El fin de la “estabilidad”: ¿qué hacer ahora?

Con una diferencia de aproximadamente 130 mil votos (el 2% del padrón electoral), la modificación de la Constitución para permitir a Evo y Álvaro de volver a postularse en las elecciones de 2019 ha sido rechazada en el referendo del 21 de febrero pasado. Se trata de la primera derrota electoral del propio Evo Morales en más de diez años.

Con relación a las elecciones presidenciales de Octubre de 2014 Evo pierde más de 600 mil votos, poco menos del 10% del padrón electoral, de los cuales más de un tercio fueron a engrosar las filas de los que renunciaron al voto. El MAS se confirma primera fuerza a nivel nacional, con un 39% de los electores empadronados y poco menos del 50% de los activos. De momento y ante una oposición que se dividirá aún más con este triunfo, esto representa el único consuelo para el oficialismo.

Voto obrero y campesino

El MAS ha perdido este referendo en 6 de los 9 departamentos y en todas las ciudades capitales del país con porcentajes que van del 55% en Oruro hasta el más del 85% de Potosí. En las ciudades con más de 100 mil habitantes, el MAS gana solo en El Alto, aunque con porcentajes (58%) bastante inferiores a aquel plebiscitario caudal próximo al 80% de votos que recibía aquí. El voto rural y de los barrios obreros y populares que en pasado pudo, por su unidad, pesar más de su relación numérica con el voto urbano, ha sido esta vez insuficiente.

El MAS se confirma como la opción absolutamente mayoritaria para campesinos e indígenas, pero, como venimos anotando desde hace tiempo, ya sin la misma capacidad de movilización. Tomando en cuenta municipios representativos del movimiento campesino e indígena tenemos generalmente porcentajes de renuncia al voto superior al promedio nacional (18%). A manera ejemplificativa en el departamento de Potosí, cuya peculiaridad es que concentra el grueso de la población y el electorado en municipios intermedios y comunidades alejadas, al incomparable 85% para el No en la ciudad capital no corresponde el mismo compromiso en las áreas rurales, donde casi uno de cada cuatro electores ha renunciado al voto.

Los porcentajes de No en las áreas urbanas prueban que sectores amplio de la clase trabajadora fueron conquistados por la “movilización ciudadana en defensa de la democracia” o expresaron una protesta que el MAS no reconoce. Entre los mineros el Si triunfó con porcentajes inferiores al pasado entre los trabajadores de las empresas nacionalizadas (69% en Huanuni, 65% en Colquiri, 56% en Vinto); sin embargo en los centros donde cooperativistas, trabajadores de la empresa privada y de empresas mixtas están más expuestos a la crisis y ven el Estado convertido en el más eficiente capataz de las multinacionales, el triunfo del No es abultado (73% en Porco, 52% en Antequera y Llallagua etc.).

El festejo de la oposición ha sido empañado por una victoria mucho más ajustada de lo que se esperaban basándose, como afirmaron varios analistas, en las “redes sociales”. Como pronosticamos el resultado ha sido en cambio disputado voto a voto hasta el final. A la derrota del MAS corresponde una victoria relativa de la oposición, muy heterogénea política y socialmente. El voto de opinión de la clase media letrada que le ha perdido el fascino y quiere emanciparse de las aburridas ponencias de García Linera ha sido determinante; pero solo porque el voto militante ha perdido su capacidad de influencia en la sociedad y se ha dividido ante un gobierno ensimismado en defensa de la colaboración de clases.

Por qué ganó el No

La derrota del MAS ha madurado aquí y funda sus raíces en el abandono de la reforma agraria así como en la estatización de los sindicatos para sofocar cualquier capacidad de iniciativa autónoma de clase y dejar que el gobierno, apoyándose de una manera cuasi bonapartista en el aparato del Estado (recordamos el llamado de Evo a que los militares administren las empresas estatales), arbitre el conflicto social en función de los intereses del país, es decir, en última instancia, de su clase dominante.

Se puede también decir que la derrota del MAS ha madurado en aquellos conflictos y regiones que el MAS y el gobierno han manejado con una actitud conservadora. El caso más epatante ha sido sin duda el de Potosí, otrora bastión de Evo, donde el Vicepresidente corrió a asegurar a las multinacionales que ni se permitirían tomas de minas ni se nacionalizaría justo mientras el pueblo pobre y trabajador, sobrepasando la dirección politizada de COMCIPO, ocupaba la planta de una multinacional.

Finalmente, en un resultado tan ajustado ha influido también la elevadísima abstención (casi el 70%) entre los 258 mil empadronados en el exterior, particularmente en países como la Argentina, donde en pasado la comunidad boliviana, la más numerosa fuera de las fronteras nacionales, se movilizaba activamente por Evo. Nuestros compatriotas en la Argentina que mantenían un activismo político orientado a Bolivia sufren ahora por la ofensiva neoliberal y xenófoba del gobierno de Macri y deben haber recibido como un balde de agua fría las declaraciones de Evo que, en continuidad con la línea conciliadora de su gobierno en el escenario internacional, llamaba a su par argentino a hacer negocios por encima de la ideología justo cuando este lanzaba sus ataques más furiosos hacia Venezuela.

En un artículo publicado el 19 de octubre pasado, que señalamos al lector para reanudar el discurso y averiguar la corrección de nuestras perspectivas, adelantábamos que el MAS, para que Evo no quede en la incómoda posición de correr contra sí mismo, habría intentado levantar el fetiche de la oposición y esta última se habría escudado detrás de la “movilización ciudadana en defensa de la democracia”. Entre los dos ha quedado relativamente más creíble la derecha, un resultado al cual han poderosamente contribuido no solo, en realidad menos de lo que esperaba la oposición, los escándalos que salpican la figura de Evo, sino y sobre todo la incapacidad del MAS de politizar la campaña.

No se trata obviamente de un error de estrategia comunicacional, sino del efecto de una línea política para diluir el contenido de clase de las movilizaciones que llevaron el MAS al poder. Cuando Evo critica al vocero de la causa marítima Carlos Mesa, atribuyéndole parte del resultado adverso, no hace más que reconocer que – exactamente como explicamos hasta el cansancio – la unidad nacional, incluso en temas como el mar, es siempre arma de la burguesía y de la derecha. El hecho que estas críticas a Mesa no lleven a ninguna consecuencia práctica comprueba la crisis estratégica del MAS, ya esclavo de sus fantasmas.

La naturaleza de clases del No

En el mismo artículo consideramos también muy probable una ajustada victoria del No y un resultado “disputado voto a voto”, atribuyéndolo a todo lo que aquí hemos ratificado y también a la inercia y una actitud defensiva que se expresaría en el Si de obreros y campesinos. Algunos en la izquierda movilizada por el No pronosticaron en cambio una inclinación decisiva de las masas hacia el rechazo a Evo – que no hubo – como causa y efecto de un proceso de radicalización. Confundir la realidad con los deseos es un error trágico para quienes se reivindiquen revolucionarios.

El MAS llegaba a este referendo acumulando señales claras de estancamiento. En las elecciones nacionales de octubre de 2014, sufrió un relativo frenazo debido al viraje al centro, concretado en concesiones siempre más profundas a multinacionales y empresariado local, que además lo apartaba de un voto juvenil inmerso en condiciones extremas de precariedad simplemente negadas en la narrativa del “proceso de cambio”. En las subnacionales perdió plazas simbólicamente importantes, como consecuencia de la derrota de las bases del partido contra sus caciques locales e infiltrados. En el referendo autonómico sufrió un revés estratégico al ver rechazada la propuesta de solución formal a problemas reales.

En el escándalo del FONDIOC se ha dejado que la justicia burguesa resuelva un problema político: el fracaso de las “autonomías indígenas” y de lo plurinacional al cual los marxistas oponemos la dirección real de obreros y campesinos sobre la reforma agraria y la economía. Así se ha estigmatizado al indio, agudizando divisiones en el movimiento indígena. La subalternidad de la COB al gobierno, alimentada de estalinismo tardío que afirma la necesidad que la clase obrera “espere” que el país engendre una burguesía nacional progresista capaz de levantarlo, ha dejado a sectores siempre más amplio de la clase trabajadora expuestos a los vaivenes de la “opinión pública” pequeñoburguesa.

El triunfo del No se da en un contexto de crecimiento relativo de la abstención, de reflujo y derrotas de las vanguardias del movimiento obrero y campesino. Es perfectamente comprensible con estos antecedentes que el voto obrero y campesino se haya dividido, como pensamos, entre un Si defensivo, la abstención y un No desmovilizado al que delegar la solución de los problemas pendientes del llamado “proceso”. Por esto mismo el No es claramente el triunfo de la oposición patronal y pequeño burguesa, de su voto duro y casi intacto. Es esta que, por el momento, puede postularse a ocupar el espacio de la “reconducción” del proceso y mantener en sus manos la ofensiva social, lanzando advertencias sobre el aumento salarial y amenazando con reanudar sus huelgas patronales contra el pago de impuestos.

La responsabilidad principal de esto recae en la burocracia sindical que (como dijimos) “debía llenar de contenido de clase el referendo, planteando junto a la reelección por lo menos la abrogación de las normas constitucionales que hacen no retroactiva la reforma agraria, la abrogación de la precariedad y la defensa de cada fuente de empleo frente a la crisis, impidiendo por ley los despidos etc.”. Solo con una posición de independencia de clases se puede afrontar el problema del apoyo de masas hacia un partido como el MAS y colocar a la clase trabajadora como la más resuelta por la solución de los problemas nacionales.

¿Qué ocurrirá en el MAS?

Es cierto que, aun abriéndose a otras opciones, el electorado boliviano no le ha dicho Si a los neoliberales y que la oposición difícilmente podrá unirse bajo una única candidatura en 2019, particularmente ahora que el MAS parece más vulnerable. Pero una época se va acabando. El “liderazgo natural” de Evo Morales, que le permitió utilizar un apoyo campesino-indígena sin precedentes para reunir bajo su conducción a organizaciones y movimientos sociales, ya no tiene proyección futura. La misma posibilidad que Evo siga jugando un papel de dirigente político del MAS depende de cómo salga parado del escándalo de Gabriela Zapata su ex pareja y madre de uno de sus hijos que utilizaba el despacho de la primera dama en el Ministerio de la Presidencia para reunirse con empresarios y supuestamente enriquecerse personalmente. Las fuerzas centrifugas que amenazan con devorar al MAS serán de muy difícil composición en un entorno económico siempre más desfavorable.

Evo ha desafiado a la oposición a un revocatorio, como en 2008. Sin embargo con el escandalo Zapata que suma nuevos capítulos a diario es más fácil que sea abandonado por su propio entorno o por lo que él consideraba sus aliados en el aparato estatal, como las fuerzas armadas, que la derecha le conceda una revancha. Habrá muy probablemente revocatorios pero solo para las autoridades del MAS de aquellas regiones, como Beni, Chuquisaca o Potosí, donde la oposición puede fácilmente consolidarse haciendo llegar al oficialismo en las peores condiciones en 2019.

En un artículo de la BBC, el sociólogo boliviano Salvador Schavelzon señalaba que la victoria del No “permite [al MAS] convocar una serie de congresos con las bases, abrir un proceso interno democratizador y mostrarse como fuerza política viva que puede reinventarse para ganar en 2019”. La “reforma” del MAS es una posibilidad, pero no nos parece realmente la más probable. No está en la naturaleza del partido, construido alrededor de Evo como frente electoral en el cual ahora, siguiendo esta inercia, todas las organizaciones buscarán renegociar su participación; no contaría con una reactivación de las bases derrotadas una y otra vez por la burocracia y hoy aturdida por la seguidilla de derrotas, la crisis y los escándalos de corrupción que llegan hasta Evo; no está en el horizonte de esta burocracia y de sus grados intermedios, hoy preocupados de defender “la pega”.

Qué hacer

Si es que hubiera compañeras y compañeros que quieran ir hasta el fondo en esta batalla, estaríamos dispuestos a sostenerlos con nuestra plena independencia organizativa y de criterio. Sin embargo en el contexto descrito de descomposición y actitud expectante de las bases si es que hubiera un movimiento por una “reforma” del MAS, el cual solo podría tomar la forma de una lucha a la colaboración de clases, este caería rápidamente en la trampa discursiva contra redes sociales, infiltrados y complotes de los enemigos utilizada por la burocracia y el Estado para desviar la atención de la crisis política. Justo mientras ultimamos este artículo el ministro de la presidencia Quintana – involucrado en el escándalo que afecta a Evo – señalaba la necesidad de fortalecer el “aparato de inteligencia” (represivo) del Estado para defender el “proceso”… de sí mismo: he aquí la palabra final sobre la cuestión.

La clase dominante boliviana y el imperialismo ven en perspectiva la derrota de la revolución boliviana en la forma de un desgaste del MAS que involucre también a la COB y una recuperación del pluralismo parlamentario del cual las masas vayan siendo apartadas de la vida política. Sin embargo entre sus auspicios y la realidad hay una crisis económica prolongada que, sobre todo con una burocracia sindical que sigue conteniendo las luchas, en un determinado momento dará potencialmente a estas un carácter de mayor radicalismo.

El resultado del referendo no decreta obviamente el fin del MAS. Incluso el MNR sigue formalmente vigente a pesar de su reciente pasado neoliberal y de las disputas internas que en un contexto de crisis aguda, doble poder y lucha de clases irresuelta, favorecieron el retorno al poder de los militares en 1964. Por esto el verdadero terreno de acción política, al cual nos comprometemos, es para que las vanguardias obreras, campesinas, indígenas y juveniles que vayan emergiendo de la inestabilidad tengan a disposición y se organicen alrededor de un balance de todo el ciclo de la “revolución democrática y cultural”, de los errores de oportunismo y de sectarismo y de la necesidad de armar de un programa internacionalista y revolucionario la independencia política y organizativa de la clase trabajadora.

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