movimiento y sus intenciones de que éste tenga una expresión con candidatos para las elecciones. Ante ello, en vez de apoyarse en las masas para derrocar a los chuchos, AMLO llama a votar diferenciadamente por los candidatos del FAP creando de esta forma un confusión que se sumó a la ya creada por la política de derecha de los chuchos y renunciando por la vía de los hechos a una política que tuviera como principal tarea frenar a los partidos de derecha y hacer de esa lucha una plataforma que ayudara al movimiento a elevarse, salir mejor cohesionados y mas organizados.

Si ya antes AMLO incorrectamente había cedido en su lucha por impulsar candidatos comunes por el FAP, lo que menos se podía hacer era impulsar iniciativas que alejaran a las masas del PRD dejando a los chuchos con las manos libres; para estos traidores no hay nada mejor que un PRD alejado de los trabajadores y campesinos. En lugar del voto diferenciado, el llamado adecuado para concentrar la fuerza en el punto de ataque correcto, es decir en aquel punto que le pudiera dar un contenido y una expresión nacional a la lucha electoral contra el PRI y el PAN y contra la derecha de los chuchos, era el de llamar a votar por el PRD agitando en torno a un programa socialista, insistiendo en que no es suficiente votar pues también es necesario luchar.Esta clase de política con consignas claras como el llamado a la huelga general y a derrocar a Calderón, además de limpiar el partido de toda clase de alimañas como los chuchos, acompañado de la organización de comités de base en cada barrios, centro de trabajo, ejidos, comunidades y escuelas, es decir impulsando un verdadero giro hacia la izquierda, habría creado un profundo cambio en la situación sacudiendo la conciencia de las masas y movilizando a millones, entre ellos a un componente importante de los millones que no acudieron a las urnas, para por medio de los sufragios no dejar ladrillo sobre ladrillo en las pretensiones electorales de la derecha. Sin embargo AMLO optó por otra política que no se tradujo en frenar a los partidos de derecha, la cual, en el caso particular del PRI, vio favorecido su desarrollo en la cascada de errores de la dirección del PRD y Nueva Izquierda.

¡¡¡Iztapalapa!!!

No obstante la política del voto diferenciado, esta táctica diseñada especialmente para asegurar el registro electoral del PT y Convergencia, tal como lo reconoció el propio AMLO tras las elecciones del pasado domingo, en Iztapalapa tuvo un vuelco que no había sido calculado por el principal dirigente del movimiento social. El interés principal de AMLO sobre esta delegación política era el de basarse en su elevado padrón electoral que durante años ha favorecido arrolladoramente al PRD, para atraer votos de este partido hacia el PT y hasta ahí nada más, prueba de ello es el de que desde abril, dos meses antes de la destitución por el tribunal electoral de Clara Brugada como candidata delegacional, ya habían sido registrados como candidatos a diputados federales por el PT en Iztapalapa tres figuras públicas particularmente cercanas a AMLO: el exvocero nacional del PRD, Gerardo Fernández Noroña; Jaime Cárdenas Gracia, ex consejero electoral, y Mario di Costanzo, secretario de la Hacienda Pública del Gobierno Legitimo. Se trataba de tres de las cartas más importantes de AMLO y sobre las que se depositaron las mayores expectativas para fortalecer el voto del PT a costa del PRD.

Siendo ello así, la intervención del Tribunal Electoral desconociendo a Clara Brugada para otorgarle la candidatura a Silvia Oliva y tratar de regresarle a los chuchos el bastión de Iztapalapa, se presentó como una magnífica oportunidad para apuntalar el objetivo de votos para el PT en Iztapalapa. AMLO reaccionó metiéndose a tope las dos últimas semanas de campaña, llegó a un acuerdo con Clara Brugada para pedir el voto por el candidato a delegado del PT, Rafael Acosta (“Juanito”) para que ya siendo electo éste, en caso de ganar, renunciar al cargo para que Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del DF, la proponga como sustituto de Juanito ante la Asamblea Legislativa como opción para ocupar la jefatura delegacional de Iztapalapa.

El asunto es que la masiva base de apoyo del PRD de Iztapalapa y en general las familias obreras de esta delegación, forjadas en una durísima escuela de vida y educadas para soportar todo con tal de tener algo para ellos y para sus hijos, se tomaron las cosas muy en serio y transformaron la limitada e insuficiente lucha de búsqueda de votos para el PT en una abierta y enérgica batalla contra la derecha del PRD y su política y contra la intromisión de Calderón. Y el resultado de ello es de todos conocido: 31.18% de los votos a favor del PT (o mejor dicho, a favor de la izquierda del PRD) y 22.11% para el PRD cuyo candidato, Silvia Oliva, y su imposición por obra y gracia de la mano de Calderón se transformaron en una poderosa razón para la base PRD de Iztapalapa que volcó su participación unificada, como una sola persona, contra los chuchos hasta implementarles uno de los golpes más memorables en su historia. Por medio de Iztapalapa, el perredismo de base de todo México expresó su odio y repudio contra la derecha de Jesús Ortega y Nueva Izquierda.

Al igual que lo hizo el perredismo de base en marzo de este año cuando en las elecciones internas para candidatos a cargos públicos del DF se encargó de literalmente aplastar a los agentes de Calderón infiltrados en el PRD, nuevamente ese mismo perredismo se expresa para acometer esa valiosa tarea.

AMLO y todos los demás dirigentes de la izquierda del PRD deben hacer una lectura adecuada del proceso desarrollado en Iztapalapa, el camino para actuar contra los chuchos está despejado. Nuevamente la base de apoyo del PRD se ha encargado de crear las condiciones favorables para eliminar a la derecha perredista y expulsar a los agentes de Calderón de una vez por todas.

El golpe de Iztapalapa, el cual, insistimos, expresa el deseo del perredismo de base para poner orden en casa, se desarrolla al mismo tiempo que el PRD sufre un retroceso electoral que lo pone casi al mismo nivel del fracaso de 1994. El costo de la política de los chuchos está siendo muy alto. Jesús Ortega y sus pandilleros de Nueva Izquierda se encentran más débiles que nunca, un ligero aire los haría caer. Muestra de su debilidad es que no se atreven a expulsar a AMLO. Y sin embargo, si a pesar de todo se atrevieran a dar ese paso, el costo para ellos sería aún mayor del que ya están pagando.

AMLO y la izquierda tienen que llamar en lo inmediato a formar comités de base en todos los barrios, colonias, ejidos y comunidades. Es el momento de actuar, nada de acuerdos ni negociaciones con los chuchos. Los comités de base tienen que lanzar asambleas en los centros de trabajo, en las escuelas y con los vecinos para debatir la problemática interna del PRD, las medidas que este partido debe adoptar frente a la crisis económica y contra la política de Calderón. En esas asambleas es necesario proponer e impulsar la discusión y votación de una resolución que exija la renuncia inmediata de Jesús Ortega y todo el Comité Ejecutivo Nacional del PRD para convocar a elecciones internas por una nueva dirección. La caída de Jesús Ortega no está descartada, las declaraciones de Marcelo Ebrard en ese sentido ya hablan de ello, pero incluso se trata de una idea que no le es desagradable a algunos integrantes de su propia corriente. A estas alturas ya se habla de Javier González Garza, coordinador de la saliente fracción parlamentaria del PRD en la Cámara de Diputados, como el potencial sucesor de Jesús Ortega. De darse la renuncia de Jesús Ortega se trataría de un triunfo particularmente de la base perredista, lo cual ya por sí mismo sería un importante paso al frente. Pero es importante que no sólo cambien las personas, sino también la política. Es por eso que los militantes de base al tiempo de organizarse también tienen que luchar por métodos que controlen a los dirigentes, sean quienes sean, y por un programa que ponga sobre la mesa de debate la lucha decidida por mejores condiciones de trabajo y de vida y contra la propiedad privada capitalista. La solución de los problemas de los pobres no puede ser sino a condición de arrebatarle a los banqueros y empresarios su monopolio sobre la riqueza social para ponerlo bajo el control democrático de los trabajadores; dicha tarea no puede desarrollarse al margen de la lucha por derrocar al gobierno burgués en estos momentos representado por Calderón para sustituirlo por una democracia obrera.

Lanzar una ofensiva seria y sin titubeos contra Nueva Izquierda y luchar por una política socialista para el PRD es el mejor homenaje que le podemos hacer los más de 800 perredistas asesinados por el régimen desde Salinas a la fecha y para los 12 militantes de base del PRD de la Costa Grande de Guerrero que el domingo 5 de julio fueron abatidos a tiros por gatilleros a sueldo cuando se dirigían a las urnas para votar. Es momento de unificarnos todos aquellos que estamos convencidos de la vigencia de las ideas de Marx y organizar una corriente de izquierda socialista al interior del PRD.

Lucha de clases

Vivimos un periodo de enormes convulsiones y cambios, la relación entre las dos clases sociales fundamentales del capitalismo, entre burgueses y trabajadores, es inestable y sumamente volátil. Se trata de un proceso que ha ido fermentando a lo largo de casi tres décadas caracterizadas por constantes ataques a los niveles de vida y un resentimiento social cada vez mayor. En los últimos años las contradicciones condensadas ya incluso han arrojado como saldo abiertas luchas revolucionarias tales como insurrección de Oaxaca y contra el fraude electoral del 2006.

El asenso actual del movimiento obrero es un hecho incuestionable pero contradictorio, con avances y retrocesos, con periodos de relativa calma seguidos de importantes luchas. Estas contradicciones también se reflejan en las organizaciones obreras; suele suceder que mientras los trabajadores están con ánimos suficientes para luchar sus sindicatos y partidos, y los dirigentes de éstos, estén impulsando una política contraria a la que demanda en esos momentos el movimiento. Es por ello que, por ejemplo, en algunas ocasiones en medio de un ambiente de importante agitación social, se pueden desarrollar fenómenos tan contradictorios en los cuales las organizaciones en la que se basan tradicionalmente los trabajadores para luchar no reflejen tan nítidamente, como sucede con la lente descompuesta de una cámara fotográfica, el estado real en que se encuentra el movimiento obrero. Éste ha sido el caso de las pasadas elecciones en las que existe una contradicción entre el asenso existente en el movimiento de los trabajadores y los resultados logrados por el principal partido de izquierda, el PRD, perdiendo posiciones y acompañado este por el avance significativo del PRI.

Una mirada superficial podría hacer pensar a alguien que el resultado de las recientes elecciones está manifestando un giro hacia la derecha por parte de las masas. Nada más lejano a ello. Lo que sí es verdad y que se está expresando tan claro como el agua a través de las elecciones del 5 de julio es la bancarrota total del reformismo, incapaz de hacer avanzar al movimiento dadas las condiciones actuales de decadencia capitalista en la cual la reformas son inaceptables para la burguesía y en la que, por consecuencia, la política de colaboración de clase no pude ser otra más que la subordinación total y servil de los dirigentes reformistas ante los banqueros, los empresarios y su gobierno. En esencia esto es lo que ha sucedido con Jesús Ortega y los chuchos los cuales han sido presas de su propia política de colaboración de clases. Pero este mismo destino tarde o temprano puede ser, con sus propias peculiaridades, el de cualquier otro dirigente que por muy honesto que sea no se plantee la necesidad de afectar los interese y privilegios de la clase dominante con medidas de fondo si es que verdaderamente quiere que se soluciones los problemas de los pobres y explotados. Se trata de intereses que son irreconciliables, que por lo tanto tarde o temprano un dirigente se ve forzado a romper con uno o con otro de los bandos en disputa, este ha sido el caso de Jesús Ortega y muchos de sus allegados quienes, independientemente de la demagogia que empleen, en los hechos han claudicado ante la burguesía. La izquierda reformista del PRD o gira hacia un programa socialista o tarde o temprano puede ser presa de su indecisión para romper con el capitalismo y padecer el mismo destino que el de los chuchos o el de quien fuera el dirigente histórico del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, mismo que en estos momentos goza de una muy mala fama entre importantes sectores del movimiento de los trabajadores.

El resultado de las elecciones que arrojó una importante recuperación del PRI tras muchos años, dejando al mismo tiempo como saldo un PRD replegado y una Cámara de Diputados Federal acaparada en cuatro quintas partes por los partidos de la burguesía a pesar del descalabro del PAN, lejos está de poder ser un factor de estabilidad social y para el régimen. La imperante necesidad de lanzar los ataques pendientes en un negro panorama económico que hace a estos cada vez más acuciantes, tiene frente a sí un espectro aparentemente favorable en el aparato legislativo. Inmediatamente tras los resultados del 5 de julio, la burguesía anunció parte de sus funestas intenciones y a escasos días de los sufragios ya vimos a Mario Sánchez Ruiz de la patronal Concanaco y a Claudio X. González, presidente del Consejo de Hombres de Negocios, pronunciándose por retomar la contrarreforma para extender el IVA a medicamentos y alimentos; por su parte Francisco Luzón del Grupo Santander de América Latina, ha señalado que antes de estar dispuestos los bancos a aceptar cualquier clase de medida para regular las tasas de interés y los excesivos cobros de servicios, primer el Legislativo tendrá que sacar adelante las contrarreformas pendientes; de acuerdo al este banquero, ha llegado el momento de “hacer lo que hemos intentado en tres años y no hemos sido capaces”.

Al parecer las cosas pintan bien para la burguesía en cuanto a sus expectativas de contrarreformas, lamentablemente para ellos, como lo ha dejado en claro ya el movimiento obrero, desde hace algunos años ese tipo de cosas ya no sólo se resuelven en un sentido u otro en la tribuna parlamentaria, sino también en las calles y en las plazas públicas realizándose movilizaciones y protestas.

La profundización de la crisis, la cual ha hecho al FMI pronosticar que la economía mexicana se contraerá en un 7.3% al terminar 2009, será un motivo más de tensión e inestabilidad. La presiones económicas para que la burguesía ataque son las más fuertes en más de una década, por su parte los trabajadores ya han dado muestras sólidas de que no están dispuestos a permitir los ataques sin antes luchar ferozmente en defensa de sus intereses. En medio de esta fuerte contradicción la nueva composición del aparato legislativo, significativamente favorable a los partidos de derecha y que tratará de ser empelada como palanca de apoyo para la política antiobrera de la burguesía, no será otra cosa que mas gasolina al fuego que alimentará la inestabilidad social y política del país. Tampoco la recomposición de fuerzas producto de las elecciones y en la que el PRI ha experimentado un importante desarrollo, son un cheque de garantía para que este partido regrese a Los Pinos en el 2012. Bajo la fuerte inestabilidad y volatilidad social que existe se pueden presentar cambios que den al traste a esa posibilidad. Se equivoca quien ve al PRI como “candidato natural” para llegar a la silla presidencial dentro de tres años.

Las pasadas elecciones, en las que para el colmo del régimen sus aliados de Nueva Izquierda han sido puestos al borde del precipicio, están lejos de poder ser vistas como el punto de partida para un remanso de paz social y estabilidad política para Calderón. Desafortunadamente los asuntos más candentes de la lucha de clases no se dirimen en las urnas y el pronóstico más probable es el de nuevos choques y confrontaciones entre las clases. Los tres primeros años del gobierno de Calderón han sido tormentosos para su administración y tras este nuevo panorama electoral marcado por el fuerte descalabro del PAN, las cosas se complicarán debilitándolo aún más pues junto con todas esas complicaciones la polarización social se seguirá incrementando. Los tres siguientes años, si es que concluye la actual administración, encierran todos los ingredientes para transformarse en la peor y más larga pesadilla para Calderón.

Fecha: 9 de julio de 2009

Fuente: Militante