Balance de las elecciones vascas y gallegas. Fotograma de una película que depara cambios bruscos y repentinos

Las elecciones autonómicas en Galicia y Euskadi han dado la victoria a los partidos gobernantes en ambas comunidades, al PP con mayoría absoluta y al PNV con una mayoría destacada, respectivamente. Ambos aumentaron sus votos y porcentajes con relación a las elecciones generales del 26J y a las elecciones autonómicas de 2012. La clase dominante española no ha ocultado su satisfacción por estos resultados. Ambos partidos fueron promocionados fuertemente por los medios de comunicación burgueses durante la campaña electoral, como garantes de la estabilidad, moderados y responsables. Sin embargo, sería un error que una foto fija nos impidiera ver una película que se desarrolla en un contexto muy inestable, con cambios bruscos y repentinos implícitos en la situación.

Hay que partir de que unas elecciones autonómicas, en particular en las nacionalidades históricas con fuertes partidos nacionalistas (como en Euskadi), hay una tendencia del electorado a votar de manera diferente a unas elecciones generales; y suele haber un corrimiento a favor de los partidos nacionalistas, en detrimento de los partidos de ámbito estatal, que suelen tener un mejor desempeño (particularmente en la izquierda) en las elecciones generales. También suele haber un incremento de la abstención en las elecciones autonómicas por no ser consideradas tan relevantes por una parte del electorado, fundamentalmente en las zonas obreras. Así, en Galicia, frente a la participación del 69,93% el 26J, ahora votó el 63,75%; y en Euskadi frente al 67,44% el 26J, votó un 62,26% este 25S.

Dicho esto, hay factores específicos en la actual coyuntura política en Galicia, Euskadi y a nivel estatal que también explican estos resultados.

En este artículo de valoración, vamos a exponer un balance general de estas elecciones y su vinculación con la explosiva situación política española. En los próximos días publicaremos análisis más detallados y específicos del resultado en estas elecciones en Galicia y Euskadi.

Los resultados de Galicia

En lo que se refiere a Galicia, como se aprecia en el cuadro, el PP gana apenas 22.000 votos con respecto a las elecciones autonómicas de 2011, y 33.000 votos con respecto al 26J, que vienen íntegramente de Ciudadanos (C’s). En realidad, la derecha en Galicia (PP-C’s) pierde 50.000 votos respecto al 26J y 30.000 votos respecto al 20D.

El PSOE, que resistió el “sorpasso” de En Marea el 26J, tras ser rebasado por ésta el 20D,  pierde 91.000 votos con respecto al 26J, y es superado nuevamente por En Marea (la confluencia de PODEMOS, ANOVA, EU-IU y las Mareas municipales), que queda como segunda fuerza en Galicia. No obstante, En Marea pierde 73.000 votos respecto al 26J, que recoge íntegramente el Bloque Nacionalista Galego (nacionalistas de izquierdas) que ganan 74.000 respecto al 26J. La izquierda en conjunto pierde 90.000 votos respecto al 26J y 164.000 votos respecto al 20D. Lo que esto prueba es que la derecha movilizó a casi todo su electorado y la izquierda no. La abstención, que creció en 132.000 votos respecto del 26J, castigó a la izquierda.

No obstante, estas elecciones consolidan la tendencia iniciada en las elecciones municipales y generales de 2015: el “sorpasso” de En Marea al PSOE y el relegamiento del BNG como partido minoritario en la izquierda gallega. El PSOE cosecha los peores resultados de su historia en Galicia. En las zonas obreras de Galicia, principalmente las comarcas de Vigo y Ferrol, la izquierda vence a la derecha con claridad, y En Marea se sitúa como la principal fuerza de la izquierda. Además, la izquierda  gana en dos de las cuatro capitales: Coruña y Pontevedra.

Los resultados de Euskadi

Euskadi local_polls_-_Public_DomainEuskadi - Photo: Public Domain

Con respecto a las autonómicas de 2012, el PNV gana apenas 13.000 votos, el PSOE pierde 86.000, Bildu pierde 53.000, y el PP pierde 23.000 votos.

Son más significativas las cifras con respecto al 26J. El PNV gana 111.000 votos, EH Bildu gana 72.000, el PSOE pierde 37.000 votos, y Elkarrekin Podemos pierde 177.000 votos, más de la mitad de lo conseguido el 26J. La derecha españolista (PP-C’s) pierde 59.000 votos, y la abstención crece en 90.000 votos.

A la luz de los datos, parece que una gran parte del voto perdido por Elkarrekin Podemos se reparte entre EH Bildu y el PNV, y la mayor parte del voto de PP-C’s y del PSOE del 26J se va a la abstención.

El PSOE saca los peores resultados de su historia en Euskadi, y el PP los peores desde 1990. Elkarrekin Podemos, si bien pierde la primacía obtenida en las elecciones generales del 20D y del 26J, queda tercero y se mantiene como principal fuerza de ámbito estatal. También mantiene la ventaja sobre el PSOE en la mayor parte de las zonas obreras, aunque con una ventaja más ajustada que el 20D y el 26J. Así, en la margen izquierda del Nervión, tradicional bastión del PSOE, Elkarrekin Podemos se mantiene por delante de este último, con la excepción de Baracaldo. Esta ventaja más ajustada de Elkarrekin Podemos sobre el PSOE en las zonas obreras no se debe a un incremento de votos del PSOE, que baja en votos y profundiza su declive, sino por la aguda caída del voto a Elkarrekin Podemos en estas zonas, que emigra al PNV y a EH Bildu, como antes señalamos.

Los resultados de En Marea y Elkarrekin Podemos

La explicación de estos resultados obedece tanto a motivos generales, comunes a todo el Estado, como a particularidades específicas de la realidad gallega y vasca.

Es evidente que hay una desmovilización del voto de izquierdas, que ya se vio el 26J; si bien no se expresó en el caso de Euskadi en aquellos momentos, siendo la única zona del Estado donde Podemos incrementó votos y porcentaje respecto al 20D.

Hay un ciclo en las luchas sociales y en la lucha política y parlamentaria. El agotamiento de la enorme lucha social de los años 2011-2014 provocó un agudo viraje a la lucha política en 2014-2015 en amplias capas de la clase trabajadora y de la juventud tras la irrupción de Podemos en las elecciones europeas de mayo de 2014.

Entre la segunda mitad de 2014 y buena parte del 2015 millones de trabajadores y jóvenes rompieron las lealtades establecidas a los partidos del régimen, incluido el PSOE, y pusieron todas sus esperanzas en un cambio radical e inmediato en la situación a través de PODEMOS y sus confluencias. Era ingenuo esperar que PODEMOS pudiera ganar una mayoría decisiva en la población de manera inmediata, en las masas de la clase obrera, de sus familias, y en sectores amplios de la clase media empobrecida. Había un límite en conseguir eso porque el sector más atrasado y retardatario políticamente necesitaba, y necesita, de un tiempo más prolongado para agotar sus ilusiones y expectativas en los partidos del viejo régimen y en el sistema. Por supuesto, la propaganda venenosa y brutal de la clase dominante, sus medios de comunicación y sus políticos, tuvo éxito en trazar un cortafuegos entre el sector más avanzado de las masas y el sector más atrasado, lo que demandaba una explicación paciente y confiar en la propia experiencia de este sector para atraerlo a la idea de un cambio radical de sociedad. Lamentablemente, no ayudó a esto la impaciencia de la dirección de Podemos que, enfrentada a un hecho objetivo que no admitía atajos, trató de eludir este obstáculo buscando una vía artificial y falsa, moderando su discurso y programa y dando una imagen vacilante, imprecisa y oportunista que, en la práctica, generaba más desconfianza e incertidumbre sobre la viabilidad de sus planteamientos políticos y alternativas programáticas entre este sector de la clase trabajadora y de las capas medias empobrecidas. Aun así, Podemos consiguió un excelente resultado el 20D, que hubiera sido más significativo si se hubiera alcanzado la confluencia con IU antes del 20D, tras el éxito mayúsculo de las candidaturas del cambio en las principales ciudades del país en mayo de 2015.

Podemos e IU no gestionaron bien su éxito político del 20D. Aunque fue correcta su propuesta de gobierno de coalición al PSOE, no organizaron ninguna campaña en la calle para presionar a la dirección del PSOE y obligarla a definirse sin evasivas, y así demostrar la sinceridad de su ofrecimiento. Al no hacerlo, los dirigentes del PSOE tuvieron cierto éxito en manipular a la opinión pública – a través del pacto tramposo con Ciudadanos– y transmitir la idea de que el ofrecimiento de Podemos-IU sólo se trataba de una maniobra. Puede resultar enojoso e injusto, pero es un hecho que la propaganda mentirosa de la dirección socialista tuvo un cierto eco en esa capa más atrasada de trabajadores y de la pequeña burguesía. Para empeorar, el pésimo diseño de la campaña electoral del 26J, con una moderación mayor del discurso y del programa, con un pacto in extremis con IU al que relegaron a un segundo plano durante la campaña, y las alabanzas a Zapatero y a la socialdemocracia, transmitieron la idea – como muy honestamente acaba de reconocer el compañero Pablo Iglesias– de que no parecíamos sinceros. Fue esto lo que provocó la pérdida del millón de votos  que tuvo uno de sus mayores impactos en Galicia, pasando de ser la segunda fuerza política el 20D con el 25% del voto, a empatar virtualmente con el PSOE y retroceder al 22% el 26J.

Está claro que una parte del sector más activo que nos seguía, al percibir los primeros signos de estancamiento y no ver la perspectiva de un avance más rápido, cayó en cierto desánimo y pasividad, y al percibir los resultados del 26J como una derrota –ante las expectativas que había creadas – optó en estas elecciones gallegas y vascas bien por la abstención u orientar su voto a otras opciones nacionalistas de izquierdas (BNG y EH Bildu) que ofrecían un perfil más combativo y habían copiado de Podemos un programa más acusado de “denuncia social”.

Por otro lado, esta situación coexiste con una relativa estabilidad social y económica en todo el Estado, muy precaria y temporal, en comparación con años atrás. Esto hace que el sector más retardatario y conservador de la clase obrera y de la pequeña burguesía, ante el alejamiento de un cambio político rápido y exento de incertidumbre; haya optado por ahora por conceder un cierto crédito a los partidos que aparentemente garantizan esta precaria estabilidad en los gobiernos estatal y de algunas comunidades autónomas, “a ver qué pasa”. Dada la desconfianza hacia Podemos, por el momento, y el lío en el que está sumido el PSOE, la opción que se impone en estas capas es apoyarse en el PP y, en el caso de Euskadi, en el PNV.

A esta explicación general, debemos sumar otras más específicas. En Galicia, Feijóo ha explotado la imagen de “crítico” con la corrupción del PP y ha ocultado las siglas del partido en su campaña electoral, utilizando el miedo y la incertidumbre si ganaba En Marea, como principal argumento de campaña. Por otro lado, como explicaremos en otro artículo, En Marea se articuló muy tarde, con diferencias y polémicas internas, con un candidato muy poco conocido, y su diseño de campaña también tuvo errores significativos, con una pésima convocatoria de mítines, entre otras deficiencias.

En el caso de Euskadi, el PNV explotó con éxito la idea que ya mencionamos de erigirse en el garante de la estabilidad social y económica en la Comunidad Autónoma Vasca ante el “lío” que hay en España, exhibiendo una menor tasa de paro y la promesa de mantener y ampliar los gastos sociales.

En el caso de EH Bildu, sin duda la liberación de Otegi, que transmitió mucha confianza y euforia al movimiento abertzale, y el giro a la izquierda en su discurso, reconcilió a una parte sustancial de sus bases que en las elecciones del 20D y el 26J orientaron su voto a Podemos. Para decenas de miles de militantes y simpatizantes del movimiento abertzale que habían caído en un cierto desánimo, el agrupamiento del voto en torno a EH Bildu en estas elecciones, fue una manera de vengarse por el acoso y criminalización inauditos que sufrieron en los últimos años por parte del Estado español.

Aunque es cierto que Elkarrerin Podemos sufrió la mayor pérdida de votos en estas elecciones, debemos destacar dos aspectos. En primer lugar, que se mantenga como tercera fuerza en unas elecciones autonómicas, con todas sus peculiaridades, sin disponer de dirigentes con proyección y autoridad de masas, y sobredimensionada con cargos públicos que escapan al control de una base militante que se sienta protagonista del destino de la organización. En segundo lugar, haber demostrado la capacidad de haber penetrado en la base del movimiento abertzale, aunque de una forma precaria, y haberla hecho compartir un proyecto político con la capa más avanzada de la clase obrera y la juventud del resto del Estado. Es la primera vez en décadas que sectores amplios de la izquierda abertzale miran con simpatía y entusiasmo a militantes y organizaciones de la izquierda española, como Podemos, lo que traza un puente que trabaja a favor de la unidad de la lucha de la clase obrera y la juventud de todo el Estado contra el capitalismo. Y si ese puente ya fue cruzado por decenas de miles el 20D y el 26J, nada impide que vuelva a ser cruzado en un futuro cercano. Qué duda cabe que la defensa valiente del derecho de autodeterminación ha sido un factor clave que explica lo anterior.

Perspectivas para Galicia y Euskadi

En el caso de Galicia, En Marea, como primera fuerza de oposición, tiene el desafío de aparecer como el principal valedor de los intereses populares, de impulsar la movilización social para desacreditar la política de la Xunta, y de ejercer como el principal articulador de la oposición de izquierda en el parlamento gallego. Dada la descomposición creciente del PSOE en la comunidad y el autoaislamiento en que se ha situado el BNG, pese a su relativo éxito en estas elecciones, puede crecer y desarrollarse rápidamente, a condición de articularse como un movimiento de masas, democrático y con un programa radical.

En Euskadi, PNV y EH Bildu aparecen exultantes por su éxito electoral. Pero van a ser puestos a prueba muy pronto. El PNV ha mantenido una actitud ambigua hacia el PP. Ya se sabe que votó en secreto junto a los nacionalistas burgueses catalanes  a favor de la mesa y de la presidencia del Congreso para el PP. Si finalmente Rajoy consigue convertirse en presidente de un gobierno en minoría, debiendo negociar ley a ley y medida a medida en el Parlamento, queda por ver qué comportamiento va a tener el PNV en esto. No es la primera vez que el PNV ha votado a favor de medidas antiobreras y antisociales en el parlamente español junto a los gobiernos de turno del PP y del PSOE. Como en Galicia En Marea, Elkarrekin Podemos debe ponerse a la cabeza de los reclamos sociales en Euskadi y exponer la doble moral del PNV. Esto también va a suponer un desafío para EH Bildu. Hubiera sido de esperar que tras la noche electoral Otegi y los dirigentes de EH Bildu hubieran hecho un ofrecimiento a Elkarrerin Podemos para formar un bloque de izquierdas contra las políticas antisociales del PNV en Euskadi y contra las políticas represivas del gobierno español. En lugar de eso, Otegi ha propuesto una alianza EH Bildu-PNV-Podemos para iniciar un proceso soberanista a la catalana, y se ha mostrado favorable incluso a integrar un gobierno de coalición con el PNV. Parece que quiere emular el papel de ERC y la CUP en Catalunya. Pero la huida independentista de CiU (ahora PDC) nació como una posición  demagógica, en un momento en que el gobierno de la Generalitat de Mas estaba asediado por las protestas sociales contra sus recortes. El PNV, con una situación más estable, ya ha dejado claro que no transitará por lo que considera la aventura del independentismo. Y eso pese a que la fuerza del nacionalismo es mucho más grande actualmente en el parlamento vasco que en el Parlament de Catalunya.

Ya hubo un cierto malestar estos años en las bases del movimiento abertzale por la deriva institucionalista de la organización y el acomodamiento de sus cargos públicos, que en parte también explican el trasvase de votos a Podemos en el último año. Es cierto que, ahora, la vuelta de Otegi a la dirección del movimiento le ha insuflado nuevos ánimos y levantado expectativas. Pero que eso continúe y se desarrolle dependerá de lo que haga de aquí en adelante. Si EH Bildu queda empantanado en acuerdos con el PNV que frustren a su militancia, y Podemos emerge como la principal fuerza de oposición en el parlamento vasco, este último podría atraer de nuevo a una capa significativa de las bases del movimiento abertzale. Ahora bien, Podemos en Euskadi sólo podrá forjar un movimiento potente si democratiza sus estructuras, sus cargos públicos se someten al control de la militancia, y se dota de un programa socialista que entusiasme a capas cada vez más amplias de la clase obrera y la juventud vasca.

Cambios bruscos y repentinos

Un político británico dijo una vez que una semana es demasiado tiempo en política. Nada es tan cierto eso como en la política española actual. La fanfarria y la alegría con que la clase dominante española ha celebrado los resultados de las elecciones vascas y gallegas, sólo refleja su desesperación y pesimismo hacia lo que aguarda el futuro inmediato.

En el mejor de los casos, que pudiera establecerse un gobierno precario de PP-Ciudadanos, sólo podría hacerse con el apoyo de todos los partidos del régimen del 78, incluido el PSOE. Para que este gobierno no naufrague en semanas o meses todos deben comprometerse con una política económica y social común, votando en el mismo sentido las principales medidas diseñadas por Bruselas en el mantenimiento del ajuste, de los recortes sociales y del empleo precario. Esto deja a Podemos y a sus confluencias un campo anchísimo de agitación y propaganda que podría catapultar su apoyo de manera rápida.

Pero esta perspectiva ni siquiera está garantizada. El órdago lanzado por el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y su equipo de colaboradores, al aparato del partido, dominado por los “barones” afines a Felipe González y al IBEX35, negándose rotundamente a facilitar la investidura de Rajoy, coloca al PSOE a las puertas de la crisis más importante desde los años 70, que podría conducir incluso a una escisión.

El cuadro que se nos ofrece es de una enorme inestabilidad. El PSOE ha perdido sustentabilidad social y es ampliamente rebasado por PODEMOS y sus confluencias en gran parte del Estado. En realidad, la debacle del PSOE habría sido mayor de no ser por la “pose” izquierdista que Pedro Sánchez impuso desde que asumió la secretaría general en el verano de 2014. Ha explotado astutamente las debilidades políticas de la dirección de PODEMOS, asumiendo de palabra gran parte de su discurso social y apareciendo como un contendiente claro del PP y de Rajoy. Y debemos reconocer que su negativa firme a avalar la investidura de Rajoy, a través de la abstención, nos  ha sorprendido a todos. En su rueda de prensa de ayer lunes llegó a proclamar abiertamente su deseo de presidir un “gobierno de izquierdas”, lo cual sólo puede implicar un acuerdo con PODEMOS, con el aval de los nacionalistas catalanes, lo que era considerado anatema por el propio Sánchez hace sólo unas semanas.

Esto es una declaración de guerra al sector mayoritario del aparato del partido, que ha roto todo vínculo con la clase obrera y está firmemente bajo la dirección de la burguesía. Es imposible predecir qué va a pasar exactamente en el Comité Federal del próximo sábado. En su comparecencia de prensa, Sánchez daba por seguro que la dirección socialista avalaría la celebración de primarias para elegir al secretario general el 23 de octubre y que aceptaría la convocatoria de un congreso extraordinario en diciembre en el que pretende derrotar a sus críticos e imponer una dirección federal afín a sus tesis. Aunque tuviera éxito en todo esto –algo muy improbable- ¿cómo garantizaría la disciplina del grupo parlamentario socialista donde una parte significativa está bajo la tutela de los barones que lo quieren echar de la dirección del partido y no quieren saber nada de pactos con PODEMOS?

Pero una crisis y una guerra abierta en la dirección, y en todo el partido, en vísperas de una nueva investidura de Rajoy conduce a una situación explosiva y difícil de controlar. Pase lo que pase, el partido va quedar desgarrado y en la eventualidad de que, de una forma u otra el PSOE o un sector del grupo parlamentario facilitara la investidura de Rajoy (bien con la destitución de Sánchez, con el boicot a las primarias del 23 de octubre si se aprueban, o con la indisciplina del grupo parlamentario), en medio de una guerra civil interna, eso puede incrementar el descrédito del partido ante capas cada vez más amplias de la clase trabajadora y acelerar su descomposición.

Toda la situación prepara un giro a la izquierda, más tarde o más temprano. Pese a todo, el apoyo a la derecha en la sociedad es endeble. Éste no se nutre de esperanzas, sino del miedo y de la incertidumbre. Esas no son bases estables en absoluto.

Tras un compás de espera, es inevitable un alza de la movilización social, despejada la inercia de apatía y decepción política temporal de la capa más activa y consciente de la clase obrera y de la juventud. Los acontecimientos pueden moverse nuevamente muy rápido, agitados por las turbulencias, y la crisis por arriba. Lo que necesitamos es que Podemos y Unidos Podemos enderecen su rumbo. Las últimas posiciones de Pablo Iglesias y de una parte sustancial de la dirección de Podemos y de IU parecen moverse en la dirección correcta, proclamando la necesidad de un giro a la izquierda y una política más firme y audaz que apueste por la movilización social, y que conecte con la indignación y frustración acumuladas. Debemos estar preparados, por tanto, para cambios bruscos y repentinos en la situación.