Elecciones andaluzas: la bancarrota del PSOE abre a la derecha la puerta de la Junta de Andalucía

Contra la ultraderecha, la juventud marca el camino luchando en las calles - Lo que parecía imposible hace un año puede ser realidad en poco tiempo: el PSOE está a punto de perder el gobierno de la comunidad que ha gobernado ininterrumpidamente los últimos treinta y seis años. Susana Díaz ha cosechado el peor resultado de un PSOE de Andalucía carcomido por la corrupción y abandonado por gran parte de su base social, que se ha abstenido de votar en estas elecciones autonómicas.

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Lamentablemente, el descontento con el PSOE no ha sido capitalizado por la confluencia de Podemos e IU, sino que se ha perdido en una abstención que ha superado del 41% y que se ha concentrado en las zonas obreras de la comunidad. Se abre de este modo la puerta a que la derecha (incluyendo a la extrema derecha de Vox) pueda hacerse con el gobierno de la Junta por primera vez.

Sin duda, la gran derrotada en estas elecciones ha sido Susana Díaz. La presidenta ha agudizado el declive del PSOE andaluz, rompió el pacto con Izquierda Unida para acometer un pacto de legislatura con el ahora denostado Ciudadanos; llevó a cabo una campaña pública ante todo el país de intrigas palaciegas contra Pedro Sánchez para facilitar la investidura de Mariano Rajoy; lo defenestró, en una sesión vergonzosa retransmitida en directo ante el mundo entero por televisión; luego compitió con él por la máxima representación del PSOE, perdiendo, a pesar de contar con el apoyo de casi todo el aparato, haciéndose más público aún ante las masas su sesgo derechista y pro-establishment; y, sobre todo, los recortes y privatizaciones que ha llevado a cabo en sus cinco años al frente de la Junta. Han sido estas políticas, estos hechos, junto con la herencia recibida, las que han desmovilizado a la base tradicional del PSOE abriendo el camino de San Telmo a la derecha.

Estos resultados demuestran la falsedad de las teorías del “voto cautivo” y las “redes clientelares” tan repetidas por las derechas y por sectores de la izquierda estatal y andaluza; por muchos “enchufaos” del PSOE que haya en la Junta y por mucha gente que coma del aparato, esto deja de ser un factor decisivo cuando éste se enfrenta a su declive.

La crisis económica y social es muy profunda y lacerante (y hace demasiado poco ruido). La precariedad laboral ronda el 36%. En el segundo trimestre de este año, la tasa de paro en Andalucía era del 23%, con un 47% de paro juvenil. De los quince barrios más pobres de todo el Estado, diez son andaluces (y siete de ellos de la ciudad de Sevilla). En torno al 42% de la población andaluza está en riesgo de pobreza y exclusión social. Sólo en 2017 se ejecutaron en Andalucía 10.437 desahucios, el 17% de todos los desahucios del Estado español. El fracaso escolar estaba en el 23% en 2016. Andalucía concentra el 21% de las víctimas de violencia machista en todo el Estado. La clase obrera andaluza lleva elección tras elección resistiendo, como mejor ha podido, y resulta que todo material tiene su límite. Cientos de miles de trabajadores andaluces han decidido no renovar su confianza en un PSOE que no ha cumplido con sus tareas históricas.

El PSOE andaluz es víctima de su propia política al frente de la Junta en los últimos treinta y seis años. Éste es el resultado final de haber vaciado el partido de socialistas para llenarlo de arribistas y representantes de la burguesía; de haber arrasado con todo el tejido de organizaciones vecinales, agrarias, juveniles o de mujeres heredado de la lucha contra el franquismo; de haber coadyuvado a hacer de los sindicatos mayoritarios meros apéndices de la administración; de haber inculcado valores conservadores y nacionalistas españoles a través de la enseñanza y la televisión pública andaluzas… Víctima, en fin, de una política que no ha resuelto ninguno de los problemas fundamentales de la clase trabajadora andaluza. El PSOE ha agotado buena parte de sus bases de apoyo y, una vez hecho el trabajo sucio durante todos estos años, ahora la burguesía no tendrá miramientos para darle la patada y poner a sus representantes directos al frente de la Junta de Andalucía.

Resultaba patético escuchar a Susana Díaz, en su valoración de los resultados, apelar a un “frente constitucionalista” para frenar a una extrema derecha que ella misma ha contribuido a alimentar con sus políticas de derechas y su nacionalismo español. Por supuesto las damas y caballeros del PP y Ciudadanos se encogen de hombros ante esta soflama, conscientes como son de cuáles son sus verdaderos intereses. En realidad, no hay diferencias políticas sustanciales entre PP, C’s y Vox, ni siquiera entre la base social que comparten. Todos ellos son fieles representantes y marionetas de la burguesía y de la pequeña burguesía adinerada. Y todos ellos han manifestado ya su decisión de unirse para echar al PSOE de la Junta de Andalucía.

¿Un giro a la derecha?

El voto conjunto de la derecha en estas elecciones andaluzas, 1,8 millones, no ha sido su máximo histórico. Éste superó el 26 de junio de 2016 los 2 millones, en las elecciones generales, y aun así la izquierda en Andalucía los superó en votos. Sí es cierto que éste ha sido su máximo histórico en unas elecciones autonómicas, (su máximo anterior fue de 1,7 millones en 2012). Lo que ha habido fundamentalmente ha sido un reordenamiento del voto de la derecha, con un trasvase del PP a Vox, que ha crecido sobre todo entre la pequeña burguesía cabreada y reaccionaria y en los barrios ricos. Y también se ha notado que un sector de la derecha que tradicionalmente no votaba en las elecciones autonómicas sí lo ha hecho esta vez al sentirse más estimulada para participar.

Lo relevante ha sido el desplome del voto de izquierda, que ha sacado casi 1,6 millones, 200.000 votos menos que la derecha. La izquierda ha perdido 690.000 votos respecto a 2015 que se han ido mayoritariamente a la abstención (340.000 más abstenciones que en 2015), al voto nulo y blanco (47.000 más que en 2015), o a partidos minoritarios de la izquierda extraparlamentaria: PACMA, EQUO, PCPE, Nación Andaluza, etc. (que han recibido 25.000 votos más que en 2015). Sin eso, el voto de izquierda hubiera superado en 250.000 al bloque de la derecha.

Los resultados son históricos porque la derecha jamás ganó unas elecciones autonómicas en Andalucía, si bien lo ha hecho no porque incrementara sus puntos de apoyo en la sociedad andaluza respecto a uno o dos años atrás, sino por la desmovilización del voto de izquierda.

Pese a todo, es importante señalar que en la mayor parte de las zonas más proletarias de Andalucía, la izquierda ha sacado del 50% al 80% de los votos, aun con la abstención: cuenca minera y polo químico de Huelva, barrios obreros de Sevilla así como en gran parte de las demás capitales, todas las zonas jornaleras de Andalucía sin excepción, pueblos industriales como Puerto Real o La Carolina, etc.

El voto a Vox y a Ciudadanos

En efecto, Es cierto que la entrada de Vox en el Parlamento andaluz con doce escaños no es una anécdota ni un accidente. Una irrupción de este calibre no fue prevista por nadie, ni siquiera por los marxistas, debemos admitir. Es importante para la izquierda entender el origen y el carácter de este voto para intervenir de forma correcta en la legislatura que empieza.

Un vistazo superficial a los resultados nos indica que consigue sus escaños en las capitales y en la comarca del Poniente de Almería y también, aunque en menor grado, de Huelva, en las que la agricultura intensiva bajo plástico con un gran porcentaje de mano de obra inmigrada ha generado una pequeña burguesía agraria especialmente reaccionaria (aglutinada durante décadas por el PP) y con tendencias racistas que ya se evidenciaron en los disturbios de El Ejido en 2000, en el caso del poniente almeriense. Los resultados en esta comarca tan particular han propulsado a Vox hasta la tercera posición en la provincia de Almería (en la que el partido más votado es el PP).

En las capitales, por su parte, los votos que consigue Vox coinciden poco más o menos con los que pierde el PP, y estos se concentran fundamentalmente en los distritos burgueses (como Los Remedios en Sevilla o el distrito Este de Málaga). Por el contrario, Vox no ha penetrado con tanta fuerza en los distritos obreros (en los que, pese a la alta abstención, la izquierda sigue ganando) ni en los municipios metropolitanos (en los que sí crece con fuerza Ciudadanos). En resumen, los doce escaños de Vox aparecen como el ala derecha del PP emancipada y crecida por la abstención de la izquierda, sumado como decíamos antes a votantes tradicionales de derechas que se abstenían en las autonómicas y que ahora han decidido participar.

Sería un error exagerar el peligro que puede representar Vox, pero también sería un error infravalorarlo. A pesar de que, en general, su electorado no parezca haber desbordado los límites de la derecha franquista tradicional, hay en cambio en el discurso y la imagen de este partido una apariencia de radicalidad y de novedad que hace ya tiempo que Podemos ha perdido. A pesar de su tufo a franquismo y sacristía, a Vox se le ha identificado con el llamado “populismo” de derechas, en realidad nacionalistas y racistas extremos de derechas, que ha triunfado en EEUU, Brasil o Italia en estos últimos años, pudiendo arrastrar a sectores de las capas medias y de trabajadores atrasados a los que la izquierda no ha ofrecido ninguna alternativa consistente.

El voto a Ciudadanos tiene características diferentes, pese a que en última instancia es parte del mismo fenómeno. También, como Vox, ha rentabilizado la ola de chovinismo españolista a la que el PSOE ha contribuido con denuedo y a la que Unidos Podemos no ha sabido o no ha querido oponer la defensa del derecho de autodeterminación y del internacionalismo (tampoco Adelante Andalucía). Ciudadanos crece mucho más que Vox en las áreas metropolitanas y, sobre todo, residenciales (es primera o segunda fuerza en la mayor parte de los municipios de la Vega de Granada o de la Costa del Sol) queda en primer lugar en ciudades importantes como Jerez y Algeciras. El triunfo de Ciudadanos es el fruto más genuino de la política del PSOE: sectores de capas medias y trabajadores cualificados que optan por una opción “moderna” y “liberal” tras décadas de adoctrinamiento en los valores de la “clase media” y del españolismo. No deja de ser una opción reaccionaria pero “dentro de los límites de la Constitución”.

El resultado de Adelante Andalucía y las tareas de la izquierda

Adelante Andalucía ha obtenido un mal resultado; pierde 290.000 votos respecto a la suma de Podemos e IU en 2015 y pierde tres escaños (en Cádiz, Málaga y Granada). La confluencia no ha logrado ofrecer una alternativa a la caída del PSOE ni ampliar sus bases de apoyo, y hay que analizar por qué.

En nuestro análisis de la precampaña planteábamos que “las propuestas y el discurso de Rodríguez y Maíllo se alimentan y conectan con esta capa de trabajadores movilizados y con la juventud que está buscando una alternativa de izquierdas al régimen del 78. Si Rodríguez y Maíllo mantienen este discurso y este tono en la campaña, pueden entusiasmar a su base social e incluso pueden ensancharla, apelando a los indecisos y a los desencantados del PSOE.”

Lo cierto es que, pese a que la precampaña parecía mostrar que la izquierda llegaba con buenas perspectivas, la campaña en sí no ha supuesto ningún avance ni ningún desborde. Pese a que Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo han mantenido ese tono combativo en los mítines, estos han reunido mucha menos gente que los de la campaña de Podemos en solitario en 2015. Finalmente, pese a los esfuerzos de la militancia, se ha impuesto la tendencia al estancamiento del espacio Unidos Podemos a nivel estatal. Una campaña relativamente buena no ha podido revertir los errores de los últimos tres años.

En estos tres años, Podemos ha desaparecido prácticamente como fuerza organizada en los barrios y pueblos de Andalucía, limitándose al trabajo parlamentario. Esto no es fruto del azar, sino de una política consciente por parte de la dirección, tanto estatal como andaluza, de reducir al mínimo las estructuras del partido para evitar cualquier tipo de control democrático por la base. Unido a esto, las luchas internas han hecho mella en la organización y en la imagen que de esta tienen importantes capas de trabajadores. En especial, el ataque de la dirección estatal a la dirección andaluza en las primarias de julio hizo un daño tremendo, fracturando buena parte de los pocos círculos que quedaban activos y provocando la desmoralización de muchos inscritos.

El peso de la campaña ha recaído en buena parte en IU, con una implantación mucho mayor pero que aún no se ha recuperado totalmente de la crisis que le supuso el cogobierno con Griñán y Susana. En resumen, para miles de jóvenes y de trabajadores, el espacio Unidos Podemos aparece como algo totalmente adaptado al sistema y no han visto que Adelante Andalucía ofreciera una alternativa sustancial y consistente a un PSOE en declive. La subordinación cada vez más acusada de la dirección estatal de Podemos respecto al gobierno Sánchez ha reforzado aún más esta idea, por lo que mucha gente pensaba que votar a Adelante Andalucía era votar indirectamente al PSOE, lo que sin duda ha alimentado aún más la abstención.

Frente a lo que dicen, y sin duda dirán, muchos oportunistas, la confluencia no resta. De hecho, honestamente pensamos que gracias a esta se ha obtenido un resultado más digno que de haberse presentado cada fuerza en solitario. Lo que resta es la adaptación a las instituciones, la ausencia de implantación y militancia y, en definitiva, la ausencia de ideas y de un programa de transformación social que entusiasme a la juventud y los trabajadores de Andalucía y de todo el Estado. Ese es el debate central que los dirigentes de Adelante Andalucía no deben eludir.

En relación a Vox, más allá de la propaganda mediática recibida en estos dos meses, y el giro a la derecha de PP y C’s que ha pavimentado a Vox su discurso contra “separatistas” y “emigración”, la crítica de la izquierda a este partido ha sido superficial. No basta decir que son extrema derecha o fascistas (cosas que no dicen nada a mucha gente), no se lo ha criticado desde un punto de vista de clase, no se lo ha vinculado a los intereses de los empresarios y banqueros, no se han indagado sus fuentes de financiación, las corruptelas de sus dirigentes, no se ha insistido en qué significó el franquismo en lo concreto (no derecho al divorcio, ausencia de libertades democráticas, prohibición de huelgas, torturas, asesinatos, enriquecimiento de los ricos, etc.).

No pretendemos idealizar a la clase obrera andaluza, ni del resto del Estado, si bien ya hemos dejado sentado que, en las zonas más proletarias de Andalucía, sus capas más avanzadas sí han estado a la altura de las circunstancias y salvado el honor de la clase trabajadora, y han mostrado su determinación de no dejar pasar a las derechas. Es cierto que ha habido un reblandecimiento en la conciencia en algunas capas de la clase obrera, no sólo en Andalucía, con una cierta pérdida de identidad de clase y de tradiciones antifranquistas. Esto viene de años. Creemos que aquí la dirección de Podemos –y la dirección de IU no ha contrarrestado esto– ha jugado un papel nefasto en lo ideológico, ayudando a diluir la conciencia de clase cuando no a combatirla conscientemente, incluyendo su estúpido juego con el patriotismo español, lo que ya había preparado el camino a Ciudadanos hace 3 años cuando se apuntó a su discurso (ni izquierda ni derecha, ciudadanos, patria, etc.).

En este reblandecimiento de la conciencia de clase pueden entrar sectores de la ultraderecha para instalar su repelente discurso de la “patria”, de “España”, contra separatistas, inmigrantes, etc. La excesiva orientación del discurso de Podemos hacia aspectos periféricos en relación al feminismo, a la cuestión LGTBI, al animalismo; aspectos importantes, sin duda, pero marginando la cuestión de clase, como si ésta fuera un lastre en lugar de considerarla la palanca más potente para desacreditar a la derecha y conectar con las preocupaciones reales de la mayoría (salarios, vivienda, empleo, sanidad, barrios, etc.) les ha pasado factura.

Han tenido alergia a la calle en los últimos dos años. Contra el acoso a los derechos democráticos en estos años, se negaron a poner un movimiento en la calle que hubiera agrupado a decenas de miles, por no querer aparecer como “antisistema”, cuando lo que hacían era potenciar su imagen de gente inserta en el régimen, como decíamos anteriormente.Han estado a la defensiva en la cuestión catalana, en lugar de denunciar a todas las instituciones del Estado burgués, señalando que su patriotismo era sólo una mascarada para saquear a ese mismo Estado y al pueblo.

Es increíble que con la que está cayendo los dirigentes miedosos de Unidos Podemos no estén levantando una consigna clara como “nacionalizar el sector eléctrico”, o “expropiar los pisos vacíos de los bancos y fondos buitre”, o “nacionalizar a los banqueros parásitos” para utilizar los recursos en beneficio de la mayoría. Son esas ideas “rompedoras”, “radicales”, que transmiten de verdad la idea de que vamos contra los poderosos y a solucionar los problemas de raíz, la única manera de conectar con el ambiente social y desarrollar un movimiento potente hacia una verdadera transformación de la sociedad. En ese proceso, incluso podrían ser ganados sectores de la pequeña burguesía enrabietados y que miran ahora a la ultraderecha porque no ven otra opción “rompedora”.

En su valoración de los resultados, Teresa y Maíllo declararon que desde hoy Adelante Andalucía será una barrera de contención contra la extrema derecha. Esta actitud combativa, que está muy bien, sin embargo por sí misma no ofrece en cambio ninguna propuesta concreta para hacer avanzar la organización y recuperar el terreno perdido. Es el momento de abrir las estructuras de Podemos e IU y convertirlas en una herramienta útil para los trabajadores y jóvenes avanzados que quieran transformar la sociedad, en las que se debata de ideas y se organice un trabajo sistemático en los barrios y pueblos, lejos de la burbuja de las redes sociales, en contacto con la realidad cotidiana de los trabajadores.

Perspectivas

Pese a que al día siguiente de las elecciones PP y Ciudadanos enfatizan sus divergencias, lo más probable es que ambos acaben pactando un gobierno con el apoyo parlamentario de Vox. No se puede descartar ningún giro dramático en los acontecimientos, aunque sea poco probable, que pueda incluir una hipotética dimisión de Susana Díaz para facilitar un pacto a dos o a tres para aislar a Vox y a Adelante Andalucía. En cualquier caso, el próximo gobierno de la Junta de Andalucía va a ser un gobierno de recortes, con una agenda antisocial dictada por los grandes empresarios y banqueros, y que va a profundizar la crisis de régimen en lo social y lo territorial.

Cualquier intento de aislar a Vox sobre la base de un gobierno “constitucional” está condenado al fracaso; sólo conseguirá hacer inevitable el crecimiento de la extrema derecha en la siguiente cita electoral. Adelante Andalucía tiene que oponerse a cualquier intento de frente democrático “à la Macron” y plantar cara al crecimiento de Vox con sus propias banderas y su propio programa, siendo la oposición primero y sobre todo al gobierno de la Junta y a sus recortes. Hay que desenmascarar a PP y C’s, señalar que representan lo mismo que Vox, que defienden todos los mismos intereses de clase, y que comparten en lo sustancial la misma base social, más allá de que PP y C’s se disfracen de “constitucionalistas” y “democráticos”.

No obstante todo esto, la clase obrera andaluza y del Estado van a aprender de su experiencia, de su dura experiencia. La reacción es "fuerte" en la soledad individual de la masa de pequeñoburgueses y trabajadores atrasados que no saben de dónde le vienen los palos, en la calle son polvo social, a diferencia de la clase obrera en lucha. No pasará mucho tiempo, cuando se instale un gobierno de la derecha en la Junta de Andalucía, para que veamos un potentísimo movimiento en la calle contra sus políticas que adquirirá una radicalización y un odio de clase como no se ha visto en años, y que revelará las bases endebles de la reacción en Andalucía.

En el fondo, es la reacción la que está temblando ante la perspectiva de pilotar los mandos de la autonomía andaluza, ante su incapacidad para solucionar ni uno sólo los problemas de las masas trabajadoras saben que van a montar sobre un tigre fiero del que no sabrán como bajarse.

Es necesario fortalecer el movimiento popular para hacer frente a la etapa que viene. El 6 de diciembre en Granada tendrá lugar la primera movilización de envergadura tras la cita electoral. Ya en la tarde del 3 de diciembre miles de jóvenes se han manifestado espontáneamente en Sevilla, Málaga y Granada contra Vox y contra el régimen. Es necesario llenar las calles para mandar un mensaje a la derecha: su victoria de hoy no es sino el preludio de las luchas de mañana.