A 5 años del Argentinazo - Su espíritu sigue vivo en nuestras luchas

No son tiempos para el pesimismo. América Latina está en ebullición política, hay un giro pronunciado a la izquierda en las masas obreras y campesinas, que se materializa en insurrecciones populares y en gobiernos “izquierda” en la región. Son los primeros pasos de un gigante dormido, que está haciendo su experiencia y sacando conclusiones. Un nuevo aniversario del Argentinazo, aquella impresionante irrupción de masas en diciembre del 2001, nos obliga tanto a recordar aquellas heroicas jornadas y a los compañeros, así como a actualizar los cambios y reacomodamientos políticos y económicos habidos para mantener una correcta orientación y ser capaces de trazar las perspectivas.

El secreto del “éxito” del kirchnerismo

Es indudable que, a diferencia de 5 años atrás cuando la acción de las masas acorralaba y hacia tambalear el sistema, la clase dominante ha podido reconstituir su poder y las instituciones a través de las cuales ejerce su dominación. Pero lo hizo parcialmente, porque la crisis orgánica del capitalismo argentino impide que esa recomposición sea un punto de partida que le permita desarrollarse sin más sobresaltos a largo plazo.

El gobierno Kirchner tuvo “el merito” de sobrevolar la crisis y garantizar cierta estabilidad social y política que no perturbe en lo fundamental la tasa de ganancia capitalista. Pero la forma en que el gobierno pudo encauzar el descontento popular a los carriles seguros de la democracia burguesa, nunca fue del agrado de la clase dominante y fue fuente de roces y disputas.

Junto al ciclo alcista de la economía, el discurso a la “izquierda” de las primeras etapas (contra los que vaciaron el país, reivindicación de los derechos humanos, derogación de las leyes del perdón etc.) y la implementación de ciertas medidas sociales (aumentos de sueldo por decreto, aumento de jubilaciones etc) ante la angustiante situación social, fue la única forma de ganarse cierto apoyo popular. Por eso decimos que el gobierno Kirchner hunde sus raíces en el Argentinazo. De ahí que se mantenga la desconfianza que le profesan los círculos burgueses nacionales y extranjeros.

El razonamiento de los estrategas de capital se basaba en que, ante un repunte del descontento social o ante una merma del apoyo popular, Kirchner pudiera verse obligado a dictar medidas económicas y políticas que puedieran dañar el interés de la burguesía. Las diatribas contra los que “especulan con el bolsillo de los argentinos”, sus idas y venidas con el imperialismo, los vínculos con Chávez, son difíciles de digerir por la clase dominante. La “excesiva” concentración de poder, el manejo de gruesos fondos del dinero público para premiar a unos y castigar otros, o que el parlamento funcione solamente bajo el interés del Ejecutivo y no como válvula de escape de los humores de los diferentes sectores de la clase dominantes, alarma a la derecha.

Por eso, en una primera etapa, los análisis del Capital comparaban al gobierno de Kirchner como sinónimo criollo del gobierno de Chávez.

Pero el propio desarrollo del gobierno, sus alianzas políticas nacionales e internacionales van dejando claro sus lazos con el capital. Sin embargo, esta “sensación” de la clase dominante es contrarrestada por la “otra cara” del gobierno K: una política de fondo en beneficio del capital (abultados subsidios a los empresarios, pago al FMI, un presupuesto a la medida de las patronales, pacto social). Otro asidero para calmar los ánimos se basa en que después de derrotar al duhaldismo, el gobierno K ha construido la “nueva política” junto a los representantes de la “vieja política” de los 90, la misma que fue presa del odio de las masas.

La situación económica y los planes de la burguesía

Sin duda, las tasas de crecimiento económico del 8%-9%, el aumento de las ganancias patronales (el capital se apropia del 47,4% de la riqueza nacional) y los altos precios de los productos primarios, le aseguraron al gobierno un buen colchón de recursos para atender las necesidades del conjunto del capital. El gobierno sigue acumulando dinero al prever un superávit siempre en aumento, excedente que maneja arbitrariamente a través de los “superpoderes”, para subsidiar a los sectores más parásitos del empresariado, pagar la deuda externa y apagar los focos latentes de conflicto social. Con 17 trimestres consecutivos de crecimiento económico y con la economía superando los niveles del pico histórico de 1998, la pobreza es un 29% superior y la indigencia duplica a la de 1998.

A pesar del descenso de la desocupación (según el INDEC es del 10,2% contando planes sociales), y del aumento de salarios, la sustentación del ciclo económico a largo plazo genera muchas dudas. Hasta ahora el desarrollo de las fuerzas productivas se basó en poner a funcionar la capacidad ociosa de las empresas dejada por el periodo anterior y aumentado la explotación de la clase obrera. De hecho, el costo laboral en la industria es un 14% inferior a 1997, y la productividad laboral creció un 23,8%.

Mantener el dólar alto para potenciar aún más las exportaciones agropecuarias y de hidrocarburos y, con ellas, los impuestos a las exportaciones de estos productos (retenciones), son una necesidad objetiva para la salvaguarda del actual ciclo económico.

La capacidad de absorción de mano de obra desocupada es cada vez menor. Mientras que al inicio del ciclo económico, por cada punto de crecimiento del PBI el empleo aumentaba un 1%, hoy bajó al 0,5%. Es que los altos índices económicos se basan en la Construcción y en la industria automotriz, pero no en una reconstrucción del tejido industrial de décadas atrás. A pesar de la gran acumulación de capital, la inversión sigue rondando un 20% del PBI (frente al 25% de los 90).

En la medida que el apuntalamiento del ciclo económico se da a través de las exportaciones del sector primario de la economía, la dependencia del mercado mundial es absoluta, y cualquier turbulencia puede volver el ciclo en su contrario.
Lo cierto es que a pesar de la bonanza económica la clase dominante ya no puede asegurar ni las mejoras de años pasados. Con relación al PBI, la participación salarial es del 38,6%, con un 31% de la población en la pobreza, mientras en la brecha social, el 10% más pobre se queda con el 1,1% de la riqueza producida. Si bien, comparados con las crisis del 2001, hay una mejora en los indicadores sociales, esto no es un garantía para la “paz social”.

Entonces, ¿Qué gobierno puede asegurarle a la burguesía continuar con sus fabulosos negocios con un mínimo de conflictividad social?

La respuesta a esta pregunta la dicta el “tiempo político” de la burguesía. De hecho están viendo con buenos ojos el corrimiento a la derecha del kicrhnerismo (visita a Wall Street, caso AMIA, el desplazamiento de D’Elía, etc.). Todavía se mantiene la fragilidad de la fuerzas políticas burguesas en términos de apoyo de masas. Ni la UCR, partida en mil pedazos, ni los residuos duhaldistas del PJ, ni el PRO ni Recrear han conseguido hacer pie en un sector importante de la población, salvo en cuestiones especificas como la “seguridad”, de gran sensibilidad en la pequeña burguesía.

La candidatura de Lavagna puede ser el espacio donde reagrupar sus fuerzas y disputarle poder al gobierno K. Sueñan con una reedición de “Misiones” a escala nacional, donde los planes del gobierno fueron derrotados. En los últimos meses, la derecha política aumentó su presencia ante las críticas al gobierno por el faltante de energía, por el caso López – como si les importara- los disturbios de San Vicente etc. El sector agropecuario es el que manifiesta la política más agresiva contra el gobierno, lanzando su segundo paro por las limitaciones puestas a las exportaciones y a las subas de precios de la carne.

Pese a que los núcleos fundamentales de la burguesía ven con buenos ojos a Lavagna, un hombre de su riñón, desconfían de su candidatura porque no le dan posibilidades de triunfo, dadas las reservas de apoyo que todavía mantiene Kirchner. En la Conferencia Anual de la UIA, la encuesta entre industriales más influyentes el 100% cree ganador a Kirchner en 2007. Intuyen que todavía Kirchner mantiene una reserva de apoyo, y que seria “peligroso” apoyar públicamente a Lavagna. Pero, al menos, consideran importante construir alrededor suya un polo de referencia alrededor de Lavagna que mañana pueda acorralar a Kirchner y preparar su reemplazo.

El movimiento obrero: Luchas y perspectivas

El elemento más importante que apareció en este período fue la irrupción de la clase trabajadora a través de sus luchas reivindicativas. El ciclo económico reavivó los antagonismos de clase al interior de las fábricas y empresas. En consecuencia, 2005 fue el año con mayor número de huelgas en 15 años. Internamente, se pusieron en movimiento tanto los “viejos luchadores” como un nuevo activismo obrero que está ejerciendo sus primeras armas en la lucha. Más allá de las discusiones, la formación de un reagrupamiento obrero clasista como el Movimiento Intersindical Clasista (MIC), hubiera sido imposible sin la lucha obrera de estos años.

El gobierno pudo sortear la conflictividad laboral sellando un pacto social con la burocracia sindical y las patronales, otorgando un aumento del 19% para anticiparse a las luchas.

En un principio, la burocracia sindical pudo recomponer parcialmente su autoridad, desplazando a los sectores más ligados al capital – los “gordos”- y poniéndose a la cabeza de algunas luchas para no ser desbordada, y sin duda, “pegándose” al gobierno. Pero después de los escandalosos sucesos de San Vicente y la lucha interna al interior de la burocracia, quedó mermada la autoridad del sector Moyano, una pata esencial del pacto social del gobierno.

La podredumbre de esta casta enquistada en las organizaciones sindicales, basada en elementos desclasados y barras bravas, está a la vista de millones de trabajadores.

Pero la ausencia de una alternativa clasista al interior de las centrales obreras, hasta ahora, ha impedido cristalizar todo el proceso de luchas y de nuevas fuerzas obreras al interior de los sindicatos.

A través de las luchas saláriales que recorrieron todo el espectro de la fuerza de trabajo –estatales, privados, precarios etc.- se ha redescubierto la “utilidad” de la organización sindical, y ahí a donde ha ido más lejos el conflicto con la patronal, surgieron embrionariamente focos de clasismo y de independencia de clase a partir de la propia experiencia obrera. A pesar del desarrollo desigual de las luchas y sus conclusiones en el seno de nuestra clase, cada día queda más claro que toda mejora salarial y en las condiciones laborales se logra luchando. Ahora mismo están aumentando los conflictos laborales (docentes, petroleros, telefónicos, hospitales)

La transformación de los sindicatos, de abajo a arriba, para convertirlos en los verdaderos instrumentos de la lucha obrera, es una necesidad latente. Pero para utilizar todo el potencial que demostró la clase trabajadora, los sectores clasistas y de izquierda, principalmente el M.I.C., deben poner manos a la obra y mantener una política audaz al interior de los sindicatos, que nos permita forjar a partir de lo que hoy existe, una corriente clasista de masas que pueda organizar al grueso de la clase trabajadora.

Contra la liquidación del Argentinazo

Es llamativo que algunos sectores de "vanguardia" de nuestra clase y de la izquierda manifiesten cierto escepticismo y desconfianza hacia la potencialidad de lucha de los trabajadores. La conciencia y las perspectivas políticas de estos compañeros están pobladas de los fantasmas de la década del 90. Cerraron el proceso abierto por el Argentinazo como quien cierra la puerta de su casa: sin más explicación, rutinariamente.

No son tiempos para el pesimismo. América Latina está en ebullición política, hay un giro pronunciado a la izquierda en las masas obreras y campesinas, que se materializa en insurrecciones populares y en gobiernos “izquierda” en la región. Son los primeros pasos de un gigante dormido, que está haciendo su experiencia y sacando conclusiones. La situación explosiva en Venezuela y Bolivia, y el avance general del proceso revolucionario, galvanizará la lucha de clases en todo el continente.

Es posible que el año que viene Kirchner consiga la reelección. Pero lo que antes costaba ver como la esencia detrás de la apariencia –su política a favor de los capitalistas- va a saliendo a flote y quedando a la vista. La incapacidad para encontrar a López, y que un hecho de tal magnitud suceda en las narices de un gobierno “hijo de las madres y las abuelas”, señala limites precisos a la política “por izquierda” del gobierno K.

Por otra parte, los acuerdos de precios conforman una política inestable para contener inflación, que aunque mantuvo el índice en porcentajes razonables, no se condice con la “sensación térmica” que cualquiera puede registrar en la calle. El gobierno, las patronales y la burocracia ya pergeñan un nuevo pacto social, con un aumento de salarios inferior que no podrá amortiguar ni la bronca que se va acumulando en las familias trabajadoras ni a la voracidad de las patronales, que consideran todo aumento de salarios como “excesivo”.

Por otra parte, la “orfandad” política de los trabajadores se mantiene como un elemento que obstaculiza la resolución de los problemas que planteó el argentinazo. No hay una referencia en donde apoyarse para pisar el terreno político. Lamentablemente, la eterna dispersión de la izquierda y el fracaso de los reagrupamientos para construir un frente político, marginan la izquierda de incidir en el proceso de toma de conciencia de las masas.
Pero esto no va a permanecer así indefinidamente.

Inevitablemente, la clase trabajadora buscará una solución a sus problemas. Y más pronto que tarde, se darán todas las condiciones para poner en pie una herramienta política de clase que esté a la altura de las circunstancias.

Las banderas del argentinazo solo pueden triunfar como revolución socialista acaudillada por la clase trabajadora y extendida al resto del continente. Para eso debemos prepararnos. Sumate a la Corriente Socialista El Militante para luchar por esta perspectiva.