La barbarie de la clase dominante israelí

Spanish translation of The barbarism of the Israeli ruling class by Fred Weston (July 13, 2006)

La situación en la frontera libanesa-israelí se intensifica según pasan los minutos. Ayer los aviones israelíes bombardearon el aeropuerto de Beirut y algunas zonas del sur del Líbano. Según las noticias han muerto unas 50 personas. Este es el mayor bombardeo aéreo sobre el Líbano desde los bombardeos israelíes de 1982.

Las tres carreteras que llevan al aeropuerto están dañadas. La aviación y la artillería israelíes han destruido carreteras y puentes. La principal autopista que conecta Beirut con el sur del país está dañada. La excusa que dan es que quieren evitar que los soldados israelíes secuestrados sean trasladados y cortar las rutas de suministro a las guerrillas de Hezbolá. Las fuerzas israelíes también han puesto como objetivo emisoras de televisión, las casas de dirigentes guerrilleros y en algunos casos incluso asesinando a niños.

Israel ahora amenaza con bombardear Beirut. En respuesta las guerrillas libanesas han disparado misiles contra ciudades del norte de Israel, asesinando al menos a una mujer israelí en su casa de la ciudad de Nahariya. Los líderes de Hezbolá han anunciado que si bombardean Beirut ellos bombardearán la ciudad israelí de Haifa.

El lenguaje del gobierno y los medios de comunicación israelíes no deja lugar a duda sobre las intenciones de las autoridades israelíes. El primer ministro israelí, Olmert, ha descrito la incursión de Hezbolá de ayer como un “acto de guerra” por parte del Líbano. Están poniendo la responsabilidad de los ataques sobre la frontera israelí en los hombros del gobierno libanés. Están exigiendo que el ejército libanés se sitúe en la frontera con Israel para detener a las guerrillas de Hezbolá y que las desarme. Pero las milicias de Hezbolá no son un ejército de juguete. Dicen que tienen a su disposición 10.000 misiles.

El gobierno israelí está jugando con fuego. Sus actos pueden fácilmente reiniciar la cuestión nacional en el Líbano. Este pequeño país está formado por diferentes grupos nacionales y religiosos. En el pasado, una guerra civil sangrienta devastó la infraestructura y ahora el ejército israelí amenaza con hacer retroceder al Líbano 20 o 50 años. Están amenazando con destruir toda la infraestructura que tan penosamente reconstruyeron durante los últimos años.

Cualquier intento por parte del gobierno libanés de desarmar a Hezbolá llevaría a una guerra civil. Eso no estabilizaría la situación, todo lo contrario, la empeoraría aún más.

Mientras tanto, la situación en Gaza continúa deteriorándose. Ayer otros 23 palestinos murieron asesinados. El miércoles por la mañana, soldados y tanques israelíes se desplazaron al centro de Gaza para dividir en dos la Franja.

En Gaza se está preparando una crisis humanitaria de proporciones terribles. Según algunos informes los suministros de comida sólo pueden cubrir las necesidades de la población para los próximos tres días. A menos que se haga algo serio presenciaremos el hambre entre sectores de la población palestina de Gaza.

Este simple hecho es una prueba de que las actuales operaciones militares no tienen nada que ver con el soldado secuestrado. Como ya hemos explicado, el gobierno israelí tenía la opción de negociar y liberar a algunos prisioneros palestinos. Pero rechazaron esa opción.

Ellos han perdido el control del proceso político en los Territorios Ocupados. Sin duda hubieran preferido un acuerdo con los líderes de Fatah, pero el pueblo palestino echó a Fatah y votó por Hamás. El gobierno israelí se niega a reconocer el derecho democrático básico del pueblo palestino de votar por quien quiera. Ahora el pueblo palestino está pagando un precio terrible por haber rechazado las maniobras del imperialismo israelí y estadounidense.

La crisis que comenzó en Gaza ahora se ha extendido al Líbano y se especula también con Siria. Resulta irónico que no hace tanto tiempo se presionara a Siria para que abandonara el Líbano. Debemos recordar que en el pasado fue Israel, apoyado por EEUU, quién defendió la intervención del régimen sirio para pacificar el Líbano y poner fin a la guerra civil. Siria lo hizo y fue recibida como una fuerza “estabilizadora”.

Ahora las acciones de Israel revelan la frágil estabilidad que se ha conseguido durante estos años. Si Siria se ve involucrada, entonces Israel se enfrentaría a una guerra en tres frentes, Gaza, Líbano y Siria.

No hace mucho tiempo que los medios de comunicación hablaban del “progreso” para conseguir la paz. Israel se había retirado del Líbano. Después se retiró de Gaza. Esto creó la ilusión de que era posible la paz. Pero los marxistas siempre hemos explicado que a menos que se resuelvan los problemas subyacentes, el peligro de la guerra estará siempre presente en la región.

El capitalismo israelí está sufriendo una crisis seria. Israel era un país donde el desempleo era algo casi desconocido. Incluso muchos palestinos cruzaban diariamente la frontera para ir a trabajar. En la última década, el desempleo en Israel ha superado la tasa del 10 por ciento. El gobierno está atacando todos los derechos sociales de los trabajadores israelíes, desde las pensiones a la sanidad pasando por la educación. Al mismo tiempo, Israel cerraba las fronteras a los trabajadores emigrantes palestinos, que han sido sustituidos por inmigrantes pobres de otras zonas del mundo. Esto ha llevado a los trabajadores palestinos a una situación desesperada.

Esta es la condición social subyacente que explica la creciente tensión. El problema de la clase dominante israelí, los capitalitas israelíes, es que no puede ofrecer nada mejor a los trabajadores israelíes. Lo mismo ocurre con el pueblo palestino. ¿Qué van a poder ofrecer si ni siquiera pueden garantizar a su propio pueblo unas condiciones de vida decentes?

Por lo tanto, en su lógica, como no pueden ofrecer la zanahoria deben utilizar el palo, y uno muy grande. La guerra en la que se han embarcado es un palo con el que quieren golpear a los trabajadores de toda la región, palestinos, libaneses e israelíes.

La guerra es la respuesta a la crisis. Con la guerra esperan azuzar la histeria nacionalista dentro de Israel, hacer que la población israelí se sienta amenazada, hacerla sentir que no tienen otra opción excepto la lucha. Quieren repetir lo ocurrido en 1967.

Sin embargo, las cosas han cambiado algo desde entonces. Nada en la historia se desperdicia y los últimos 30 años han enseñado a los trabajadores, y no sólo a los trabajadores, de Israel algunas lecciones importantes. Israel ocupó Cisjordania y Gaza, la Península del Sinaí, los Altos de Golán y más tarde el sur del Líbano. Nada de esto ha conseguido que Israel sea un lugar más seguro en el que vivir.

Posteriormente, Israel tuvo que abandonar la Península del Sinaí y sacar a sus fuerzas del sur del Líbano. Hubo una gran oposición entre la población a la continuación de la presencia militar israelí en el Líbano.

Ahora, el ejército israelí ha regresado al Líbano y la situación corre el riesgo de intensificarse convirtiéndose en una guerra total. Pero precisamente debido al pasado, el ambiente en Israel no es el que le gustaría que fuera a la clase dominante. El nivel de chovinismo no es tan alto como se podía esperar. Algo ha cambiado en el ambiente de la población. Capas importantes de la población israelí pueden ver más allá de la propaganda del gobierno. Saben que Israel puede infligir un daño terrible a sus vecinos. El ejército israelí es el cuarto más poderoso del mundo. Pero también saben que no pueden resolver los problemas sólo por medios militares. Esto explica por qué en víspera del ataque israelí sobre el Líbano la mayoría de la población expresara su deseo de paz.

Esto puede cambiar con la intensificación de la lucha. El problema es que la dirección de Hezbolá es tan nacionalista como el gobierno israelí. Han comenzado a atacar objetivos civiles y esto puede provocar un giro temporal del ambiente. Puede realmente ser beneficio, temporalmente, para la clase dominante israelí, que intenta desesperadamente unir tras de sí a la población, con la idea de que todos los judíos deben defenderse y unirse frente al “enemigo común”.

Pero lo más notable, según la información que hemos recibido de los marxistas en Israel, es que el nivel de chovinismo no es tan fuerte como habría sido en el pasado en una situación similar. En realidad, Israel es una sociedad muy dividida. Nunca hemos visto este nivel de división. Es claramente un reflejo de la polarización de clase que ha ido aumentando en los últimos años. Hay más ricos y pobres que nunca en Israel. A los pobres se les pide que luchen para defender los intereses de los ricos. ¿Qué sacarán los pobres de todo esto? ¿Mejores salarios, empleos y pensiones decentes? No, se les pedirá que luchen mientras que por otro lado les arrebatan todas estas cosas.

Estas divisiones dentro de la sociedad tienen su reflejo dentro de la propia clase dominante israelí. Un sector está en el camino de la guerra. Es significativo que los altos mandos militares están consiguiendo más y más influencia dentro del proceso de toma de decisiones. Los altos mandos han llegado a los ministerios para imponer sus demandas. Están presionando para que destituyan a Peretz como ministro de defensa y posiblemente le sustituyan por uno con antecedentes militares.

Sin embargo, hay otro sector que cada vez está más preocupado por la situación y que ésta se pueda escapar a su control. Este sector está particularmente preocupado ante la perspectiva de que Siria entre en el conflicto para apoyar a Hezbolá. Esto significaría tres frentes. Esto llevaría al ejército israelí a sus límites. El ejército israelí es de los más poderosos del mundo, pero incluso que este ejército se enfrentaría a un gran desafío. Pero ese sector de la clase dominante no sólo está preocupado puramente desde el punto de vista militar. En el pasado, las Fuerzas de Defensa Israelíes han demostrado que pueden atacar a los vecinos de Israel e infligir un daño serio. El problema es más profundo y está estrechamente relacionado con la situación de la sociedad israelí en su conjunto. El ambiente no es para lanzar un ataque frontal y ocupar los territorios conquistados.

Israel puede destruir la infraestructura del Líbano, puede acorralar a los palestinos en Gaza y puede crear las condiciones para la barbarie en todo lo que le rodea. Pero esto no provocará una situación más estable y segura. Exacerbará los problemas y los multiplicará por cien. Creará problema que tardarán años en desaparecer. Están preocupados por las actividades de los “terroristas”. Con lo que están haciendo sólo preparan el terreno para el reclutamiento de una nueva generación de jóvenes árabes dispuestos a luchar contra las fuerzas israelíes.

El conflicto actual subraya todas las contradicciones pero no resuelve ninguna de ellas. El problema es que Fatah, Hamás, Hezbolá, el gobierno libanés, el régimen sirio y los gobernantes israelíes no pueden resolver los problemas que existen en Oriente Medio. Los únicos que pueden poner fin a la pesadilla actual son los trabajadores de todos los países de Oriente Medio. Son los únicos que tienen un interés material en desarrollar una alternativa basada en la clase obrera. Con la riqueza mineral de la región, los recursos humanos y la tecnología avanzada que existe en Israel, es posible un plan económico y racional para utilizar todos los recursos que podrían resolver todos los problemas sociales. La posibilidad material está ahí. Es posible la vivienda decente, empleos para todos, para los trabajadores israelíes y palestinos, para los pueblos que forman el Líbano y para todos los países de la región.

Para que esto ocurra es necesaria una transformación radical de la sociedad. Los recursos deben estar bajo el control de los trabajadores. Si esta transformación tuviera lugar, ¿qué interés tendrían los trabajadores de un país en oprimir a los de otro país? Todo lo contrario, sus intereses se unirían y cooperarían en un plan regional de desarrollo económico.

Para que todo esto sea posible, la actual clase dominante de Israel debe ser derrocada. El poder debe pasar a los trabajadores. Lo mismo se aplica a todos los países vecinos.

Nos acusarán de utópicos. Pero los utópicos no son los marxistas. Nuestra posición está enraizada en las contradicciones materiales reales que existen en la región. Lo que es utópico es creer que el conflicto actual se puede resolver dentro de los límites del capitalismo.